viernes, 6 de septiembre de 2013

Tocando con los dedos el Paraíso (VII)



A sus dos primeros descendientes hay que atribuir la configuración urbanística de la medina. Muhammad II, hijo de Alhamar, continuó con las obras militares, al tiempo que daba los primeros pasos para planificar el universo arquitectónico que iba a brotar tras las murallas.  Pese a reinar casi 30 años, no se puede afirmar que su labor fuera titánica, algo comprensible, si se tiene en cuenta que, con el reino, el segundo emir heredó todos sus problemas. Sin embargo para él el principal quebradero de cabeza no fueron los castellanos, sino los Meriníes de Marruecos, a los que había pedido auxilio y que luego se volvieron contra él. 

Fez, capital de los Meriníes o Benimerines de Marruecos.
Al tiempo que trataba de conjurar esa presencia, que amenazaba con convertirse en una nueva invasión norteafricana, al estilo de las de los Almorávides y Almohades siglos antes, comenzó a trazar la espina dorsal de la medina. Ésta se conformaría, cómo no, alrededor de la hoy llamada calle Real Alta, bajo la que discurría la acequia construida por su padre, como ha demostrado una intervención arqueológica que puede verse en el Museo de la Alhambra. 

Calle Real Alta, en la actualidad. Fotografía de A. Amorós.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Tocando con los dedos el Paraíso (VI)


Combate entre moros y cristianos, detalle de una miniatura de las Cantigas de Santa María, de Alfonso X el Sabio (siglo XIII). Facsímil de la Biblioteca Nacional de Madrid


Pero la situación era mucho más complicada para él. Al mismo tiempo, le llovían problemas en sus propias filas: los arraeces Asquilula, familia nobiliaria emparentada con él y a la que había entregado el control de gran parte de su reino, en concreto las serranías de Málaga y la Hoya de Guadix, se habían puesto de acuerdo con el rey castellano para minar el poder del emir granadino. De nada le sirvió a éste sellar una alianza parecida con un grupo de nobles castellanos, los llamados “desnaturados”, rebeldes a Alfonso X que pidieron y hallaron refugio en Granada. Éstos pronto lo abandonaran a su suerte, mientras los Asquilula seguirán fieles a Castilla. El resultado fue que, hacia 1273, el Reino Nazarí parecía al borde del vacío cuando apenas había echado a andar. Y si no se produjo tal catástrofe fue porque Alfonso X estaba demasiado distraído como para ocuparse debidamente de Granada, en su pugna por la corona del Sacro Imperio Romano que se disputaba en Alemania.

Escudo del Sacro Imperio Romano.
Si hemos aludido a estas circunstancias históricas en una obra centrada en la Alhambra, es porque, sin duda, impedirían al sultán fundador de la dinastía concentrarse más, como hubiera sido su deseo, en levantar su soñada ciudad palatina. De ello se encargarían sus sucesores en los siguientes cien años, periodo en el que, básicamente, quedó completado tanto el entramado intramuros como los espacios exteriores. 

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Tocando con los dedos el Paraíso (V)



De momento, sólo atribuiremos a Alhamar la construcción de la acequia real y de la mayor parte de la Alcazaba y el perímetro amurallado antes de morir en 1273. Tal vez podría haber hecho algo más sin las serias dificultades que hubo de afrontar, sobre todo a fines de su reinado. En efecto, su complicada política de balanza con los cristianos, que oscilaba entre la sumisión y la hostilidad, terminó por desbordarle en sus últimos años. Si, al principio, aceptó con resignación el pago de costosas parias a Castilla que, según parece, enjugaban la mitad de los ingresos que era capaz de recaudar a sus súbditos, en sus años finales intentó desembarazarse de esa tenaza económica. 

Alfonso X "El sabio", protector de la Cultura, fue también un rey muy belicoso con los musulmanes.
Seguramente comprendió que Alfonso X, sucesor de Fernando III, no podía continuar la llamada reconquista al mismo ritmo que su padre y, tal vez con la esperanza de iniciar una contraofensiva y minusvalorando la fuerza de Castilla, netamente superior, tomó una decisión que le exponía a la guerra. En 1264 alentó una rebelión de mudéjares andaluces, que terminó en estrepitoso fracaso y también le granjeó definitivamente la enemistad de Alfonso. 


martes, 3 de septiembre de 2013

Tocando con los dedos el Paraíso (IV)



