Esta segunda aventura
arranca, desde luego, de hechos reales: los ataques de naves normadas a las
costas peninsulares, las razzias que se produjeron alrededor de 844 en varias
ciudades andalusíes, entre ellas Sevilla; la respuesta de los andalusíes, que
derrotaron y pusieron en fuga a los “mayús” o magos, como llamaban los árabes a los vikingos.
Historiadores como al Maqqari hablan de una derrota total, con la muerte del
capitán normando, y la posterior visita de una embajada vikinga a Córdoba, en
noviembre de 844, pidiendo la paz.
![]() |
Desembarco vikingo en el Tapiz de Bayeux (siglo IX). |
Abderrahmán, como ya sabemos,
no desdeñaba las negociaciones y, para evitar nuevos ataques decidió enviar al
País de los Normandos una legación encabezada por nuestro Yahya ben Hakam al
Bakrí ya que poseía “una mente aguda, rapidez de inventiva, habilidad en la
réplica, valor y perseverancia, y
sabía entrar por todas las puertas”. Al Gazal eligió de nuevo como
lugarteniente, cómo no, a su fiel compañero al Munayqilah.
Comienza el viaje con una de
esas coincidencias con el relato de Bizancio de las que hemos hablado: nada más
partir de Silves, una tormenta azota las naves en un punto de la costa
denominado Aluwiya, que podría ser identificado lo mismo con el cabo de san
Vicente que con el de Finisterre.
Tras una primera escala para reparar las
naves, posiblemente en el suroeste de Irlanda, llegan finalmente al reino
vikingo, que es descrito como “una isla o una península”, rodeada de muchas islas, todas ellas habitadas. Ibn Dihya dice
de aquellas gentes: “Eran paganos pero ahora siguen la fe cristiana y han abandonado el culto al Fuego”. Este dato concuerda con los hechos
históricos, ya que los normandos se cristianizaron a principios del siglo IX.
A
este primer detalle verosímil del relato siguen, no obstante, otros poco
creíbles. Así, nada más llegar los andalusíes, al Gazal pide a sus anfitriones
que nadie se arrodille ante él, con tal de no tener que hacer lo mismo él ante
nadie. Este dato da paso a la famosa anécdota de la puerta baja que ya se
describía en la crónica de Bizancio y que aquí se repite casi en los mismos términos. También este rey se
siente impresionado y exclama: “Tuvimos la intención de humillarlo y nos ha
saludado con la suela de sus zapatos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario