Tanto
es así que Pedro I, sin duda fascinado por el arte andalusí, decidió, tan sólo
dos años después de ayudar a Muhammad, construir para sí un palacio al estilo
de la Alhambra en lo que hoy son los Reales Alcázares de Sevilla. Para ello
contó con la inestimable ayuda de artesanos llegados desde Granada.
Patio del yeso, del Real Alcázar sevillano. |
Lo curioso
del caso es que, muy poco más tarde, ese influjo regresó de vuelta a la
Alhambra y así casi todos los especialistas consideran que la influencia
cristiana en las realizaciones de Muhammad V es patente, en especial en su obra
cumbre: el Palacio de los Leones.
Esta empatía entre un rey cristiano y otro
musulmán, sumada a otros muchos datos objetivos extraíbles de los anales
medievales, desmitifica bastante la famosa Reconquista cristiana, rimbombante
idea que aún resuena en los libros de historia. De hecho, en los dos siglos y
medio largos que duró el emirato nazarí fueron más los periodos de paz que los
de guerra entre cristianos y musulmanes. Y eso pese a que en ese momento
Castilla parecía más empecinada que nunca por acabar con su enemigo secular.
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Un cristiano y un musulmán juegan al ajedrez en lugar de hacerse la guerra. |
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