El lento y silencioso tránsito de este cauce por la cresta de la Sabika seguía la dirección natural marcada por la gravedad, es decir de este a oeste, sembrando de vida todo a su paso. Con el tiempo, sería capaz de crear un entramado urbano, compuesto de calles, palacios, al menos dos mezquitas y varios baños públicos, así como otros muchos edificios destinados a cubrir todas las necesidades de la corte. Mas en la época de Muhammad I todo indica que esa ciudad en miniatura era tan sólo un sueño y que la prioridad entonces era llevar agua hasta el final de la colina para terminar con relativa premura esa nueva Alcazaba de las que nos hablaba Ibn Idari. Se presume que la Torre de la Vela fue su residencia interina, aunque no hay pruebas. Pero la habitabilidad de la construcción es patente.
 
Vista de Granada desde el "apartamento" de la Torre de la Vela, habitado hasta hace no tanto por los encargados de tocar la campana de la Vela.
Ya señalábamos que no se puede afirmar que el primer emir mandase construir el resto del recinto amurallado, pero carece de sentido pensar que no fuese así, después de los milagros que debió obrar la acequia a su paso y las excelentes condiciones naturales de la Sabika. Además, pudo muy bien planear también la construcción de un palacio. Que no tengamos noticias o restos de este hipotética residencia real no quiere decir que no pudiese ser construida. La Alhambra no deja de depararnos sorpresas de tanto en tanto. Por ejemplo, ese viejo palacio hallado bajo el patio de los Leones, de cuya investigación sólo ha trascendido que data de los primeros años del Emirato nazarí, sin precisar a qué sultán pudo deberse tal obra (2).

El Palacio de los Leones, en obras, hasta hace poco tiempo.

(2) La noticia apareció en diversos medios de comunicación a mediados de febrero de 2011. He aquí una de ellas.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Tocando con los dedos el Paraíso (III)



Para extraer el agua que se requería en tan magna empresa Alhamar fijó el lugar de su azud y su presa por encima de otros entramados hidráulicos que surtían ya a la ciudad de Granada. Sin duda, esa decisión debió despertar recelos entre los granadinos, máxime cuando nadie conocía al recién llegado, pero ¿quién hubiera osado oponerse a un proyecto real? Era preferible perder el agua a perder la vida.

El Albaicín desde la Alhambra. Fuente: http://www.guiasdegranada.com
Tras recorrer unos 600 metros por la margen derecha, mandó Alhamar que la acequia saltase al otro lado del río mediante un acueducto, ya a los pies del cerro del Sol, en el lugar llamado Molino del Rey. Una vez en la margen correcta, y como a mitad de camino, el trazado se divide en dos para conformar de un lado la Acequia menor del Tercio, por la cantidad de agua que lleva y que discurre hacia el este, extramuros de la Alhambra, y de otro la mayor, denominada del Generalife o de los Dos Tercios, que será la que finalmente entre en el recinto amurallado, seccionado dulcemente la Sabika.


Si esta división en dos acequias fue ya ideada por Muhammad I es un misterio, aunque ello resulta dudoso. Pensamos esto porque la Acequia del Tercio parece diseñada para surtir, básicamente, huertas y almunias situadas bastante a oriente del Generalife, como las de Alijares y Dar al Arusa, las cuales se sabe surgieron más tarde, a finales del siglo XIV. Por ello, aquí nos inclinamos a pensar que, en un primer momento, Alhamar sólo proyectó un ramal de agua, el mayor o de los Dos Tercios, porque su objetivo era surtir, como decíamos, a la Alcazaba y más tarde a la futura ciudad palatina. Aquél es el mismo que hoy atraviesa el famoso patio de la Acequia del Generalife y luego salva por un acueducto la cuesta de los Chinos para entrar finalmente en la Alhambra. En ese punto existe todavía la torre del Agua, así llamada porque su misión era proteger tan vital recurso, y que nos aventuramos a pensar que fue, ésta sí, obra el emir fundador de la dinastía nazarí. Del vigor de la acequia da fe el hecho de que todavía una parte de ella permanezca en uso.
Fotografía antigua de la torre del Agua.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Tocando con los dedos el Paraíso (II)



En esta breve pero jugosa noticia queda bien claro que la prioridad de Alhamar era la construcción de un castillo o alcazaba. Sin duda deseaba sentirse suficientemente seguro, ya que en ese momento debía verse muy al descubierto ante la inevitable amenaza cristiana; y, para acelerar las obras, toma una decisión muy práctica: llevar agua desde el río, la fuente de suministro más próxima. En puridad, de la noticia sólo se puede extraer que su primer objetivo era llevar agua a la Alcazaba para que ésta estuviese lista antes de que finalizase el año.



