domingo, 25 de junio de 2023

Alhambra inadvertida: Ua lá galib ila Allah


La Alhambra está cargada de una simbología clara y contundente, ideada en su momento para justificar el poder que albergó como lugar aúlico. Esos lemas y símbolos fueron, son y serán siempre sus rasgos identitarios; poco importa que su misión, ensalzar la supuesta grandeza de una ya extinta dinastía, carezca de sentido desde hace siglos. Su fuerza expresiva mantiene toda su efectividad, logrando singularizar al Monumento nazarí y hacerlo así reconocible frente a cualquier otro.



Introduzco un tema que da para varias entradas. En esta primera me referiré a la más importante de esas señas de identidad, el archiconocido lema nazarí: Ua la gálib ila Allah (“Y no hay más vencedor que Dios” o bien, según una versión que cobra fuerza entre los especialistas: “Sólo Dios prevalece”). Esta frase es un subterfugio para legitimar a la dinastía nazarí, cuyo poder emanaría de Allah, la única autoridad por encima de la de aquélla. El diseño más conocido de la divisa nazarí está en escritura cursiva nasjí, la más habitual en al Andalus, pero también, aunque apenas se reconozca, en las crípticas grafías cúficas. 


En el recuadro, la versión en letras cúficas, repetida a la derecha,

En otro momento profundizaré en la epigrafía árabe, pues merece capítulo aparte.

Ligado al lema va el icono más característico de la dinastía granadina , su escudo, que contiene una banda en diagonal con aquél inserto. 


Entre los gobernantes musulmanes no era nada habitual recurrir a la heráldica, rasgo decididamente cristiano. Pero al Andalus (una de las raíces de España, no lo olvidemos) era diferente. La cercanía de reinos cristianos no significaba siempre la guerra con ellos sino, más a menudo, una forzosa convivencia, a veces muy fructífera. No me cansaré de recordar que, en conjunto, durante la “reconquista” hubo mucho más tiempo de paz que de enfrentamientos bélicos. A grosso modo, en el sultanato nazarí hay dos años sin conflicto frente a uno de guerra. Gracias a uno de esos periodos de entendimiento, los nazaríes obtendrían su blasón, a imagen y semejanza de otro muy similar, el de la castellana orden de la banda, que el monarca cristiano Pedro I concedió a su amigo y entonces aliado, el rey musulmán Muhammed V. Quedaba de este modo certificada una sólida, aunque atípica amistad entre ambos monarcas, al tiempo que Granada declaraba su vasallaje a Castilla, como tantas veces. 


Orden de la banda de Castilla, con dos dragones, en lugar de grafemas árabes.

Dejemos la Historia, para regresar a las imágenes que se perciben actualmente. Espoleado por mi curiosidad he rastreado las diversas representaciones del lema nazarí por todo el Monumento, hasta el punto de hallar algún ejemplo mixto de escritura en el cuarto Dorado o en la sala de los Reyes, donde, la primera parte (Ua la gálib: “Y no hay más vencedor...”) aparece abajo en letra cúfica, mientras la segunda (Ila Allah: “...que Dios”) es expresada más arriba en cursiva. El porqué de ese orden inverso al habitual (de arriba a abajo) es un misterio a resolver.


Versión mixta, con las dos partes en sendos recuadros.

Queda claro que el lema esta omnipresente en todas las superficies de la Alhambra, desde las paredes recubiertas de yeso, a las alturas de madera; en algún caso también se aprecia en el suelo. Se hace hueco, además, en sus coloridos alicatados y en esos característicos capiteles ortoédricos de mármol, tan de la arquitectura nazarí. 



Lo encontramos representado casi siempre en formato horizontal de derecha a izquierda, repetido como un mantra en molduras que enmarcan arcos o delimitan paneles de yeserías; aislado en una cartela o rodeado por un círculo estrellado y escrito en dos trozos de arriba a abajo, ésta vez sí en el orden canónico. En estos casos suele tener la finalidad de separar partes de poemas o jaculatorias islámicas.



Aunque quedan pocos rastros de ello, en las yeserías el letrero nazarí estaba pintado, casi siempre de rojo almagra, el color de la dinastía, pero también en dorado, y sobre fondo azul ultramar las más de las veces. También lo he visto relleno de verde, azul o negro en alicatados. 




Este lema, llamado gáliba en referencia a gálib (“vencedor”), su palabra más característica, hizo que a los nazaríes se les conociera como dinastía galibiyya, o vencedora, cuando, en realidad eran un poder muy débil. Con apenas alguna victoria pírrica, como la recuperación de Algeciras en 1369, el sultanato nazarí no dejó de cosechar derrotas. En una lenta pero inexorable sangría que duró dos siglos y medio, fue perdiendo terreno hasta desaparecer en 1492. Décadas más tarde, esta contradicción entre la fatal realidad y la ilusa fachada ideológica tras la que se parapetaban los garnatíes, fue ironizada por el morisco Alonso del Castillo, traductor para Felipe II de las inscripciones de la Alhambra. Dijo este fino descendiente de la cultura andalusí que los nazaríes repetían por doquier el lema real, porque creían que de él sacaban de Allah las fuerzas que en realidad tenían los cristianos. (1).



(1) Sus palabras exactas fueron: “Y en todo esculpían y decían: La gálib ily (sic) Allah, que quiere decir, no hay otro vencedor, sino Dios, en reconocimiento deste gran poderío de la cristiandad  e pocas fuerças [de los musulmanes], que ellos tenían entendido cuasi por este blasón e letrero real, que más estaban en estos reinos, Deo permittente, que no por sus fuerças”. Referenciado en la obra de Dario Cabanelas, El morisco granadino Alonso del Castillo, Granada, 1991, p. 81, nota 26.

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