Ya he hablado de los gatos en otra entrada, que no será la última que les dedique. En ésta, me referiré a otras criaturas que, como Pedro por su lujosa casa, pululan, sobre todo, por los jardines. La biodiversidad animal es importante en la Alhambra y constituye el más vivo pero también intermitente de sus atractivos. Digo intermitente, porque a veces uno ha de detenerse a mirar con atención para verlos. Así, en los estanques, puedes observar algunas ranas que disimulan su quietud entre el verdor de los macizos de nenúfares del Partal o sortean a las algas en los canales de los jardines Bajos del Generalife. Algo más arriba, puede salirte al paso algún sapo entre el Paseo de las Adelfas y el tramo superior del de los Cipreses.
Cuál es el destino de su saltarín recorrido es todo un misterio. También he visto lagartijas, aunque, de momento, no lagartos, que seguramente existen, pero prefieren eludir a la bulliciosa e intrusa, para ellos, marabunta humana. De serpientes, ni rastro. No creo que haya víboras, aunque sí culebras, aún más precavidas, me supongo, que los lagartos. Por supuesto, se ven infinidad de insectos, entre libélulas, mariposas, abejas y abejorros, escarabajos, mantis, arañas prendidas de un matorral, filas de hormigas soldadas… todos ellos medrando en la inmensidad vegetal que envuelve a la ciudadela.
Las avispas, inoportunas como siempre, molestan a los turistas cerca de las murallas de la Alcazaba. En sus paños, a veces, se ven prendidas sus pequeñas casas, colmenas en forma de bola con panales para sus larvas.
Sin dejar la Alcazaba, palomas torcaces y tórtolas la sobrevuelan en toda época, además de los omnipresentes gorriones que, con sus humildes cantos, alegran el recorrido por doquier. También lo hacen, pero en la espesura, mirlos y ruiseñores. Entre primavera y finales de otoño, golondrinas y vencejos zigzaguean enloquecidos sobre el Monumento.
Aunque no visible, también hay ganado: ovejas, cabras y vacas, que pastan en la cercana Dehesa del Generalife. Este territorio, periferia del Monumento, es terreno propicio para la jineta, la garduña, el jabalí y el zorro. Algún ejemplar de éste último hemos llegado a ver. Y ay del gato que se cruce en su camino, como me comentó un encargado de Bosques del Patronato. Igualmente las ardillas, abundantes en los bosques de la Alhambra, pueden ser víctimas de las raposas. O de los gatos, que las persiguen cuando abandonan la seguridad de las ramas más altas. Esto ocurre con frecuencia para deleite de los visitantes.
Y es que, a más de una ardilla le gusta exhibirse, en ocasiones con coquetería, como sabiendo perfectamente que está posando para quien, enfervorecido, las ve como otro exotismo, uno más de ese territorio de las Mil y Una Maravillas que es la Alhambra.