En el capítulo precedente, no mencioné a Clara, la
asistente de la duquesa de Palma, una joven nacida en el Algarve y, como
portuguesa, encantadora. Viene bien recordarla en esta entrada sobre el comer y
el beber, tan fundamental en todo viaje. Gracias a ella encontramos dos
restaurantes magníficamente ubicados y además buenos, algo no tan sencillo si
pululas por esas guirilandias del mundo.
No, no es tan fácil sentarse en una terraza y evitar pizzas
y paninis acortonados. En Granada pasa eso en Plaza Nueva y aledaños con las paellas
o la tortilla de patatas de franquicia. No es que no haya paninerías con
deliciosos bocadillos y pizzas, pero, dicho esto para
toda Sicilia, hay que buscarlas. En Palermo encontramos una con un escaparate donde el pizzero preparaba la masa para deleite de los guiris.
Volviendo a Clara, la portuguesa dio en el blanco al
dirigirnos a la vía Alessandro Paternostro. Calle universitaria de nombre
rimbombante, está llena de restaurantes y locales de copas con precios asequibles
casi siempre; nosotros nos quedamos con el Scolapasta, un bar con terraza y
comida preferentemente siciliana. Además, el alcohol lo suministran los del bar
de enfrente, el Garibaldi, con cerveza y vinos de la isla a buen precio (4
euros, lo normal son 5). No fue la primera vez que apreciábamos esa simbiosis
entre dos locales cercanos y bien avenidos. Desde el Garibaldi una selección de
música vintage muy de mi gusto animaba nuestra terraza. Junto a estos dos
locales, se abre una placita con varios locales más, igualmente animados.
Ambas fotos extraídas de tripadvisor. |
Fuimos dos o tres veces al Scolapasta, antes y al
volver de dar la vuelta a Sicilia, que de eso hablaré en otra entrada. Nada como
encontrar un bar a tu medida, en el que hablas no en inglés sino en
“espaliano”: le preguntas al camarero en español y te contesta en italiano. Y
sin problema.
Otro local recomendable en Palermo es una antigua
librería, cuyo nombre no puedo recordar. Las paredes altas y viejas, revelaban
que estábamos en pleno corazón del casco antiguo. Allí pude por fin probar el
cuscús siciliano, de herencia bereber.
En primer término, cuscús siciliano. |
Fuera de Palermo la cosa fue así así. Mencionando lo
bueno, recuerdo un restaurante en Cefalú, a 70 kms. de Palermo. Pese a que no
hacía bueno del todo, cenamos, como siempre que podemos, en la terraza.
A
nuestros estómagos les sentó bien una deliciosa sopa caliente de verduras y
legumbres (soja, seguramente) con, supongo, algo de queso. Luego, pescado a la
plancha de diversas variedades, acompañado con birra Messina con un toque de
sal. Nos gustaron tanto los vasos, sólidos y elegantes, de esta sabrosa cerveza
que nos hemos traído dos.
Una bebida no alcohólica que hay que probar es la
granita. Este consistente sorbete con fruta del tiempo, naranja roja en nuestro
caso, sabe huele y hasta es bonito de ver.
Fuente: https://es.napolike.com/ |
Metidos ya en dulces, en Sicilia, como en toda Italia,
por doquier hay cafeterías que son a la vez pastelerías-heladerías. Por tanto la
variedad de postres es amplia. Los expositores muestran golosinas moriscas a
base de almendra, parecidas en sabor y aspecto a las de España; o coloridos
pastelillos de galleta coronados con una cresta de crema.
Pero los dulces más
conocidas son la casatta y los cannoli, de origen árabe. Allí, y eso no deja de
sorprender, todo lo más rico y muchos nombres de lugar son árabes. Pero yo quería probar un rico helado y elegí un
cannolo siciliano. Me lo zampé alegremente Cefalú, con vistas al mar, sobre un
rompiente donde levitaban gaviotas. Imposible describir su mezcla de sabores:
queso ricotta con cítricos y frambuesa, con un leve toque de vino oloroso, todo
abrazado por un canuto de masa crujiente frito en aceite de oliva y,
finalmente, congelado.
Cannoto helado siciliano. |
Ya que he citado el vino, diré que en eso, como en
todo, la isla de la Trinacria (1) es feraz. Hay caldos de uvas locales y
foráneas, blancos, tintos, pero también fortificados de alta gradación. De este
último tipo es el más afamado de todos, el marsala (nombre árabe, cómo no). Pude
probar uno excelente en el palazzo dei Lanza Tomasi. Me recordó al vino
amontillado que en Jerez llaman “alfonso”. No en vano, parece que, una vez más,
fueron los españoles, andaluces seguramente, los que introdujeron la técnica y
las imprescindibles barricas con madre (2).
(1) La trinacria es el símbolo de
Sicilia y figura en su escudo. Hablaré más adelante de ella.
(2) En este caso, madre significa poso de vino añejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario