viernes, 25 de octubre de 2013

rEvolución, con re minúscula



Las cosas están de tal modo que, en el momento actual, fines de 2013, la sociedad parece abocada a una revolución, como respuesta desesperada al desamparo por parte del Estado, la corrupción indisimulada y el despotismo de las mafias económicas. En España ya debía haber estallado pero, por causas aún sin dilucidar, está retardándose esta respuesta. Sin embargo, el caldo de cultivo revolucionario está servido: las colas del paro nunca han sido tan largas, en la calles los contenedores son supermercados para los miserables, gente perdida que para “emplear” su tiempo deglute, como único consuelo, televisión basura. Eso quien tiene casa, porque son cada vez más los desahuciados, cientos de miles de familias algunas de las cuales quedan directamente en la calle o debajo de un puente, como Carpanta.

Imagen: Fer. Fuente: http://cat.bloctum.com

No se sabe si los poderes inoperantes e imperantes, los ocultos y los visibles, saben de este peligro, pero es más que presumible que sí, en cuyo caso estarían preparados para ahogar por la fuerza cualquier levantamiento, cual niño inocente, antes de que se convierta en algo grande. Sí, es más que probable que, como vulgares ladrones, vayan por delante preparando la siguiente trampa. La historia dice que casi siempre gana la sinrazón de la violencia, pero a veces no es posible detener el huracán, sobre todo cuando, como ahora, el hambre campa a sus anchas. Entonces acontece eso que llamamos revolución.
La palabra revolución da pánico a la gente bienpensante. En el subconsciente colectivo, se equipara revolución con sangre, tiranía, decapitaciones, salvajismo…. más que con libertad, igualdad, fraternidad e imperio de todos y no de unos cuantos. Sí, la revolución da miedo pero lo cierto que sólo cuando el miedo desaparece, porque ya se ha pedido todo, estallan las verdaderas revoluciones,
Y eso, que grandes masas humanas lo pierdan todo, ha sucedido desde tiempos remotos y es por eso que las revoluciones aparecen desde que existen las desigualdades sociales. En el Paleolítico, al parecer y para mejor sobrevivir, existían fuertes lazos de solidaridad entre los diferentes grupos humanos, generalmente clanes familiares de unas decenas de individuos. Todo era de todos e imperaba eso que los antropólogos llaman “comunismo primitivo”. Al parecer esto cambió cuando el hombre se hizo sedentario definitivamente, momento en que la actividad humana se volvió más compleja y diversificada, con la incorporación de la agricultura y la ganadería y otros descubrimientos que sacaron a la especie humana de la inercia de la edad de piedra hace apenas unos miles de años. En los primeros núcleos de población permanente podía acumularse alimento sobrante y otras riquezas que los cazadores recolectores paleolíticos ni podían ni sabían conservar. Además, cambio fundamental, apareció la propiedad privada, eso que Pierre Joseph Proudhon consideraba "un robo". De este modo se abrió la caja de Pandora de la desigualdad. La propiedad de todos comenzó a ser administrado no por el común sino por una élite político religiosa, encabezada por reyezuelos bendecidos por sacerdotes. Cuando las diferencias sociales aparecieron, la humanidad se entregó a eso que llaman gobierno, sin sospechar que dicha institución, supuestamente defensora del interés común, en realidad sólo favorece a unos cuantos privilegiados apegados al poder. Y así hemos continuado hasta ahora, sin que apenas unas cuantas revoluciones, primero triunfantes y a la postre fallidas presas de sus propias contradicciones, hayan enturbiado ese orden que niega que todo hombre, y no sólo unos cuantos, pueda ser dueño de su destino.
Para justificarse y consolidarse, todo poder, lo mismo ahora que siempre, se ha esforzado no en bien gobernar sino en aparentar que lo hacía. La principal obsesión de los gobernantes no ha sido dar a cada cual el menú que necesita, sino proporcionarle un plato único a base de engaños más o menos complicados, sustentados sobre mecanismos ideológicos cuyo fin último es simplemente mantener la calma social y evitar revueltas y revoluciones. Los ingredientes más usados de esta bazofia provienen de la religión o el nacionalismo aderezados siempre con un buen puñado de circo. La última incorporación ha sido la publicidad, arma de destrucción pasiva, (la mejor lavadora de conciencias del mercado, señores), que ha demostrado ser mas astuta que su madre, la propaganda. Ese potaje ideológico es como la zanahoria con la que se hace andar al borrico. Pero incluso las más sofisticadas estratagemas también fallan o simplemente se vuelven insostenibles, tal que el estado del bienestar de las últimas décadas. Entonces, los poderosos se atreven incluso a retirarle la zanahoria a las nobles bestias que gobiernan. Es lo que está aconteciendo ya en España, Grecia. Italia, Portugal, Irlanda y otros muchos países con los sangrantes recortes.


