miércoles, 8 de marzo de 2023

Alhambra inadvertida: Claroscuros (I)


Una de las claves para comprender la Alhambra de las Mil y Una Maravillas son sus claroscuros. De continuo, luces y sombras contrastan y al tiempo se alían para crear efectos epatantes. Habría mucho de que hablar al respecto, pero nada más ilustrativo que una de las señas de identidad del Monumento: los mocárabes (muqarna en árabe). Estos prismas cóncavos que revisten techos, pero también cornisas, frisos, zócalos, arcadas o capiteles, se acoplan entre sí delicadamente, en una suerte de sinfonía matérica que juega al escondite con la vista. Y ello no sería posible sin la complicidad de la luz, zafándose y resurgiendo entre estas estalactitas de yeso, casi iguales pero bien distintas. 



Ese efecto sería aún más impresionante en época nazarí, cuando las riadas de mocárabes se apreciaran perfectamente coloridas, con sus añiles inundando los huecos en semipenumbra y los rayos solares restallando en sus bordes dorados. Esto último es todavía perceptible en algunos lugares, como la entrada al salón de Embajadores. Los restos de revestimiento dorado de los arcos de entrada,vistos desde el interior de la torre, aún refulgen bruñidos por el sol.



Sin dejar el palacio de Arrayanes (o Comares), no cabe duda de que los marcados contrastes entre luz y oscuridad remarcan la condición de lugar áulico (o sitio de poder) con que se concibió. Al entrar en él, su fachada, situada en el patio del Cuarto Dorado, no da acceso directo al palacio. Antes debemos atravesar un pasillo poco iluminado y en recodo que atenúa los sentidos. En época andalusí, el objetivo de esta zona de transición era doble. De un lado, reforzaba la seguridad del sultán ante posibles atentados, como testifican los bancos reservados a la guardia. De otro, servía (y sirve aún) para deslumbrar al visitante al irrumpir en el patio, que se veía emboscado por la luz y sus aliados, los suelos de mármol, las paredes blancas y la refracción del agua del estanque, espejo de una arquitectura verdaderamente impresionante. 




Pero esto era sólo el principio del encantamiento, que tenía su culminación en el salón de embajadores. Al penetrar en él, la potente luminiscencia casi se esfumaba, con lo que el visitante quedaba parcialmente cegado. Contemplar al rey, sentado en su trono, debía resultar una visión espectral. La luz que penetraba desde las ventanas tamizada por las celosías, que se dice contenían cristales de colores, envolvía la figura del soberano, que refulgía como un ente evanescente. 



Tal apariencia encajaba bien con la pretensión de todos los reyes de que su poder emana de la Divinidad. En el caso de los emires nazaríes, dicha creencia quedaba justificada por el techo que flota sobre el salón, es decir, en su momento sobre la cabeza del sultán. Esta magnífica obra de arquitectura islámica es una representación de los Siete Cielos Islámicos, que envuelven a Allah, representado en el cenit por un capulín de mocárabes de madera de cedro.



Pero, no nos salgamos mucho de nuestro objetivo: recalcar el papel de los claroscuros como actores fundamentales de la magia de la Alhambra, Todavía sin salir del palacio de Comares, resulta también singular su efecto sobre los alicatados; por ejemplo, en las alcobas situados a los lados del pórtico de acceso al salón de Embajadores. Según Gallego Burín, ese diseño en aspa es una remembranza de los destellos que el sol crea sobre la sábana de agua de la alberca. Ese efecto se potencia cuando las sombras de las columnas y arcadas se proyectan en los azulejos, componiendo una rica paleta de luces, sombras y colores.



Estos y otros trucos sensoriales servían para hacer pasar al, en realidad, débil emirato nazarí y a sus monarcas por toda una potencia, cosa que no eran ni de lejos. En aquellos tiempos, tal estrategia política ayudó mucho a la supervivencia del último reducto de al Andalus; hoy, esa pericia por arrobar a los sentidos seduce igualmente y es uno de los principales ingredientes de la misteriosa alquimia de la Alhambra.




Alhambra inadvertida: Al borde del Extasis

Sueño, fantasía, visión maravillosa, belleza indescriptible... son algunas de las palabras que pueden pasar por la mente de quien contempla,...