viernes, 27 de diciembre de 2019

SICILIA, GUÍA DE SENSACIONES: Gatos, leones y gattopardi

Gato de Cefalú.

No sé si es porque me fascinan y los detecto siempre. O porque los sicilianos los adoran a la usanza de los antiguos egipcios, pero en Sicilia abundan los gatos y no tanto los perros. 

Gatera en Calascibetta.
Los ves por las calles, en los palacios desvencijados, asomando la cabeza por las gateras o luciendo rampantes (y de piedra) en numerosos escudos. En este caso serían gattopardi, el emblema de los nobles sicilianos, verdaderos gobernantes hasta 1860, incluso por encima de los reyes borbónicos.


También, y esto no es nada original, se ven estatuas de leones. Así, delante del Teatro Massimo de Palermo, el segundo templo operístico del Mundo tras la imbatible Scala milanesa. 


No tan común es descubrir colgado en una esquina un bajorrelieve de un león del Atlas, de los que devoraban cristianos en los anfiteatros romanos. Y en la calle siguiente dos gatos acicalándose uno a otro despreocupadamente sobre el capó de un coche. Con detalles así es inevitable enamorarse de las calles de Palermo.


En ese viaje por la isla de los tres picos, del que tanto hablo y que nunca cuento, los gatos fueron una presencia constante. Por ejemplo, en la punta oeste, en Trapani, manadas de gatos tomaban el sol en los malecones mirando a las islas Égadas, soñando quizás con montañas de ratones insulares. En Catalgirone, ciudad de alfareros, de tan dóciles parecen figuras de cerámica.

Haciendo amistad con un gato de Catalgirone.
Y en la isla de Ortigia, en Siracusa, se les puede ver encarándose a los perros, protegidos por las rejas del ruinoso templo de Apolo.

Gatos de Ortigia defienden su territorio.
En Catania a los gatos se les mima como amuletos vivos contra la furia del Etna. Además, agradan al famoso elefante de la Piazza del Duomo, que siempre anda mirando al suelo por pavor a los roedores.


Pero es en Cefalú donde proliferan especialmente. Se les ve esperar furtivamente a la puerta de los restaurantes o caracoleando alrededor de los turistas. Y se dejan fotografiar por éstos haciendo malabares sobre un macetón con una raspa de pescado en la boca. 

Gatos de Villa Palagonia, Bagheria.

Muy cerca de allí, en Bagheria, los mininos son los únicos habitantes de Villa Palagonia. Hacen compañía a sus grotescas estatuas, que ríen aún tan alocadamente, como hicieran en su día los petimetres que asistían a sus despendoladas fiestas.

Fantoches de Villa Palagonia.

No molestar al gato (con cucamonas).



No hay comentarios:

Alhambra inadvertida: Al borde del Extasis

Sueño, fantasía, visión maravillosa, belleza indescriptible... son algunas de las palabras que pueden pasar por la mente de quien contempla,...