viernes, 13 de diciembre de 2019

SICILIA, GUÍA DE SENSACIONES: Cantinas



En el capítulo precedente, no mencioné a Clara, la asistente de la duquesa de Palma, una joven nacida en el Algarve y, como portuguesa, encantadora. Viene bien recordarla en esta entrada sobre el comer y el beber, tan fundamental en todo viaje. Gracias a ella encontramos dos restaurantes magníficamente ubicados y además buenos, algo no tan sencillo si pululas por esas guirilandias del mundo.
No, no es tan fácil sentarse en una terraza y evitar pizzas y paninis acortonados. En Granada pasa eso en Plaza Nueva y aledaños con las paellas o la tortilla de patatas de franquicia. No es que no haya paninerías con deliciosos bocadillos y pizzas, pero, dicho esto para toda Sicilia, hay que buscarlas. En Palermo encontramos una con un escaparate donde el pizzero preparaba la masa para deleite de los guiris.


Volviendo a Clara, la portuguesa dio en el blanco al dirigirnos a la vía Alessandro Paternostro. Calle universitaria de nombre rimbombante, está llena de restaurantes y locales de copas con precios asequibles casi siempre; nosotros nos quedamos con el Scolapasta, un bar con terraza y comida preferentemente siciliana. Además, el alcohol lo suministran los del bar de enfrente, el Garibaldi, con cerveza y vinos de la isla a buen precio (4 euros, lo normal son 5). No fue la primera vez que apreciábamos esa simbiosis entre dos locales cercanos y bien avenidos. Desde el Garibaldi una selección de música vintage muy de mi gusto animaba nuestra terraza. Junto a estos dos locales, se abre una placita con varios locales más, igualmente animados.


Ambas fotos extraídas de tripadvisor.
Fuimos dos o tres veces al Scolapasta, antes y al volver de dar la vuelta a Sicilia, que de eso hablaré en otra entrada. Nada como encontrar un bar a tu medida, en el que hablas no en inglés sino en “espaliano”: le preguntas al camarero en español y te contesta en italiano. Y sin problema.
Otro local recomendable en Palermo es una antigua librería, cuyo nombre no puedo recordar. Las paredes altas y viejas, revelaban que estábamos en pleno corazón del casco antiguo. Allí pude por fin probar el cuscús siciliano, de herencia bereber.

En primer término, cuscús siciliano.
Fuera de Palermo la cosa fue así así. Mencionando lo bueno, recuerdo un restaurante en Cefalú, a 70 kms. de Palermo. Pese a que no hacía bueno del todo, cenamos, como siempre que podemos, en la terraza. 


A nuestros estómagos les sentó bien una deliciosa sopa caliente de verduras y legumbres (soja, seguramente) con, supongo, algo de queso. Luego, pescado a la plancha de diversas variedades, acompañado con birra Messina con un toque de sal. Nos gustaron tanto los vasos, sólidos y elegantes, de esta sabrosa cerveza que nos hemos traído dos.


Una bebida no alcohólica que hay que probar es la granita. Este consistente sorbete con fruta del tiempo, naranja roja en nuestro caso, sabe huele y hasta es bonito de ver.

Fuente: https://es.napolike.com/
Metidos ya en dulces, en Sicilia, como en toda Italia, por doquier hay cafeterías que son a la vez pastelerías-heladerías. Por tanto la variedad de postres es amplia. Los expositores muestran golosinas moriscas a base de almendra, parecidas en sabor y aspecto a las de España; o coloridos pastelillos de galleta coronados con una cresta de crema. 


Pero los dulces más conocidas son la casatta y los cannoli, de origen árabe. Allí, y eso no deja de sorprender, todo lo más rico y muchos nombres de lugar son árabes. Pero yo quería probar un rico helado y elegí un cannolo siciliano. Me lo zampé alegremente Cefalú, con vistas al mar, sobre un rompiente donde levitaban gaviotas. Imposible describir su mezcla de sabores: queso ricotta con cítricos y frambuesa, con un leve toque de vino oloroso, todo abrazado por un canuto de masa crujiente frito en aceite de oliva y, finalmente, congelado.
Cannoto helado siciliano.
Ya que he citado el vino, diré que en eso, como en todo, la isla de la Trinacria (1) es feraz. Hay caldos de uvas locales y foráneas, blancos, tintos, pero también fortificados de alta gradación. De este último tipo es el más afamado de todos, el marsala (nombre árabe, cómo no). Pude probar uno excelente en el palazzo dei Lanza Tomasi. Me recordó al vino amontillado que en Jerez llaman “alfonso”. No en vano, parece que, una vez más, fueron los españoles, andaluces seguramente, los que introdujeron la técnica y las imprescindibles barricas con madre (2).


(1) La trinacria es el símbolo de Sicilia y figura en su escudo. Hablaré más adelante de ella.


(2) En este caso, madre significa poso de vino añejo.


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