domingo, 31 de agosto de 2014

UNA LUZ NUNCA VISTA




8.200 años atrás, en un remoto rincón de la Vía Láctea…..

En la constelación del Lobo, en el límite con Centauro, un sistema binario, formado por dos viejas enanas blancas muy cercanas, está a punto de colapsar. Después de diez mil millones de años de pacífica existencia, las dos estrellas están al final de su vida. Han agotado sus capas de hidrógeno y helio, casi todo su combustible, y malviven sólo del pesado núcleo de carbono y metales, que produce una combustión inestable y subvierte el equilibrio gravitacional que las ha mantenido unidas. Es como si, después de toda una vida de permanente arrullo, las dos mellizas hubieran enloquecido de repente. La tensión ha llegado a tal punto que parecen dispuestas a romper la invisible zona roja que les marca la gravedad, aunque ello suponga su autodestrucción. Afectadas por una suerte de alzheimer estelar, porfían en su actitud, intercambiándose golpes sin tregua. Hasta que sucede lo inevitable: acaban por fusionarse y explotar con tal violencia que generan una supernova de proporciones inconcebibles. Tal será su resplandor que podrá ser observado en la distante Tierra. Aunque eso no sucederá hasta unos 7.200 años después.


A mitad de la primavera del año 1006 de la era cristiana, en la bóveda celeste terrestre irrumpió una luz de color amarillo intenso que brilló como una pequeña luna durante varios días. Luego, su fulgor fue decreciendo hasta ahogarse tres años más tarde. Uno de los astrónomos que lo observaron fue Ibn Maslama al Mayrití, el científico más respetado del califato cordobés. Había nacido en Mayrit, la futura capital de España, por entonces pequeña población fortificada y agrícola en la frontera que separaba al Andalus de los reinos cristianos. En aquel remoto rincón donde convivían soldados y agricultores nació, como raro fruto, Ibn Maslama. No tardaría en recalar en Córdoba, faro de occidente, donde llegó a ser consejero de al Hakam II, el califa sabio. Su prestigio se mantuvo intacto durante el gobierno de Ibn Abi Amir Almanzor, el dictador que, sin atreverse a arrogarse el califato, sí ejerció de facto un poder absoluto en al Andalus. Se dice que Almanzor solía consultar a Ibn Maslama antes de emprender sus aventuras militares contra los cristianos. El hijo de aquél, Abd al Málik, ya dictador de al Andalus en el momento de este relato, continuaba con esa costumbre.
Por eso y, porque, como todos, se hallaba impresionado ante la aparición del misterioso resplandor, aquella noche el poderoso Abd al Málik visitó el observatorio del astrónomo, situado en un promontorio cerca de Medina Azahara, en el piedemonte de la sierra. Al verlo, al Mayrití no se sorprendió. Llevaba tiempo esperándolo. Tras el protocolario saludo, el tirano le expresó su deseo de emprender en pocas semanas una campaña contra los levantiscos aragoneses. Se le veía enervado, pletórico, luciendo su pose de gran general, como si creyese que el cielo le mandaba una buena señal.
Todo lo contrario pensaba Ibn Maslama. Su lectura de las estrellas en los últimos tiempos le inquietaba. Dos años atrás se había producido un raro eclipse híbrido de sol, que había interpretado como un mal augurio para al Andalus. Además, llevaba tiempo intuyendo que a no mucho tardar se produciría una gran conjunción de Júpiter y Saturno en Virgo, fenómeno que arrastra siempre grandes turbulencias. La aparición de esta insólita luminaria, nunca vista antes por el ojo humano, terminaba de confirmar sus malos presagios. Su posición en la constelación del lobo le recordaba el desplome de Roma y le inducía a pensar que todo gran imperio está destinado a desaparecer. 
— Y dime si te parece, como a mí, que esta nueva luna me ayudará a ser aún más grande que mi padre y a terminar de una vez por todas con los bárbaros del norte –dijo Abd Allah.
Ibn Maslama calló durante un instante, dudando qué decir. Finalmente, optó por contestarle con una media verdad.
— Mi señor, no me cabe duda de que la nueva aceifa que vais a emprender resultará victoriosa, tanto que os sentiréis orgulloso de ella, aunque menos de lo que pretendéis.
— ¿Es eso, una simple victoria, lo que anuncia esta nueva luna?
— Nada tiene que ver en esta predicción eso que llamáis nueva luna, que en realidad es un astro nunca visto antes. Si digo que venceréis es por vuestra sobrada capacidad para ejercer el mando y por la indudable superioridad musulmana sobre los cristianos. Sin embargo, y esto si lo he leído en las estrellas, esa hegemonía no tardará en debilitarse y hasta desaparecer. Aunque vos no lo veréis ni yo tampoco. Los que os sucedan lucharán como lobos entre sí, hasta desgarrar al Andalus.
Constelación Lupus, según un viejo grabado.
Abd Allah recibió con un gesto agrio la predicción y se alejó, sin hacerle demasiado caso al que tachó de viejo loco. En efecto, en aquel momento resultaba casi inconcebible imaginar el repentino colapso del califato de Córdoba. Sin embargo, sólo tres años después, muertos ya tanto el sabio como el dictador, estallaría la fitna, la guerra civil que terminaría con la unidad de al Andalus. Si Ibn Maslama lo averiguó simplemente por lo que le contaron los astros o pudo ayudarle también su perspicacia al juzgar los acontecimientos de su tiempo, queda en el más absoluto  misterio.
Restos de la supernova SN 1006, que observó Ibn Maslama.