Dice la noticia que Alhamar señaló él mismo “los cimientos del castillo”, que debían coincidir casi con exactitud con los de la antigua alcazaba zirí, cuyo perímetro se ceñía ya perfectamente a las condiciones naturales de la Sabika, en concreto a su extremo occidental que era y es una suerte de “punta de lanza” de una estructura defensiva de gran eficacia. Resulta imposible saber si fue el primer nazarí también quien inició el diseño de la ciudadela y fijó los límites de su amurallamiento.

Acequia real. Fuente: http://www.alhambra-patronato.es
Nada de eso aclara la noticia de Ibn Idari, quien continúa señalando que, tras dejar a alguien encargado de las obras militares, Alhamar ascendió por el río en busca del lugar adecuado para encauzar agua. Éste había de estar lo suficientemente alto para permitir que la fuerza de la gravedad la llevase hasta el punto deseado. Según todos los indicios, este lugar se fijó cerca de donde hoy está el cortijo de Jesús del Valle, a algo más de 6 kilómetros de la Alhambra. Allí mandó construir Muhammad una presa o azud, no sólo para desviar el agua, sino también para que ganara presión antes de su transporte a través de la bien llamada Acequia Real. Este simple encauzamiento se convertirá en hilo conductor de una gran aventura: dar vida a una colina salvaje y convertirla en algo más que un espacio domesticado: un lugar lo más parecido posible al Paraíso. Eso sí, un paraíso reservado para los monarcas nazaríes.

viernes, 30 de agosto de 2013

Fernando de Villena, su punto de vista sobre los problemas de Granada y sus soluciones

Doy difusión a este artículo de Fernando de Villena sobre el estado de la ciudad y sobre ciertos desmanes, algunos verdaderamente absurdos, que sufre. El autor no se limita a señalar los problemas y aporta soluciones no costosas para el erario municipal; bastaría con poner fin al despilfarro "oficial". El autor no trata de sentar cátedra, estar o no de acuerdo con sus puntos de vista no importa tanto como comprender que es necesario hablar de esos problemas, abrir un debate ciudadano para reclamar el mejor futuro posible para nuestra querida Granada. Empezando por poder circular por ella con libertad.


La Gran Vía, insegura para los ciclistas 

SOBRE EL DETERIORO DE LA CIUDAD DE GRANADA BAJO LA ALCALDÍA DE TORRES HURTADO


                  Hay ciudades como Venecia, Florencia, Toledo o Granada que debieran estar regidas por alcaldes de gran sensibilidad y probado amor a la cultura. La nuestra no ha tenido esa suerte desde los días ya lejanos de don Antonio Gallego Burín. No vengo a hacer historia con este artículo, sino a denunciar el estado lamentable de Granada bajo el gobierno del último de sus alcaldes, José Torres Hurtado.
                  Llevaré a cabo un somero análisis de los principales problemas de la ciudad y nada mejor que comenzar por los barrios históricos. Hace un par de años nos sorprendía la portada del periódico “Ideal” con la imagen de la Puerta Monaita, uno de nuestros más bellos monumentos, llena de groseras pintadas. Rápidamente se tapió el acceso a la misma, pero ahora han abierto un nuevo boquete y vuelve ser lugar de botellón sin que se hable más del asunto. Es lo propio de Granada olvidar todo en seguida (bien lo intuyó Juan Ramón Jiménez) y pasar página. Y las consecuencias de esos olvidos las pagamos luego. Por ejemplo: ya hemos olvidado el despilfarro de la presentación del premio “García Lorca” en Nueva York con el vuelo y los gastos pagados casi una semana en uno de los hoteles más caros de la ciudad para los concejales y allegados, todo a costa, del presupuesto, asunto que incluso ha sido satirizado por Antonio Muñoz Molina, y cuyas consecuencias las pagamos con las penurias de hoy.


