¿Qué hizo en las primeras décadas de su
vida una persona que, a todas luces, tenía capacidad para haber triunfado
antes? Al margen de que las crónicas árabes suelen exagerar las rasgos del
personaje que describen, cabe pensar que teniendo belleza, buena educación, inteligencia…
todo lo necesario para haber empezado a brillar a los veinte años, no supo
encauzar hasta una cierta edad todo ese potencial para obtener algo más que una
vida licenciosa, un vivir al día saltando de cama en cama, como una especie de
don Juan andalusí. Tal vez lo intentó sin éxito en sus primeros años y sólo más
tarde obtuvo su recompensa con Abderrahmán II. Tal vez, simplemente,
considerase durante una buena temporada que era demasiado arriesgado medrar en
una corte llena de insidias, donde alguien como él podría convertirse
rápidamente en blanco de todas las envidias. Envidias por las que no dudó en dejarse llevar años más tarde, cuando en 832 llegó a la corte
cordobesa el singular Ziryab, a quien dedicó unos versos tan mordaces que le
costaron una temporada de exilio en Iraq, curiosamente el lugar del que
provenía aquél.
Sea como fuere, al Gazal fue una de esas
raras personas que unía a una natural belleza un verbo igual de brillante,
combinación que le sirvió para ganar muchas batallas en la corte o en los
torneos literarios, pero que se volvió contra él cuando fue nombrado, muy a su
pesar, embajador omeya ante el basileus Teófilo. Al Gazal intentó evitar por
todos los medios aquel viaje, temiendo no sólo por su vida sino, sobre todo, por el futuro de su familia. Pero Abderrahmán, al escuchar
sus quejas, le aseguró que los suyos recibirían desde ese mismo momento rentas
suficientes para vivir mullidamente mientras él faltase. Eso no terminó de tranquilizar
a Yahya, quien, para intentar convencer al emir, derramó ante él todo su
talento, componiendo gran cantidad de versos, algunos verdaderamente
brillantes, que atestiguan su valía como literato:
Lo que me dan por ausentarme me parece,
Aunque lo tenga en mucho, despreciable;
Veo a la muerte quitar a los huidizos
corzos la vida
Y alcanzarlos, como a pájaros, aunque
vuelan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario