jueves, 12 de septiembre de 2013

Tocando con los dedos el Paraíso (XI)



La última piedra para completar este entramado urbano la puso Ismaíl I, el quinto sultán, que inauguró una nueva línea dinástica, pues descendía de una rama colateral de los Nazaríes. En efecto Ismaíl era nieto de Muhammad II pero no hijo de Muhammad III, sino de la hermana de éste, Fátima. Aludimos a esta cuestión, un tanto farragosa, porque a Ismaíl se atribuye la construcción de la Rawda, o cementerio real, que terminó de configurar la estructura urbana.

Emplazamiento del cementerio real, hoy apenas cimientos. Foto: http://fin-de-semana.org
Todo indica que esta construcción, situada junto a la calle Real Baja, entre la mezquita y la zona palaciega, fue erigida para legitimar, de algún modo, el trasvase dinástico. En efecto, se conservan algunas de las lápidas funerarias reales, entre las que figura no sólo la del propio Ismaíl, sino también las de su abuelo, Muhammad II, de quien se consideraba sucesor, y las de su hijo y heredero, Yusuf I. En cambio se sabe que sus otros antecesores en el trono, Muhammad I y Muhammad III, fueron inhumados extramuros de la Alhambra, en un antiguo cementerio llamado de la Sabika. Las teorías más fehacientes, apoyándose en Ibn al Jatib (3), aventuran que Ismaíl colocó bajo la qubba central de la Rawda el cadáver de su abuelo y luego reservó dos espacios para él mismo y su inmediato sucesor.



Detalle de una de las pinturas de la sala de los Reyes, llamada así precisamente por  este lienzo de cuero.


(3) El conocido visir e historiador recuerda unas décadas más tarde que Muhammad Il “fue enterrado en una tumba aislada en el panteón de sus antepasados, al este de la mezquita real, en los jardines contiguos a la casa real. El segundo que fue enterrado en aquel lugar fue su nieto el sultán Abu l-Walid (Ismaíl) y después un tercer noble de su posteridad, es decir, el sultán Abu l-Hayyay (Yusuf I), biznieto suyo (de Muhammad II)”.  Nótese que, según Ibn al Jatib, tras Muhammad II, fue inhumado su nieto ismaíl, pero no su hijo, Muhammad III ni el hermano de éste y sucesor, Nasr, que no pertenecían a la misma rama de Ismaíl. La ausencia de las lápidas de aquéllos en la Rawda confirmaría las palabras del visir y polígrafo granadina. Para más detalles, ver Ibn al Jatib: Al Lamha al badriyya fi dawla al nasriyya, traducción de José Casciaro Ramírez, Historia de los Reyes de la Alhambra, Granada, 1988, p. 88.

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