Alrededor de la ciudadela amurallada, se alzaban diversas
almunias, o fincas rurales de recreo, para solaz de los monarcas. Existían al
menos tres de ellas, todas sobre las estribaciones que se extienden al este de
la Alhambra: las desaparecidas de Dar Al-Arusa y los Alixares además de la
única que sobrevive: el Generalife. Este espacio fue bautizado, con razón, por
el poeta y visir real Ibn al Yayyáb como “El Jardín Real de la Felicidad” en
unos versos epigráficos labrados sobre sus mismos muros. Ibn al Yayyab, primero de los tres grandes poetas garnatíes,
convirtió con dichas palabras a este jardín en el Edén del Islam en la tierra.
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Hornacina del Generalife con un poema de Ibn al Yyyab. |
Y es que el agua fluye antes al Generalife que a ninguna otra parte, ve llegar
su corriente desde las faldas del Cerro del Sol a través de la Acequia Real, o
del Sultán. Es tomada a unos 6 kilómetros río arriba gracias a un azud
fabricado ex profeso en el lecho fluvial.
Para enfrentar el reto de crear un nuevo asentamiento en lo
que entonces era un paraje yermo, Alhamar dará prioridad a la construcción de
un sistema de conducción de agua capaz de vivificar el entorno y servir a sus
ambiciosos planes de construcción.
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