jueves, 19 de diciembre de 2019

SICILIA, GUÍA DE SENSACIONES: De bizantinos, árabes y normandos


Mapa del Mediterráneo (c. 1745). Fuente: Wikipedia.
 La centralidad en el Mediterráneo de Sicilia ha hecho de su Historia pura ebullición. Tras las guerras de conquista, la isla se ha levantado una y otra vez, a menudo bajo la forma de curiosas simbiosis.
Una de las más interesantes brotó del encuentro de dos pueblos, en apariencia muy diferentes; los árabes, dueños de la isla entre los siglos IX y XI, y los normados (antes vikingos) procedentes de Francia, sus dominadores las siguientes dos centurias. La expresión de ese abrazo está en el llamado arte árabe normando, declarado en 2015 patrimonio Universal por la UNESCO, que en realidad, hay que aclararlo, debería llamarse más bien bizantino, árabe normando, porque en él también está presente la cultura greco romana de Bizancio.

Abside bizantino en la Capilla Real del Palacio de los Normandos, Palermo.
Para explicar su génesis, valga recordar la llegada de mercenarios normandos a Italia, para servir a distintos feudos que guerreaban entre sí. Seguramente porque procedían de climas fríos, apreciaban las bondades del Mediterráneo.  Digo esto porque los hombres del norte tardaron poco en librarse de sus señores para dirigirse al sur, en busca de su propia tierra prometida. Hacia mitad del siglo XI, el Islam había enraizado en la isla. Como en al Andalus, los dominadores musulmanes coexistían junto a judíos y cristianos (en este caso griego ortodoxos).

Guerreros normandos. Fuente: http://www.italiamedievale.org/
La batalla por someter a esta sólida civilización fue dura, pero al fin, hacia finales del XI, los normandos conquistaron por completo la isla. Lejos de machacar inmisericordemente a los sarracenos, los pusieron a su servicio. Como hicieran antes Alejandro Magno o los árabes para forjar sus imperios, los normandos, de religión católica, respetaron  las creencias y costumbres de sus sometidos: judíos, griegos y árabes. Estos últimos, los más respetados, incluso conservarían ciertas áreas de poder, de modo que su colaboración fuese sincera y efectiva.

Encuentro entre caballero y dama vestida a la manera islámica (y con niqāb). Traviesa VI-B-184, Sala Magna del Palacio Chiaromonte-Steri en Palermo (c. 1377-1380). Fuente: F. Bologna, Il soffitto della Sala magna allo Steri di Palermo e la cultura feudale siciliana nell’ autunno del Medioevo, Palermo 1975.
De esta inteligente estrategia nació una de las expresiones artísticas más originales de la Historia del Arte.  Y, también, a mi parecer, lo más interesante del patrimonio siciliano, lo que es mucho decir. En edificios como la Capilla Palatina de Palermo, de planta griega, los mocárabes de los artesonados árabes congenian a la perfección con maravillosos mosaicos y frescos bizantinos. 

Interior de la Catedral de Monreale.
Las torres románico-normadas ganan esbeltez con las delicadas columnas geminadas y los arcos ojivales de origen árabe. La iconografía católica convive sin problemas con la escritura árabe o las taraceas de mármol, en un recinto cristiano pero de alma sincrética. En la catedral de Monreale hay lápidas y estelas funerarias con textos en todas las lenguas de aquella Sicilia multicultural: latín, griego, árabe y hasta hebreo. Un detalle que me llamó especialmente la atención fue la capa de Roger II, el monarca (casi emir) que llevó a los normandos a la cima de su esplendor. Sobre su tapete de seda roja dos camellos son devorados por sendos leones (¿los primeros gatopardos?). 

Una inscripción en letra cúfica declara en árabe la fecha de la coronación de aquel rey sabio, quien, como Alfonso X de Castilla, combatió pero apreció también a una civilización que veía superior.
Pero no todo es decoración. En la pequeña iglesia de san Juan de los Eremitas el tiempo ha despojado las paredes y columnas de sus lujosos encajes pero no le ha robado su esencia, que no es sino tolerancia. Un pequeño claustro católico se aviene perfectamente con sus cúpulas orientales.

Iglesia de san Juan de los Eremitas, Palermo.
El arte bizantino árabe normando es, ante todo, mestizo, como el Mudéjar español. Y, cómo en éste, artesanos musulmanes trabajaron de buena gana para sus señores cristianos, teóricamente sus peores enemigos. ¿O será que no eran tan enemigos como se suele creer? Chi lo sa. En cualquier caso, para terminar, vendrá bien recordar unas palabras del historiador inglés John J. Norwich, autor de una obra de referencia sobre los normados sicilianos:
La Sicilia normanda sobresalió en Europa –y, de hecho, en todo el intolerante mundo medieval– como un ejemplo de tolerancia e ilustración, una lección en cuanto a qué debía sentir cada ser humano respecto a aquellos cuya sangre y creencias eran diferentes a las suyas propias.

Taracea marmórea de estilo árabe.



2 comentarios:

Manuel Linares dijo...

Ángel,como compamigo,sugiero que se lea algo sobre Federico II de Hohenstaufen,rey de Sicilia,,emperador del Sacro Imperio y conquistaddor en forma pacífica de Jerusalén.Hombre adelantado a su tiempo que topó con la Iglesia(¿) y que refleja en su persona perfectamente ese crisol cristiano-musulman-judío de los siglos XII-XIII que tanto se aprecia cuando ocurre.Un abrazo.

Jesús Cano Henares dijo...

Muchas gracias por el comentario y la lectura. Sobre el ínclito Federico II.m este rey es otra prueba de la singularidad de Sicilia, que depara sorpresa tras sorpresa. Si no lo mencioné fue por no extenderme en la explicación histórica, que ya de por sí era larga, pues el tema era el Arte. No obstante,éste u otros, como la relación entre Sicilia y al Andalus, merecerían artículos aparte. Saludos y ¡¡Felices Pascuas!!

Alhambra inadvertida: Al borde del Extasis

Sueño, fantasía, visión maravillosa, belleza indescriptible... son algunas de las palabras que pueden pasar por la mente de quien contempla,...