Muy bien, pongamos que, por esta osadía de los poderosos, la cosa va tan a peor que termina por estallar una de esas revoluciones que no se puede parar ni sacando al Ejército de sus imperiales catacumbas. Pongamos que la gente está tan desesperada que pierde el miedo de verdad; pongamos que los levantamientos populares se consolidan y triunfan sin derramar demasiada sangre (como sucedió al inicio de la Revolución Francesa) y da comienzo un nuevo orden.
Si así fuese, las probabilidades matemáticas de que la tal revolución acabase en dictadura serían muy altas, simplemente porque casi siempre sucede así. Pero ¿por qué tal fatalidad? Quizás porque, a la hora de replantearse su futuro en colectividad, el hombre ha demostrado siempre poca imaginación y la historia se repite una y otra vez. Así, tras toda revolución, invariablemente el poder recae en manos de unos pocos a las primeras de cambio. Y también invariablemente, esos líderes suelen arrogarse enseguida del mando absoluto. Investida de una especie de mesianismo político, la nueva élite toma decisiones que afectan a millones de personas sin miedo a equivocarse y sin medir demasiado bien las consecuencias de tales decisiones. Muy a menudo todo el poder revolucionario recae en un loco de atar. Es sabido que los delirios políticos de Mao o Stalin dieron lugar a planificaciones garrafales que causaron decenas de millones de personas. Puede que alguien piense que ése es un caso extremo; estoy de acuerdo. Pero eso no obsta para afirmar que el poder corrompe siempre, sea cual sea la ideología sobre la que se sustente. Y si es así es sencillamente porque recae en pocas personas. Es decir, el poder total o el espejismo de éste, como un anillo del mal, hace que todo el que lo posee se vuelva siervo de oscuras fuerzas. Y esto, por unas u otras circunstancias, tarda poco en suceder, incluso si ese poder dimana de una revolución bienintencionada. En este momento, quizás sea oportuno acudir a la etimología. Una de las acepciones de la palabra revolución es “movimiento circular”, es decir, trayectoria que regresa al punto de origen, algo que, como se viene diciendo, se repite una y otra vez a lo largo de la historia cuando se intenta cambiar el orden de ésta. La pregunta es: ¿cómo salir de ese círculo vicioso?

Fuente: http://wiserblog.wordpress.com/
Volviendo a nuestra hipótesis, ¿qué ocurriría si triunfase, dentro de un tiempo, una nueva revolución y cuál sería la forma de escapar a esa condena? La solución podría ser muy sencilla y, a la vez, muy complicada. La clave estaría en no entregar todo el poder a unos cuantos. Eso se lograría atomizándolo al máximo y con una nueva (de verdad) organización política donde se primase la horizontalidad en todos los órdenes. Suena utópico, pero debería partirse de que el hombre, cada hombre, merece y debe participar activamente en las decisiones políticas que le afectan. Pero ello sería muy complicado manteniendo los grandes estados de hoy. Como alternativa, habría que crear pequeños núcleos de población capaces de autogestionarse en todos los ámbitos o de, llegado el caso, decidir, en confederación, sobre todos los asuntos generales. En esta estructura, una suerte de malla política donde todos los nudos estuviesen interrelacionados, cada ciudadano estaría obligado, por el bien común, a decidir siempre sobre cualquier aspecto de su vida y su futuro y, llegado el caso, a ejecutar las decisiones tomadas por las asambleas. Y esta nueva forma de “gobernar”, o sería mejor decir ejecutar las decisiones comunes, en ningún caso sería una oportunidad de medrar (tal como sucede ahora) sino un simple servicio a la comunidad que reportaría si acaso honores pero nunca dividendos. Pero, para ello, como se viene diciendo, habría que pulverizar el poder, junto al antiguo orden, y repartir sus granos de arena entre todos, para que cada cual guardase como oro en paño su ínfima parte.

