lunes, 4 de febrero de 2019

Larvas de avispa (y V)


Fuente: Yunnantourtravel.com
Pero ¿qué interés puede tener Inari en molestarlas? Todo el mundo sabe que no producen miel y que su cera es inservible. Sin embargo, Chang ha comprendido y ya se relame. Si hacen bien las cosas no tiene por qué haber peligro.
Antes de entrar al bosque sagrado, los dos jóvenes juntan sus manos y doblan la cerviz en señal de respeto a los viejos duendes tai lue. Ya bajo el gran árbol del te, Inari saca de su morral la pelota de cera para rematar la operación. Calcula que el panal está a unos 6 ó 7 metros de altura y busca una caña de bambú de una longitud similar. Afilando la punta, ensarta la bola de cera en la caña,  envolviéndola con hojas secas, que ata con cuerda de cáñamo. Una vez lista la antorcha, acerca el fuego al panal, para ahuyentar a las avispas.


-       Inari. ¿Y si se dan cuenta de que somos nosotros y bajan para picarnos?
-       No, Chang. Están demasiado obcecadas por el fuego. Además, el humo nos sirve de camuflaje. No te preocupes.
Pasados unos minutos, el enjambre ha huido y es hora de recoger el botín. Inari trepa por el tronco del árbol con el arnés y atrapa fácilmente la rama de la que cuelga el avispero. 


Una vez abajo, lo entrega a Chang para que haga los honores. Con la boca hecha agua, la chica despanzurra el panal. Está repleto de golosinas. Como dos enamorados cualquiera, se pasan comida el uno al otro. 


Para los tai lue, las larvas de insectos son un delicioso manjar, un deleite más de los muchos que ofrece el paraíso perdido donde viven.





Nota.- Fotogramas tomados del documental: Indochina savaje: el jardín secreto de China, emitido por la 2 de TVE .

domingo, 3 de febrero de 2019

Larvas de avispa (IV)




El platanar silvestre exuda jarabe de sus flores blancas. Inari decide actuar cuando observa que varios avispones golosinean a su alrededor. Corta una rama de bambú, afilando su punta, y empala en ella al saltamontes. Con delicadeza la alza hacia el platanar, donde uno de los avispones no tarda en sentirse atraído por el señuelo y devora a su presa. 


Un instante después, la caña desciende y tienen al himenóptero frente a sus narices. Chang no dice nada, sólo abre la boca aterrorizada e intrigada. El insecto tiene un aguijón de seis milímetros, aquél le resulta un juego muy peligroso. Aunque no aún no ha visto nada.
-       Ayúdame, sujeta con mucho cuidado la caña; vamos, hay que darse prisa o escapará. Y mantén firme el pulso –espeta Inari a Chang con vehemencia.
La chica tarda en obedecer pero al fin agarra la caña con decisión.
-       Ahora vamos a jugar a vaqueros –dice el chico mientras con suma pericia, y aún más calma, amarra el abdomen del insecto con un pequeño lazo de cáñamo, a cuyo extremo flota el plumón de papagayo.


La parsimonia de él contrasta con el frenesí en que se halla inmersa Chang.
-       Ufff, tengo el corazón a cien. ¿Y ahora qué? –pregunta la joven.
Inari no dice nada. Sólo espera a que el avispón levante el vuelo. Resulta fácil seguir su pista sobre la bóveda arbórea, gracias al plumón azul que transporta y que ralentiza su vuelo. 




Finalmente, el insecto desciende hacia un gran árbol de te que gallea sobre el resto de las copas. Allí está su avispero, el bizarro tesoro que andan persiguiendo. Pero hay un problema:
-       Ha entrado en el bosque sagrado, hay que volver a intentarlo.
-       De eso nada –ataja Chang con los brazos en jarra.-No pretendemos molestar a los espíritus, ¿verdad? Quizás les libremos de su aburrimiento, Vamos –Y arrastra decididamente por el brazo al chico, que se deja llevar resignado. Ésa es su chica.


Nota.- Fotogramas tomados del documental: Indochina savaje: el jardín secreto de China, emitido por la 2 de TVE .

viernes, 1 de febrero de 2019

Larvas de avispa (III)


Aldea tai lue. Fuente: www.yunnanexploration.com

El tío de Inari dormita bajo el alero de bambú de su casa acunando una botella de vino de arroz. Pese a lo temprano de la hora, ya está beodo; como siempre. De modo que el muchacho sonríe y ni siquiera lo despierta. Busca algo en el cobertizo, un fardo que contiene bolas de cera para fabricar antorchas. Toma una, la más grande, un viejo arnés para subir a las palmeras y un rollo de cuerda de cáñamo.
-      Vale, tengo todo lo que necesito –dice Inari en tono de experto, sin añadir nada más. Escamada con tanto misterio, Chang replica con desdén:
-   No está bien robar a la gente, ni siquiera a un tío borracho, ya lo sabes.
-     Bah, eres una metomentodo. Mi pobre tío no necesita hacer antorchas ya. Hace tiempo que no merodean tigres por aquí.
-    Sí, por aquí hay uno que se llama Inari, graurrr… -ríe Chang mientras le busca las cosquillas a su prometido. Inari, en efecto, de repente ruge como un tigre. Las cosquillas son casi el único medio de alterar al apacible chico.
-    ¿Quieres que te mate? –dice el chico con ojos de fiera, aunque no tarda en calmarse; se siente secretamente orgullos de que Chang le compare con el poderoso felino.


Poco después caminan por una pista que serpentea entre dos brazos de agua, junto a un gran higuera a la que llaman el Árbol de los loros. No hay lugar en Sipsong Panna con mayor variedad y cantidad de estas aves. Inari recuerda entonces que le falta algo que puede hallar bajo aquel árbol de casi 30 metros de altura y enormes raíces aéreas que conforman, por sí mismas, un pequeño bosque. Se agacha y recoge un plumón azul de papagayo.
-      Mira, ¿a que es preciosa?
-      Qué tontería….
-    Vamos, aquí cerca hay un platanar, ahora estará en flor, es el momento ideal para tender la trampa.
-      ¿Una trampa, es que vas a cazar un oso?
-     Deja en paz a los osos, es algo mucho peor –agrega Inari abriendo los ojos en un gesto sibilino-. Además también necesito…esto… -y le planta delante de la cara un saltamontes que acaba de atrapar.
-  ¡Aparta ese bicho asqueroso! –grita Chang retrocediendo.
Camino del cercano platanar, la chica piensa: “¿Qué se propondrá hacer? ¿Salto de pértiga con saltamontes? Qué disparate…”.



Alhambra inadvertida: Al borde del Extasis

Sueño, fantasía, visión maravillosa, belleza indescriptible... son algunas de las palabras que pueden pasar por la mente de quien contempla,...