martes, 31 de diciembre de 2019

SICILIA, GUÍA DE SENSACIONES: Mafia y Tráfico

Fuente: https://www.thelocal.it/

Si piensas en Sicilia, indefectiblemente sale a relucir la Mafia, un sambenito que los sicilianos, como es lógico, tienden a esquivar. No es que no exista, se puede llegar a captar. Supongo que la presencia de la Cosa Nostra todavía se puede observar en ciertas miradas más profundas que un pozo. Como la que me dedicó un sacerdote en Catania desde el interior de una tienda de objetos religiosos, que ni el cura del Padrino.


Muy pocos sicilianos estarían encantados de departir con un turista de ese tema. Lo que no obsta para que en las tiendas de recuerdos se ofrezcan en camisetas o ceniceros con la efigie de Marlon Brando. Es de suponer que alguno de estos negocios será propiedad de facinerosos. Lo mismo que hoteles, restaurantes y otros establecimientos turísticos. Visto de esta forma, a la Mafia le conviene que haya muchos visitantes y que nadie les toque so pena de…. Pero, por supuesto, nadie te va a hablar de asunto tan incómodo.
Aunque puede saltar la sorpresa y que alguien te saque el tema sin preguntar. Sucedió también en Catania. En un restaurante, cercano al mercado del Pescado, descubrí un altar dedicado a un fallecido, a la manera de los antiguos romanos, con un piano, fotos y una guitarra. Allí es muy común ver carteles por la calle recordando el aniversario de la muerte de tal o cual persona. Al ver mi interés, la dueña del local se me acerca y me dice, con gran dignidad: fue un periodista asesinado por la Mafia en los 60. Y que todos en la isla deberían recordarlo, aunque ya nadie lo haga.


Encontré otra pista de que la Cosa Nostra sigue activa en la céntrica y comercial calle Vittorio Emmanuelle de Palermo. Sobre la puerta de un edificio decimonónico colgaba un cartel que decía bien a las claras: “Mafia No”. Lo más llamativo es que el rótulo estaba escrito sobre la bandera arcoiris. Parece que los mafiosos la tienen tomada con los homosexuales. ¡Qué cosa más rara!.


Aparte de algunos mafiosos escondidos, los sicilianos son encantadores, de una simpatía sobria pero sincera, propia de gente invadida desde siempre. Por eso no hay cuidado. 
El peligro aparece cuando se ponen al volante. Pude comprobarlo durante los 7 días que viajamos por la isla, yendo de occidente a oriente, como la trinacria. Ya en la primera jornada, me quedó bien claro que para ellos no hay reglas. En las calles de Trápani, una apacible ciudad provinciana, los coches no respetan el ceda el paso. Simplemente, el primero que llega se hace con el sitio. Y en carretera, nadie respeta ni los límites de velocidad, ni la línea continua; y los adelantos son de infarto. Dentro de las ciudades, el tráfico es especialmente caótico, más cuanto mayor sea la urbe. Nunca se respetan los pasos de cebra, en ocasiones ni los semáforos. Algo nunca visto nos ocurrió ya de regreso a Palermo, antes de entrar en la ciudad en una carretera de circunvalación. Pese a la prohibición de superar los 90 por hora, un autobús se nos acercó a gran velocidad por detrás dándonos las largas para que nos apartásemos, como si fuera un automóvil de gama alta. Pero eso estaba fuera de toda lógica, dada la densidad del tráfico. Estas y otras infracciones, que son poco frecuentes en España, allí son la norma.
En Agrigento expresamos nuestra alarma a una joven muy servicial que administraba nuestro alojamiento. Le pregunté si ella también conducía así. Levantó los hombros y dijo simplemente con una sonrisa: “Ancora peggiore”. ¿Cómo alguien de aspecto tan angelical puede manejarse al volante como un demonio? Y, cuando entregamos el coche de alquiler, en el rent-a-car mostraron una fría extrañeza al no detectar ni un rasguño y no poder, por consiguiente, cobrarnos un buen pico por desperfectos. Mire usted que fastidio.
Cartel publicitario de una aseguradora en Palermo.


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