Imagen: Emory Douglas.
No parece tarea fácil, es de reconocer, pero no ha de considerarse imposible por la simple razón de que no ha sido probada jamás. Los breves experimentos que han ido en esta dirección, como las colectivizaciones de la Barcelona de los primeros meses de la Guerra Civil, han resultado finalmente fallidos porque se les ha estrangulado en la cuna. Pero, supongamos que, casi por milagro, la sociedad se decidiese a caminar hacia una utopía de este tipo, aunque sea por mera supervivencia, que el sueño igualitario comenzase a cristalizar gracias al apoyo de la educación (una educación mucho más audaz, desde luego), a unos principios no demasiado diferentes a las promulgados por los revolucionarios en 1789 (aún perfectamente válidos en esencia) y sobre todo, a una nueva mentalidad basada en la conservación del entorno y no en su destrucción sistemática, como ahora. Suponiendo que deseásemos, en un impulso casi unánime, cambiar de verdad hacia un orden justo e igualitario estaríamos no en el principio de una revolución sino ante un fenómeno mucho más audaz. Y la palabra para calificar ese cambio no sería revolución sino rEvolución, con r minúscula y E mayúscula, donde la r, en una suerte de proceso evolutivo, quedaría como apéndice inservible destinado a desprenderse tarde o temprano, para dar paso a la gran palabra: EVOLUCIÓN. Porque de eso, a fin de cuentas, estaríamos hablando, de Evolución social, política, mental…. Evolución, en todos los sentidos, para sobrevivir a nuestro principal enemigo, o sea, a nosotros mismos. Como diría Charles Darwin, la cuestión sería adaptarse o morir.


miércoles, 2 de octubre de 2013

Tocando con los dedos el Paraíso (XXIV)




No resulta fácil explicar los motivos de estas endémicas y sanguinarias trifulcas por el poder que purgaron una y otra vez a la aristocracia nazarí y debieron desesperar a sus aplicados habitantes. Éstos, madrugadores campesinos, laboriosos artesanos y hábiles comerciantes, verdaderos autores de, seguramente, la mejor economía de Europa en ese momento, debieron pensar que estaban trabajando para una partida de locos. Locos, no obstante, a los que no cabía replicar porque, espada en mano, eran capaces de firmar una breve tregua para reprimir cualquier rebelión que se presentase, sofocada la cual seguirían luchando como diablos entre sí. Tal vez el motivo de tanta sangre derramada fuese, nada más y nada menos, que el soberano placer de ser dueños de la Alhambra, un lugar en el que se podía tocar con los dedos el Paraíso.


martes, 1 de octubre de 2013

Tocando con los dedos el Paraíso (XXIII)



De regreso a nuestro relato histórico-urbanístico, tras las realizaciones del mayor constructor de la Alhambra, ésta quedó prácticamente completada y no sufriría transformaciones de calado hasta la llegada de los cristianos. Sólo otros dos sultanes realizaron, que se sepa, obras dignas de mención y, desde luego, nada originales. A finales del siglo XIV o principios del XV erigió la torre vivienda de las Infantas el sultán Muhammad VII, en un estilo clásico pero algo más rudo que la vecina torre de la Cautiva.

Torre de las Infantas, grabado de F. J. Parcerisa. Recuerdos y Bellezas de España. 1833.

