jueves, 8 de agosto de 2013

LA ALHAMBRA DE LAS MIL Y UNA MIRADAS (11)


La Alhambra, un monumento en modo alguno original, en el sentido de que sus artífices no descubrieron nada, fue un genial y muy bien planificado experimento donde cristalizó lo mejor de la cultura andalusí (y no sólo de su arte), cimentada a lo largo de varios siglos de fructífera evolución. Los nazaríes, que presumían de descender (hay bastantes dudas al respeto) de un compañero del Profeta Mahoma, traían en sus alforjas no sólo la decadencia de al Andalus sino todo su monumental legado, que quedó perfecta y totalmente expresado en la Alhambra, un precioso recipiente que atesora, no tanto leyendas y ensoñaciones, como conocimientos de todas las ciencias, artes y disciplinas que cimentaron la cultura andalusí: agronomía, arquitectura, ingeniería, geometría y matemáticas, astronomía, química, medicina, jurisprudencia, filosofía, poesía, música…

La Aljafería de Zaragoza, palacio taifa, es otra maravilla de al Andalus.
Tales conocimientos resultaron suficientes como para levantar con materiales muy poco sólidos una pequeña ciudad que ha resistido casi sin pestañear varios terremotos y otros serios percances; o para crear huertos y jardines paradisíacos, construir un observatorio astronómico en el Partal, idear un escenario tan impresionante como el Salón de Embajadores o diseñar una caja de resonancia de los sentidos como el Patio de los Leones, maravillas que han sobrevivido casi de milagro, pese a ser muy frágiles, como ya se encargó de puntualizar Leopoldo Torres Balbás, uno de sus más profundos conocedores.
Leopoldo Torres Balbás en la Alhambra (segundo por la derecha), junto a Manuel de Falla,  segundo a la izquierda.

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