domingo, 18 de septiembre de 2022

Alhambra inadvertida: Trabajadores




Una de las peculiaridades de la Alhambra, respecto a otros monumentos, es la omnipresencia de trabajadores en todos sus espacios. Es decir, además de porteros (ahora llamados PESI), vigilantes o guías encontramos por doquier, sobre todo, jardineros o acequieros; en el exterior pero también en la zona palaciega, donde uno de ellos puede acudir a limpiar las tazas de las fuentes o a diagnosticar el estado del agua en, por ejemplo, la fuente de los leones. En este último espacio se intuye en la sala de los Reyes la presencia entre andamios de restauradores enfrascados en la limpieza de yeserías. Eso mismo puede ocurrir en la torre de las Damas del Partal, donde acaban de colocar un pedazo de arrocabe “adquirido” hace casi 200 años por el escritor Richard Ford (afortunadamente su descendiente ha recapacitado y devuelto la pieza al Monumento). 




No olvidemos a los albañiles (palabra de origen árabe). Uno de sus principales quebraderos de cabeza es evitar filtraciones en los techumbres, como el de la Torre de Comares o el palacio de Los Leones: también se ocupan de acometer pequeños arreglos en la solería de ladrillos del Mexuar o de las habitaciones de Carlos V. 



También hay, por supuesto, carpinteros. Un día vi a uno puliendo con mimo la puerta de entrada de la torre de las Infantas para devolverle el lustre que los elementos y el paso del tiempo le han restado. “Aquí no valen las prisas, sino el trabajo bien hecho”, me explicó. Porque si se les pregunta, lo normal es que contesten con amabilidad, agradecidos por el interés y ufanos de su labor. Además, una cosa te lleva a otra y la conversación acaba por derroteros deliciosamente insospechados. Por ejemplo, si te interesas en qué se ocupa un acequiero que limpia los estanques bajos del Generalife puedes acabar hablando de la vida secreta de las ranas. 



Y sí, puede que las condiciones laborales no sean todo lo ideales que debieran: ahí están las noticias de sobrecarga laboral en temporada alta de PESIs y vigilantes; o las reclamaciones de mejores indumentarias entre jardineros o albañiles, sobre todo en épocas de extremos climáticos. También me consta que hay una incomprensible falta de personal en los talleres de restauración. 



Pero, a pesar de eso, ¿cómo no pensar que es una suerte trabajar en un lugar que destila belleza? Yo, en otra vida, desearía ser jardinero en el Paseo de las Torres para así mimar su rosaleda o sus fragantes arrayanes salvajes. O ese granado que se alza humilde frente a la espléndida blancura, acunada de verdor, del palacio del Generalife, Y comerme una granada de extanjis en pleno éxtasis.




Alhambra inadvertida: Al borde del Extasis

Sueño, fantasía, visión maravillosa, belleza indescriptible... son algunas de las palabras que pueden pasar por la mente de quien contempla,...