Años más tarde, su sucesor, Yusuf III, reformó el palacio que lleva su nombre que, como hemos dicho, es atribuible a Muhammad III. Además pudo intervenir en una nueva reforma del lado sur del palacio del Generalife. En ese momento, la decadencia, no sólo política sino también artística, del reino nazarí era patente.
Las décadas siguientes, hasta la conquista de Granada por los Reyes Católicos en 1492, se convertirán en una lenta agonía donde el mayor problema del reino serán las luchas intestinas. Éstas, que siempre habían existido, ahora se recrudecen de forma brutal. Más que nunca, la Alhambra tenía a sus peores enemigos no fuera sino en su interior y, por lo mismo, era un lugar verdaderamente inseguro. 


lunes, 30 de septiembre de 2013

Tocando con los dedos el Paraíso (XXII)



Pero, lo que queremos destacar aquí es que la edificación de esta almunia vendría acompañada de una extensión considerable de tierras de cultivo, necesidad constante para los gobernantes de la Alhambra que podría justificar por sí sola su construcción. Tanto esta almunia de los Alijares como otra situada al este y muy por encima del Generalife, la del Dar al Arusa o de la Prometida, constituyen dos de los mayores misterios a resolver del entorno de la Alhambra. 

Restos de Dar al Arusa. Fuente: http://www.esacademic.com
La pregunta que se hacen los historiadores es cómo pudo llevarse el agua hasta ellas dado que su altura haría imposible abastecerlas con las dos acequias anteriores, la del Tercio y la del Generalife. El investigador Luis García Pulido(6) lanza la hipótesis de que tanto los Alijares como Dar al Arusa fueron mandadas construir por Muhammad V quien, para llevar a ellas el necesario caudal, hubo de construir o mas bien aprovechar otra acequia. A ésta él la ha bautizado de Los Arquillos, por la zona en que transita, y de ella ha localizado algunos restos. Dicha acequia tendría una fuente de agua y un recorrido distintos a las anteriores.


(6) Para ampliar información ver tesis de Luis José García Pulido, ligado a la Escuela de Estudios Árabes se doctoró en 2008 con una interesante tesis denominada Análisis evolutivo del territorio de la Alhambra (Granada): El Cerro del Sol en la Antigüedad romana y en la Edad Media.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Tocando con los dedos el Paraíso (XXI)


Sala de los Reyes, en el Palacio de los Leones.

Otra singularidad de este espacio es que su constructor lo fue no sólo nominalmente. Antes hablábamos de que, tras alcanzar la paz con los cristianos, Muhammad V pudo ponerse manos a la obra para completar este palacio, lo que no es ninguna metáfora. Hay datos concretos que corroboran que este sultán no sólo ordenaba construir, sino que también intervenía directamente en el diseño y trazado de sus construcciones. Se sabe, por ejemplo, que se implicó no sólo en el planteamiento sino también en el diseño de otro palacio almunia, el de los Alijares, situado donde hoy está el cementerio de Granada, a un kilómetros al sureste de la Sabika(5). Desde este lugar, que aventuramos podría tener un diseño y decoración tan originales como el palacio de los Leones, obtendría el rey o quien quiera que fuese su ocupante espléndidas vistas del valle del río Genil. 
Vista desde el actual cementerio, donde se conservan los restos del antiguo palacio de los Alijares.
Fuente: http://nuestragranada.blogspot.com.es
(5) Para más información sobre este tema, consultar el artículo de Alicia de la Higuera y A. Morales “La almunia de la Alhambra según dos autores: Ibn Asim e Ibn Zamrak”, Cuadernos de la Alhambra, nº 35, pp. 31-48 y El Alcázar del Nayd y el Palacio de los Alijares de Fernando Nicolás Velázquez Basanta en Miscelánea de estudios árabes y hebraicos. Sección Arabe-Islam.


jueves, 26 de septiembre de 2013

Tocando con los dedos el Paraíso (XX)



