miércoles, 7 de diciembre de 2016

Otoño en Corea (VII)



Por la tarde, nos dirigimos hacia la manifestación para exigir que la presidenta Park dimita. Ha habido concentraciones anteriores pero sin la importancia de la de hoy. Ya por la mañana por toda la ciudad pululaban diferentes colectivos ataviados con chalecos coloridos que los identificaban: conductores de autobús urbano, trabajadores en precario (éstos muy numerosos y de verde)  o grupos llegados de diferentes regiones. 

Conductores de autobús en una concentración
Un grupo de trabajadores en precario.
Uno de los más activos es el de familiares de la tragedia del ferry Sewol. En la primavera de 2015 este buque naufragó llevándose la vida de 293 pasajeros, la mayoría adolescentes en viaje de estudios. La investigación, que podría implicar a la naviera e incluso al gobierno, ha resultado demasiado opaca para contentar a los padres y ahora los del Sewol se han convertido en un grano en el culo para la Administración.
Puesto de los familiares de la tragedia del Sewol. Las notas son muestras de condolencia o apoyo.
Antes de la manifestación se han leído proclamas, coreado canciones tradicionales y hasta algunos se han echado un bailecito. Se va a recorrer una gran avenida que finaliza justo en el punto donde se halla la estatua del almirante Yi sun Shin. No es una casualidad. El pueblo coreano sigue considerándolo un símbolo de rectitud y entrega a la patria, un espejo donde mirarse ante atropellos como el que sufre actualmente.
La estatua de Yi Sun Shin, al fondo.
Nos colocamos frente a uno de los escenarios y nos sentamos porque ya es hora de cenar. Una de mis cuñadas ha sido previsora y ha traído unas bebidas y rollos de gimbap, una variante coreana del sushi, pero con mayor número de ingredientes y el arroz empapado en aceite de sésamo. Deliciosos y muy oportunos.
Gimbap con kinchi, típicamente coreano. Fuente: Wikipedia.
Frente al escenario, diferentes personajes, de todas las edades, van compareciendo. Algunos son cabecillas de la protesta, otros ciudadanos anónimos, hay estrellas de la televisión o actores famosos, también habla un anciano filósofo, con tan poca energía que apenas se le oye. Mi mujer hace lo que puede para ayudarme a entender. Por supuesto, todos piden la dimisión de la presidenta Park tras enunciar las graves razones que les llevan a tal exigencia.


En la mani, mi mujer y dos de sus hermanas. Otra llegaba después.
Llega un momento, tras cinco o seis horas, en que decidimos marcharnos. Esta noche dormimos en la casa de mi cuñada quinta. Que, cómo no, vive en el quinto pino. El metro está hoy especialmente hasta los topes. Los vagones son latas de sardinas. Tras hora y medio de suburbano, aún tenemos que coger un taxi para llegar. Cosas de las grandes urbes.

Era peor que esto, os lo aseguro. Fuente: http://postalesdesdecorea.blogspot.com.es/

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Ciertamente genial...

Saludos

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