La Alhambra, su gestación y supervivencia, tienen
mucho de milagroso. No sólo porque es un monumento prodigioso en todos los
sentidos, sino por su capacidad de resistencia al paso del tiempo, a varios
desastres y a los cambios operados por los diferentes dueños que la han poseído
y amado. Sus primeros señores y creadores fueron los Nazaríes, la última
dinastía andalusí que, en el canto de cisne de la cultura hispanomusulmana, buscaron
un refugio seguro en la imponente y casi inexpugnable colina de la Sabika, En
ese espacio privilegiado fueron cimentando poco a poco una ciudadela palatina
donde cualquier sueño fuera posible. El primero de esos reyes fue el singular
Muhammad Ibn Yusuf Ibn Nasr “Alhamar”. Vamos a tratar de recrear en este
artículo cómo se abrió paso en su mente un proyecto destinado a ser recordado
por muchas generaciones.
Antes de emprender la gran aventura de construir la
Alhambra, y nada más tomar posesión de la ciudad de Granada, Alhamar se instaló
en la Alcazaba Qadima, tradicional asiento del poder hasta ese momento, que no
tardó mucho en abandonar. Resulta imposible saber por qué no aprovechó la antigua alcazaba, que hubiera sido lo más fácil, y se
decidió a crear un nuevo emplazamiento para él mismo, su familia y toda su
clientela, que debía constituir un numeroso contingente.
Podemos especular con que la Alcazaba Qadima se
encontrase semi arruinada y en estado de abandono, quizás por efecto de un
devastador terremoto que asoló al Andalus en 1170 (1); quizás, más probablemente, fruto de la época de caos que
siguió al debilitamiento del poder almohade, tras la batalla de las Navas de Tolosa en 1212. Pero nos aventuramos a creer que ésas no fueron sus principales
razones. No hubiera tardado mucho en reparar y fortificar el viejo recinto pero
¿resultaría éste lo suficientemente eficaz, llegado el momento, como para
resistir un asalto en toda regla de los cristianos, quienes ya en ese momento
estaban conquistando palmo a palmo todo el valle del Guadalquivir?
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Grabado que recrea la batalla de las Navas de Tolosa o al Uqab, según los árabes |
(1) Tanto Ibn Idari como Ibn Sahíb al
Salá se refieren a este seísmo y señalan, con respecto a Granada, que se vieron
afectados algunos alminares y numerosas casas.
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