Pero ¿cuáles fueron las nuevas realizaciones de este sultán, culto como su padre pero que pudo aún reinar, tras su re entronización, casi 30 años más? Ciñéndonos a la Alhambra, parece que no tardó mucho en ponerse manos a la obra y que su primer impulso fue realizar una amplia remodelación del Mexuar, incluidas reformas en el patio adyacente de Machuca. A éste añadió dos pórticos, del que actualmente sólo uno sobrevive. Luego, para relacionar el espacio del Mexuar con el contiguo de Comares realizó la gran fachada que da paso a este palacio desde aquél otro. Dicha obra, una de las más impresionantes de la Alhambra, la mandó edificar Muhammad para celebrar otro hito histórico de su reinado: la recuperación de Algeciras en 1369, derrotando a Enrique II de Castilla, quien había depuesto y asesinado a su amigo Pedro poco antes.
 
Fachada de Comares.
A partir de ese momento, los acontecimientos históricos favorecerán al siempre precario reino nazarí y su rey obtiene, y aprovecha muy bien, diversas treguas que le permiten ponerse manos a la obra para finalizar la que será su gran creación: el palacio de los Leones. Este palacio ostentaba en época árabe la muy apropiada denominación de al Riyad al Said o Jardín Feliz y es sin duda el más conocido del monumento. No sólo es bellísimo sino además verdaderamente original respecto al resto de la Alhambra. Recordemos que posee pinturas y un grupo escultórico, rasgo muy singular en una construcción musulmana que denota la influencia cristiana a la que nos hemos referido anteriormente.

Palacio de los Leones. Fuente: http://www.radiogranada.es

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Tocando con los dedos el Paraíso (XIX)



Tanto es así que Pedro I, sin duda fascinado por el arte andalusí, decidió, tan sólo dos años después de ayudar a Muhammad, construir para sí un palacio al estilo de la Alhambra en lo que hoy son los Reales Alcázares de Sevilla. Para ello contó con la inestimable ayuda de artesanos llegados desde Granada. 

Patio del yeso, del Real Alcázar sevillano. 
Lo curioso del caso es que, muy poco más tarde, ese influjo regresó de vuelta a la Alhambra y así casi todos los especialistas consideran que la influencia cristiana en las realizaciones de Muhammad V es patente, en especial en su obra cumbre: el Palacio de los Leones. 
Esta empatía entre un rey cristiano y otro musulmán, sumada a otros muchos datos objetivos extraíbles de los anales medievales, desmitifica bastante la famosa Reconquista cristiana, rimbombante idea que aún resuena en los libros de historia. De hecho, en los dos siglos y medio largos que duró el emirato nazarí fueron más los periodos de paz que los de guerra entre cristianos y musulmanes. Y eso pese a que en ese momento Castilla parecía más empecinada que nunca por acabar con su enemigo secular. 

Un cristiano y un musulmán juegan al ajedrez en lugar de hacerse la guerra.

martes, 24 de septiembre de 2013

Tocando con los dedos el Paraíso (XVIII)




Si mencionamos este dato es por dos razones que tienen que ver con la Alhambra. La primera por que sin esas influencias Muhammad no hubiera podido llevar a cabo las grandes realizaciones a las que estaba destinado. En otras palabras: Sin el influjo meriní la Alhambra no sería lo que es. La segunda razón es llamar la atención sobre una cuestión importantísima para entender el arte andalusí y, especialmente, el nazarí que produjo la Alhambra: durante los ocho siglos de poder islámico en la Península, el flujo y reflujo de ideas, personas e influencias fue constante desde una a otra orilla. Y no sólo en el arte sino en todas las esferas imaginables. Además, esos intercambios se produjeron no sólo entre al Andalus y Marruecos, sino también entre el islam peninsular y otras muchas tierras musulmanas, especialmente del Magreb.



