sábado, 17 de diciembre de 2016

Otoño en Corea (XII)



Tonteando con las máscaras coreanas.
De nuevo en camino, nos detenemos para comer. En Corea las áreas de servicio ofrecen comida económica y de buena calidad. Nada que ver con España, donde dejan mucho que desear. Por ejemplo, dos menús con plato principal y varios platillos de guarnición salen por unos 12 o 13 euros. Además, afuera hay puestos de comida rápida por si se tiene más prisa.

Con mi caballa al horno y sus tapas.
Se ha hecho bastante tarde y anochece sobre las cinco y media. Antes de buscar un alojamiento, decidimos dirigirnos a la cercana costa este para ver el mar. A partir de ese momento, el terreno montañoso se abre en una amplia llanura, jalonada de tanto en tanto por colinas arboladas en medio de arrozales. No tardará el paisaje rural en mutarse en zonas industriales. Esta región, Gyeongsang, es una de las más prósperas y también de las más conservadoras. Dice mi mujer que la han favorecido siempre sus políticos de derechas, que han copado el poder en los últimos tiempos. La misma presidenta Park, a punto de ser destituida, es originaria de aquí.

Estamos cerca de la ciudad de Pohang, primer centro siderúrgico del país y sede de grandes astilleros. Los astilleros de Corea son los más potentes del Mundo y eso se nota. 
Instalaciones siderúrgicas del gigante POSCO en Pohang. Un horror. Fuente: ww.flickr.com/photos.
Pohang también fue el escenario de la primera gran batalla de la Guerra de Corea. En sus playas desembarcaron en 1950 las primeras tropas de la ONU y Estados Unidos que hicieron frente a la invasión comunista del Sur de Corea.
Soldados norteamericanos desembarcando en 1950.
Sin darnos cuenta llegamos junto al puerto. Frente a nosotros ruge el Océano Pacífico, pese a lo cual hay locos que se atreven a cabalgar con una tabla sobre las ásperas olas. Y eso en pleno crepúsculo. 

En el centro izquierda, el loco de la tabla.
Este punto es uno de los favoritos de los surfistas coreanos y está lleno de establecimientos especializados. La sordidez urbanística no lo convierte en un lugar bonito, pero lo que cuenta es la bravura del oleaje.

Tras tomar un café en un coffeshop para surfistas, nos dirigimos hacia Yeongdeok, otra ciudad de la costa algo más al norte, conocida por sus maravillosos amaneceres. En este lugar, muy turístico, también parecen estar de feria. Hay neones por todos lados. Me resulta un poco decepcionante, demasiado contaminado por la sinergia turística. 

Al contrario que en Suanbo (la ciudad balneario) u otros lugares, noto escasa cordialidad en el trato. Y mucha menos calidad en los alojamientos. Pagamos lo mismo que en Suanbo por el hotel pero con servicios a años de luz. Eso sí, el baño tiene uno de eso váteres informatizados (Samsung, por supuesto), con un tubito para limpiarse las partes. 


¿Queda claro para lo que sirve el tubito?

Sin embargo, son aparatos en vías de extinción. En mi anterior visita, hace ocho años casi, los había en todas partes y ahora han prácticamente desaparecido, como una moda pasajera. Una amiga nos dijo después que resultan un engorro para limpiar y la gente se ha hartado de ellos. Estas cosas sólo pasan en Corea.

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