Como se puede ver, la orografía de la colina roja
resultaba el mejor de los acicates para poner en marcha el proyecto que
comenzaba a fraguarse en la mente de Alhamar. Pero éste aún habría de descubrir
otra ventaja añadida y, seguramente inesperada por él: las inmejorables
condiciones para la construcción de la tierra misma que pisaba. Ésta, entonces
como hoy, se componía de un material que ha sido bautizado por los geólogos muy
apropiadamente como “conglomerado Alhambra”. Esta amalgama de materiales, donde
se alternan vetas rojizas, anaranjadas, grisáceas y pardas, es una mezcla de
piedras de diferentes tamaños: arena de cuarzo y micas, incluso partículas de oro, más una arcilla especial
de color rojo fuerte, conocida popularmente como alpañata. Esta arcilla se
convierte en el elemento fundamental de este tipo de suelo al ser el
aglutinante del resto de materiales.
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Corte en un terreno cercano al Llano de la Perdiz, del conglomerado Alhambra. Fuente: http://servidorgeodin.ugr.es |
El conglomerado Alhambra predomina también
en las colinas vecinas, pero en la Sabika presenta más solidez, ya que en ella
es más abundante la alpañata.
Las cualidades sobresalientes de este particular
asiento permitieron a los constructores de la Alhambra realizar cimentaciones
muy estables sin necesidad de ampliar la base de los muros. Su consistencia es
tal que añadiendo al terreno otros materiales, como piedras, cal y hormigón,
los cimientos quedan perfectamente sellados. Y ello por obra y gracia de la
prodigiosa compactación del conglomerado Alhambra sobre todo lo que toca. Es
como si este material tuviese la capacidad única de adherirse como un pegamento
natural a su entorno hasta el punto de “conquistar” con su particular color
cualquier estructura que se inserte en él, como queda bien claro en las
murallas de todo el recinto.
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Torres y muros de la Alcazaba, de color rojizo por efecto del conglomerado con que fueron edificados. Fuente: www.flickr.com |
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