Al comparecer ante el rey,
tras entregarle la carta del emir andalusí, los lujosos vestidos y las vasijas
llenas de presente, nuevamente se sirve ante la reina vikinga de las mismas
artes de seducción que ante la emperatriz de Constantinopla. El historiador hace en este punto un
aparte para comentar una noticia posterior relacionada con este encuentro.
Cuenta Ibn Dihya que el visir Tammam Ibn al Qama, en una entrevista mantenida
con al Gazal a su regreso del
Norte, le preguntó si realmente era tan bella aquella mujer, a lo que el poeta
contestó: “¡Por tu padre que tenía cierto encanto! Pero hablándole así me gané
su favor y obtuve más de lo que
deseaba”.
Respecto a la relación con la
reina de los vikingos, que se llamaba Nud, la historia se acerca en su fondo al relato de Bizancio: ambas
reales esposas demuestran estar absolutamente encandiladas con la prestancia de
aquel anciano, buscando su compañía constantemente, aunque la reina vikinga lo
hiciera, según parece, con mayor naturalidad. Y aquí viene la gran diferencia.
Cuando los compañeros de al Gazal advierten tanta familiaridad con la que, a
fin de cuentas, es la esposa del soberano, le ruegan que ponga freno a la
situación, lo que el poeta considera razonable. Así, deja de contestar a casi
todas las llamadas reales, racionando las visitas a una única entrevista cada
dos días.
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