lunes, 5 de agosto de 2013

LA ALHAMBRA DE LAS MIL Y UNA MIRADAS (6)


Esta visión, enmudecedora de tan espectacular, pese a todo es sólo una bella coraza que muestra apenas nada de la verdadera Alhambra, de su delicado mundo interior; mas lo poco que enseña es suficiente como para hacer presagiar que la visita a este monumento puede resultar embriagadora. Esa clara dicotomía entre un exterior impermeable y un interior absorbente es muy propia de las edificaciones y, por ende, del carácter de los musulmanes, celosos siempre de preservar su vida privada ante miradas extrañas pero igualmente dispuestos a impresionar a sus invitados cuando éstos atraviesan el dintel de sus puertas.
Otro rasgo evidente que se desprende de esta panorámica del lienzo norte de la Alhambra es la peculiar disposición de sus torres palaciegas, planificadas, más que como defensas, para reafirmar el poder real, conformando un subterfugio ideológico que logra muy bien su fin último: aparentar grandeza. 


Ello es especialmente evidente en la torre de Comares, un balcón áulico que se adelanta sobre el barranco de san Pedro para hablarle a la ciudad, cercano pero al tiempo hierático, del poderío de sus creadores y de las maravillas que encierra dentro. Ese aura tan seductora sigue hoy tan viva como cuando la Alhambra fue edificada y un simple turista puede sentir su impacto lo mismo que en su día lo sentirían los súbditos de los reyes granadinos.

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