Retomando nuestro relato, el exilio de Muhammad V no duró mucho al recibir la notica que tanto esperaba. En la Península acababa de encontrar un valioso aliado, el más inesperado que se pueda imaginar: el rey castellano Pedro I, llamados por unos el cruel y por otros el justiciero. Éste debía ser ya su amigo antes del exilio, pues de lo contrario no le hubiera ayudado tan alegremente a recuperar en 1362 el trono de la Alhambra. Y a esa amistad no sería ajeno el hecho de que compartían un exquisito gusto, una gran afición por el arte y, seguramente, una mente poco convencional, capaz de asimilar nuevas ideas mejor que otros monarcas. 


viernes, 20 de septiembre de 2013

Tocando con los dedos el Paraíso (XVII)



Sin duda, la labor de este sultán hubiera sido más importante, de no haber muerto con sólo 36 años en 1354, asesinado por “un demente”, mientras oraba en la mezquita aljama de Granada, según cuenta Ibn al Jatib, quien fue su visir. A su muerte, asumió el trono su hijo Muhammad V con tan sólo 16 años, llamado a ser el mayor y, al mismo tiempo, el más audaz constructor de la Alhambra. 


Para empezar completó el palacio de Comares, iniciado por su padre pero obra suya si se exceptúa la gran torre y parte de la sala de la Barca. También remodeló la medina alhambreña y la puerta del Vino que da paso a ésta, colocando su nombre en la fachada, pese a que el arco había sido levantado décadas antes por Muhammad III. Asimismo se piensa que pudo empezar, siendo aún adolescente, el palacio de los Leones, en concreto la sala de las Dos hermanas, presuntamente para colocar en ella su trono real. Y poco más pudo hacer porque, con sólo 21 años, su hermanastro Ismaíl le arrebató el poder en 1359. Gracias a la ayuda de Ibn al Jatib, Muhammad V consiguió huir a la corte de Fez, en Marruecos, donde, según parece, estudió con gran interés las grandes construcciones meriníes levantadas unos años antes. 

Panorámica de Fez, refugio de Muhammad Ven el exilio. Fuente: http://www.fez.net

jueves, 19 de septiembre de 2013

Tocando con los dedos el Paraíso (XVI)



Para finalizar, y sólo a modo de hipótesis, Yusuf I podría haber actuado en algún sentido sobre la red hidráulica de la Alhambra. Por ejemplo, ordenando trazar la Acequia del Tercio para aumentar notablemente la zona irrigable e incluso para abastecer barrios de Granada ubicados al sur de la Sabika, como el de Alfajarín, que coincidía más o menos con el Realejo

Vista parcial del Realejo, antiguo arrabal de Alfajarín. Fuente: http://granadabackpackers.es
En su reinado, ya hemos hablado de ello, el emirato sufrió pérdidas territoriales considerables a lo largo de toda su frontera. Aunque la emigración hacia Granada fue constante durante toda la etapa nazarí, tanto de mudéjares procedentes de territorio cristiano como de refugiados granadinos de la zona fronteriza, en época de este emir el problema debió agudizarse por tan especiales circunstancias. Siguiendo con nuestra hipótesis, Yusuf, quien ya demostró gran sentido práctico al construir las dos puertas de la muralla sur, pudo prever perfectamente otro problema que se le venía encima:  una falta de abastecimiento no sólo para la Alhambra, sino para toda la ciudad. La llegada masiva de refugiados y las razzias cristianas en la Vega pudieron comprometer seriamente los suministros de su corte. Al crear una nueva acequia el área irrigada de la Sabika aumentaría mucho, con lo que mejoraría su capacidad de autoabastecimiento notablemente, sobre todo si se producía un eventual asedio cristiano.

Acequia Real. Fuente: http://www.alhambra-patronato.es

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Tocando con los dedos el Paraíso (XV)



Pero, además, Yusuf I se mostró muy preocupado por reforzar las murallas de la Alhambra, con intervenciones decisivas. Por ejemplo, en la Alcazaba construyó la torre Quebrada, sobre la estructura de un viejo torreón zirí. 

