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Combate entre moros y cristianos, detalle de una miniatura de las Cantigas de Santa María, de Alfonso X el Sabio (siglo XIII). Facsímil de la Biblioteca Nacional de Madrid |
Pero
la situación era mucho más complicada para él. Al mismo tiempo, le llovían
problemas en sus propias filas: los arraeces Asquilula, familia nobiliaria emparentada con él y a la que había entregado
el control de gran parte de su reino, en concreto las serranías de Málaga y la
Hoya de Guadix, se habían puesto de acuerdo con el rey castellano para minar el
poder del emir granadino. De nada le sirvió a éste sellar una alianza parecida
con un grupo de nobles castellanos, los llamados “desnaturados”, rebeldes a Alfonso X que pidieron y hallaron refugio
en Granada. Éstos pronto lo abandonaran a su suerte, mientras los Asquilula
seguirán fieles a Castilla. El resultado fue que, hacia 1273, el Reino Nazarí
parecía al borde del vacío cuando apenas había echado a andar. Y si no se
produjo tal catástrofe fue porque Alfonso X estaba demasiado distraído como
para ocuparse debidamente de Granada, en su pugna por la corona del Sacro Imperio Romano que se disputaba en Alemania.
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Escudo del Sacro Imperio Romano. |
Si
hemos aludido a estas circunstancias históricas en una obra centrada en la
Alhambra, es porque, sin duda, impedirían al sultán fundador de la dinastía
concentrarse más, como hubiera sido su deseo, en levantar su soñada ciudad
palatina. De ello se encargarían sus sucesores en los siguientes cien años,
periodo en el que, básicamente, quedó completado tanto el entramado intramuros
como los espacios exteriores.
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