sábado, 7 de julio de 2012

El calamar sensato de Borneo




Un reporte de Alain García Trichet, AApress
Brisbane-Queesland (Australia). 7 de julio de 2012

Científicos de la Universidad de Brisbane, en Australia, aún no dan crédito a lo que les ha deparado el descubrimiento de una nueva especie de cefalópodo, bautizado con el nombre científico de Teuthida singularis y ya conocido como calamar arborícola o también calamar sensato. Todo en este animal, descubierto hace sólo unos meses en una intrincada zona selvática de Borneo, resulta sorprendente. Para empezar, su aspecto es verdaderamente “singular”: la proporción de su cabeza respecto a su cuerpo es tres veces mayor e lo habitual entre sus congéneres, lo que sugirió a quienes examinaron por primera vez a uno de estos ejemplares que son mucho más inteligentes que los cefalópodos hasta ahora conocidos; y eso que, no en vano, esta clase de animales son considerados los invertebrados más inteligentes. Por si esto fuera poco, el calamar arborícola, como su nombre indica, es capaz de trepar y deambular por la densa vegetación selvática, si bien siempre manteniéndose muy cerca del agua. Así, se especula con que se trata de una especie que, en estos momentos de su evolución, está realizando la transición desde el agua a la tierra como en su día hicieron, hace unos 360 millones de años, los anfibios. Además de moverse ágilmente en tierra y sobre los árboles, gracias a sus flexibles brazos, han desarrollado una compleja organización social que, de algún modo, recuerda a la de ciertos primates, según pudieron observar los científicos que descubrieron el hábitat de estas criaturas.


Pero lo más sorprendente estaba por llegar en el laboratorio, cuando este animal deparó a los científicos una nueva y mucho más espectacular sorpresa. Mientras el calamar permanecía en una mesa de observación cambiando de aspecto continuamente, como es natural en estos animales, la investigadora que lo examinaba apreció que su piel adoptaba un dibujo muy diferente y que le resultaba muy familiar. Unos segundos después, no podía dar crédito a lo que veía: el calamar reflejaba en su piel una página de un libro; y luego otra y luego otra…, proyectando incluso con asombrosa nitidez ilustraciones y fotografías en color. Según contó en rueda de prensa Joan O’Connor, la citada investigadora, en ese momento tuvo la intuición de que esas páginas podían corresponder a alguno o algunos de los libros que permanecían en los anaqueles del laboratorio, rodeando la mesa de observación. Para poder comprobarlo, decidió tomar largas series de fotografías al calamar para luego poder comprobar si su hipótesis era correcta comparándolas con las páginas de los libros: Y, en efecto, no tardó mucho en localizar, alborozada, los libros que el calamar estaba “fotocopiando”. Y lo hacía metódicamente y a una velocidad vertiginosa. Este solo detalle era ya un hito científico, pero si creen que todo termina aquí se equivocan.
Momentos después, otros científicos, avisados por O’Connor, examinaban estupefactos el singular comportamiento del calamar. Pero éste no sólo estaba mimetizando los datos sino que los estaba almacenando, por más que eso parezca increíble. De hecho, a los científicos no se les podía pasar por la cabeza que pudiera suceder semejante prodigio natural delante de sus narices. Pero tuvieron ocasión de comprobar eso y algo más cuando sucedió lo más increíble de esta historia. 
Pasadas unas horas, y entre pruebas científicas, el calamar comenzó a mostrarse mucho más inquieto y a emitir vivísimas luminosidades , semejantes a las señales de advertencia que producen los cefalópodos de común para advertir de su presencia a visitantes no deseados. Hasta que, de repente, en medio de uno de esas luminarias destellantes, apareció una frase, un mensaje que podía leerse nítidamente y que decía así:

“No exprimáis más la Tierra, no es una naranja”.



Nota:- Fuentes anónimas del laboratorio aseguran que el calamar sensato añadió que “dejaran de decir que se parecía a una rana, nada más lejos de la realidad”.

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