Puerta de la Justicia en una recreación pictórica decimonónica.
Pero se preocupó, especialmente, por reforzar el perímetro amurallado. Así, creó dos de sus puertas en el lienzo sur: la de la Justicia, llamada entonces Bab al Sharía o puerta de la Explanada, por celebrarse torneos y demostraciones militares frente a ella; y la puerta de los Siete Suelos, denominada en tiempos nazaríes Bab al Gudur o puerta de los Pozos, al éste de aquélla, y que daba acceso al barrio artesano. Estas dos nuevas puertas respondían a la necesidad evidente de crear sendas entradas a la ciudadela por el lado meridional. Hasta entonces, sólo era posible acceder a la Alhambra por las dos puertas septentrionales: la de las Armas, en la Alcazaba, si se iba en dirección a los palacios, o la del Arrabal, aneja a la torre de los Picos, si la dirección era la medina alhambreña. Asimismo, creó las torres del Cadí y de la Cautiva en el lienzo norte, ésta última una calahorra, o torre palacio delicadísima que expresa a la perfección el clasicismo del arte nazarí.

Fotografía antigua de la torre de la Cautiva y su fastuoso interior.

martes, 17 de septiembre de 2013

Tocando con los dedos el Paraíso (XIV)


Palacio de Comares, con la famosa torre al fondo, obra de Yusuf I.

Por lo que respecta a la Alhambra, la labor de Yusuf I fue ingente. Su obra más conocida es el inicio de la construcción del palacio de Comares, probablemente sobre la base de un recinto anterior. A éste pudo pertenecer la vieja torre que transformó en otra más grande, de hecho la más impresionante de la Alhambra, y en cuyo interior creó el fastuoso salón de Embajadores, uno de los emblemas del monumento. 


Ya dijimos algo de su función simbólica en un artículo anterior, pero este tema merecería un trabajo aparte. Además, incorporó el Mexuar y los dos patios anejos a aquel conjunto palaciego, así como el único baño que queda en la Alhambra, llamado por esa razón de Comares (4). También en la zona de los palacios construyó el delicado oratorio que hay a la derecha del Partal, dotado de espectaculares panorámicas del otro lado del Darro.

El oratorio, al fondo, del palacio del Partal. Fuente: ideal.es
(4) Hoy se sabe que todos los palacios, incluidos el de los Leones o el Partal, contaban con baño propio, pero el de Comares es el único que se conserva, más allá de sus cimientos. Este baño fue construido por Ismaíl I pero su aspecto actual se debe a las remodelaciones obradas por su hijo, Yusuf I.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Tocando con los dedos el Paraíso (XIII)



Con Yusuf I se inicia la etapa más trepidante, desde el punto de vista constructivo, para el monumento nazarí. Yusuf I, erudito y protector de las ciencias y las artes, siempre buscó la paz, cosa harto difícil teniendo enfrente a uno de los reyes castellanos más belicosos: Alfonso XI. Pese a su inferioridad militar, se enfrentó valientemente a su enemigo cuando fue necesario, pero no pudo evitar perder a manos de éste Algeciras y otras plazas claves como Alcalá la Real, tras lo cual pudo sellar una prolongada tregua. 

Alfonso XI, gran rival de Yusuf I.
Luego, cuando su rival volvió a mostrarle los dientes, la suerte vino a auxiliarle: Alfonso XI falleció en 1350 en el sitio de Gibraltar, víctima de la peste bubónica. Además, esta epidemia, la peor quizás sufrida jamás por la Humanidad, no sólo acabó con su enemigo sino que dejó tan malparados a todos los contendientes en liza que forzó una nueva paz, muy bien aprovechada por el sultán nazarí para volcarse en su labor constructora y protectora de la cultura. Por ejemplo, en Granada fundó una madraza, o universidad islámica, de la que se conservan algunos restos en un caserón cristiano que pertenece a la Universidad de Granada.

Sala de oración de la Madraza granadina.

Alhambra inadvertida: Al borde del Extasis

Sueño, fantasía, visión maravillosa, belleza indescriptible... son algunas de las palabras que pueden pasar por la mente de quien contempla,...