viernes, 8 de agosto de 2014

Así pudo nacer la música (*)


Nos situamos hace unos 65.000 mil años, en una inhóspita región de Asia Central, al este del Mar Caspio. Un clan de homo sapiens se refugia en una cueva de las inclemencias del tiempo y de las fieras. Es plena noche y duermen profundamente. Ha sido un día duro pero afortunado y han cazado a dos ciervos desprevenidos que bajaban a beber agua. Han vuelto a la cueva y han armado una gran fiesta, han comido hasta hartarse y después, los más felices, han bailado. Todos han dado gracias a los dioses y se han ido a dormir agotados. 
Entre ellos están Loch y Path, los dos jóvenes guerreros protagonistas de esta historia. Como todos los demás, excepto el centinela, duermen a pierna suelta. Han comido más que nadie, casi se han liquidado entre ambos una pierna de ciervo. Hasta la médula del hueso se ha zampado Loch porque es su comida favorita. Para extraer el delicioso tuétano ha debido partir un hueso por la mitad. El hueso tiene un agujero porque en él impactó una lanza. Los huesos de la comilona reposan junto a la cabeza de Loch, que, junto a su amigo Path, está a punto de convertirse en el inventor de la música. 
Para que se produzca el prodigio es preciso que Loch ronque con la suficiente energía como para que sus rebuznos hagan sonar la flauta, cosa que no tarda mucho en pasar. Durante un rato, nadie, ni siquiera el centinela, que está demasiado alejado, puede escuchar las primeras notas musicales de la historia. Finalmente, Path termina por despertarse y contempla atónito el milagro, tanto que coge el hueso con pasión de niño. Y con la misma pasión arroja el hueso al suelo al darse cuenta de que el juego ha terminado. Pero Path no es estúpido y, sobre todo, es muy obstinado. Examina el hueso y lo coloca en el suelo en la misma posición, pero no logra nada. Sin embargo, parece haber comprendido  la relación entre los ronquidos y el hueso. Así, tras no pocas probaturas y exhaustivos exámenes visuales, termina por embocar la flauta de hueso y soplar con entusiasmo. Obtiene un primer sonido estridente que ya le parece un triunfo. Sin embargo, sigue probando hasta que, causalmente, coloca un dedo sobre el agujero del hueso. También por casualidad lo retira, notando, satisfecho, un cambio. Y así pasa un rato delicioso, probando una y otra vez. De vez en cuando, ríe como un niño. 
En lo mejor de su fiesta, no se da cuenta de que ha despertado a la mayoría del clan. Sus congéneres están muy lejos de apreciar su arte en ciernes; desean, más bien, seguir descansando sin interrupciones. Así que, en perfecta sincronía, apedrean al músico troglodita hasta derribarlo, notas de percusión que ponen fin al que pudo ser y no fue, el primer concierto de la historia. La humanidad no estaba preparada todavía.



(*) El verdadero título es Así pudo nacer la música pero no lo hizo. Excusen, pero es que si lo pongo largo luego no sale en el facebook bien.

Alhambra inadvertida: Al borde del Extasis

Sueño, fantasía, visión maravillosa, belleza indescriptible... son algunas de las palabras que pueden pasar por la mente de quien contempla,...