Al
despertar, nos recibe un día radiante y templado. A poca distancia de Suanbo queda la aldea de Hahoe. Es uno de los lugares declarados
Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y cuna de una de las tradiciones más
genuinas de la península coreana: el baile de máscaras bufonescas o tal.
Marionetas con las máscaras tal. |
Aunque
está planteado como un centro de interpretación de la antigua Corea, no es una
reconstrucción, sino un poblado medieval auténtico. En este país, las
invasiones mongoles, manchúes o japonesas (sobre todo éstas últimas) acabaron
con la mayor parte del patrimonio monumental. Sin embargo, Hahoe quedó siempre a salvo por su posición, fácilmente defendible.
Está prácticamente rodeada por un río y se extiende sobre una alta explanada.
Caminamos
por esa explanada, jalonada de hayas, en busca de la encantadora aldea.
Enseguida podemos comprobar que en ella aún desarrollan su vida muchas
familias, la mayoría emparentadas con un solo clan, el de los Ryu. Junto a los
palacetes nobiliarios crecen huertas que siguen siendo cultivadas.
Cuchu o guindilla, secándose junto a las matas. |
Es el tiempo
de la recogida de la col china o baechu,
y del cuchu o guindilla, dos de los
ingredientes del kimchi. De este plato, que nunca falta en una mesa coreana, ya
hablé al referirme a la gastronomía. En una soleada esquina, bajo el alero
de una pabellón, una anciana prepara cuidadosamente nabo cortado para secar.
Al
entrar a uno de los palacios, vemos que de su interior sale una pareja de ancianos
que nos miran con la indolencia de quien se ha resignado a la presencia
constante de turistas.
De vuelta al aparcamiento, atravesamos un bosquecillo
plagado de aceres rojos que parece el escenario de un cuento.
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