viernes, 28 de abril de 2023

Alhambra inadvertida: Pareidolia y figuras de luz


Se la conozca en profundidad o sea la primera vez que se visita, la Alhambra es siempre una caja mágica que estimula los sentidos de mil maneras, casi todas insospechadas. Nada más fácil, una vez en su interior, que dejarse arrastrar con placidez por impulsos sensoriales cuasi lisérgicos. Cabalgando sobre las yeserías y alicatados solisombreados de sus palacios saborearemos numerosos estímulos visuales, sonoros y hasta olfativos. Al percibir el rumor del agua oculta de sus jardines o descubrir repentinamente  el Patio de la Acequia nos sentirme os dentro de una vieja leyenda. Incluso en la cúbica sobriedad de la alcazaba, sobre un adarve y de cara al Albaicín, puede uno creer que mira al barrio árabe desde la borda de una gran nave. Las posibilidades son infinitas.



Especialmente fructífero resulta descubrir figuras y rostros casi en cualquier parte, sobre todo si la luz transmuta los espacios. Por ejemplo, puede aparecer (a una determinada hora y muy efímeramente, desde luego) un gato de cabeza pequeña y cuerpo orondo, colgando en las paredes de la sala de Dos Hermanas. Y en el lado opuesto del palacio de los Leones, la sala de Abencerrajes, los ventanales de la cúpula de mozárabes semejan caras barbudas, para mí un consejo de magos alquimistas.



Sin pretenderlo, encontramos rostros y figuras no sólo en un monumento tan estimulante como la Alhambra, sino casi en cualquier parte: en las nubes o en una pared desconchada; en la rugosidad de una corteza de árbol o en la silueta de una montaña, por poner sólo algunos ejemplos. Tal fenómeno tiene un nombre: pareidolia. Este término viene de los vocablos griegos para (semejante a) y eidolon (figura o imagen). Los psicólogos creen que esta capacidad cerebral es  fruto de la evolución, un atavismo que se remonta a los tiempos en que nuestros lejanos ancestros eran todavía presas. Según este razonamiento, la pareidolia apareció para poder distinguir instantáneamente la cara de un depredador en la espesura de la selva y así reaccionar más rápidamente. Sea esto cierto o no, es indudable que todos tenemos la capacidad, no sólo de ver rostros, sino también de atribuirles personalidad o sentimientos. Como acabo de hacer yo con los ventanales de Abencerrajes, que imagino un grupo de sabios en conciliábulo.  




Alhambra inadvertida: Al borde del Extasis

Sueño, fantasía, visión maravillosa, belleza indescriptible... son algunas de las palabras que pueden pasar por la mente de quien contempla,...