                  Pero volvamos a la Puerta Monaita ahora que se está celebrando de la manera más ramplona el cacareado Milenio del Reino de Granada. ¿No hubiera sido ésta la ocasión propicia para abrir un delicioso paseo histórico que, partiendo de esa Puerta Monaita fuese bordeando entre jardines la bella muralla zirí, incluyera el palacio nazarita de Daralhorra y llegase hasta el Arco de las Pesas y por allí hasta San Nicolás? Sería como una segunda Alhambra y no resulta complicado ponerla en marcha. Podría incluso ser una visita de pago a fin de cubrir los gastos (no demasiados) de ese posible nuevo itinerario turístico y ciudadano. Por supuesto, se descartaría de ese paseo el antiguo Callejón del Gallo en tanto que no se derribase el  horroroso edificio que se alzó allí años atrás (y justo es decirlo: el desmán en esta ocasión no fue de Torres Hurtado) y destrozó por completo aquel sitio tan emblemático.
                  En cuanto al cerro de San Miguel Alto, además de controlar con microscopio el crecimiento de la edificación en las cuevas existentes, considero que resultaría muy higiénica la medida de arrancar las espantosas escaleras de granito que parten su estampa campesina de aires lorquianos.
                  El otro gran problema del barrio está en la Carrera del Dauro. Cuando el gobierno municipal cortó por completo el tráfico por la misma no pudimos menos que aplaudir la medida. ¿Alguien puede imaginarse, por ejemplo, la Vía Tornaboni que en Florencia une la catedral con el palacio Viejo interrumpida por el tránsito de autobuses y taxis? Me temo que una vez más nuestra alcaldía ha cedido al chantaje de este poderoso gremio mucho más que a las peticiones de un puñado de vecinos para los que ya se había habilitado un transporte especial. Así pues, la calle más hermosa de nuestra ciudad apenas puede ser contemplada sosegadamente por los naturales y los visitantes, ya que están en constante riesgo de atropello. Cuando ocurra alguna desgracia tal vez se tomen medidas definitivas.

Vista del Cerro de san Miguel 
                  Y vamos con el Realejo, que se pavimentó con una falta de gusto tal que nos lleva a preguntarnos quiénes tienen el poder decisorio en estas cosas. Granito y cemento donde antes existía un adoquinado propio de las ciudades históricas. Por suerte, al menos, se conserva parte del empedrado granadino.
                  Al igual que toda la ciudad, el Campo del Príncipe se ha convertido en una trampa recaudatoria y no sólo para quien desee aparcar, aunque sea un solo instante. Todo el que pasea por allí a su perro sin cadena, incluso si es un caniche, corre el riesgo de que se le imponga una multa de ciento cincuenta euros. Y estos recaudadores son los mismos que hacen la vista gorda, ¿a cambio de qué?, con los lugares de la ciudad donde se trafica abiertamente con numerosas clases de drogas.
                  Otro problema del Realejo y de toda la ciudad es la carencia o por lo menos la mengua casi absoluta de policías en horario de noche y de empleados de limpieza. Ello conlleva que a cualquier hora de la madrugada te puedan despertar los gritos, las maldiciones y las trifulcas de algunos borrachos. La policía local y por ende el Ayuntamiento tienen la obligación de velar por el descanso de los ciudadanos. Son muchos los que madrugan para ir al trabajo o para realizar sus exámenes y no hay derecho a que un día y otro unos energúmenos les rompan una y otra vez el sueño.
                  Es incomprensible que dentro del recinto urbano se permitan las llamadas “salas after” que abren a las dos de la madrugada y cierran a las siete o las ocho, lugares donde se refugian los que ya van “calientes” de bebida. La calle Carril de San Cecilio y los muros de la iglesia del patrón de Granada, por ejemplo, se han convertido en el mingitorio público de muchos trasnochadores. El olor resulta insufrible y el suelo ahora está pegajoso y amarillento de tanto ácido úrico. Los pobres limpiadores que no han sido despedidos todavía por el Ayuntamiento no dan abasto. Esa falta de personal de hoy es una de las consecuencias, como antes dije, de los despilfarros de antes.
                  Y sin irnos del barrio todavía, he de consignar que en el terreno existente ante el hotel Alhambra Palace se encontraron hace año y medio los restos de una importantísima necrópolis árabe con cuevas abovedadas, escaleras y no sé qué más y, en lugar de realizarse una excavación en toda regla, se han comenzado a tapiar las cuevas y a cubrir todo de tierra, ignoro con qué fines.

Terrazas en el Realejo.
                  Salgamos ahora de esos arrabales antiguos y vayámonos al centro. Nuestro alcalde parece gobernar sólo para los que viven en la Gran Vía, Puerta Real o la calle Recogidas, pero no ha pensado mucho en los que precisan cruzar ese centro dos o tres veces cada día para ir a su trabajo o a los hospitales o a la universidad. Gran parte de Granada se extiende sobre una llanura. Una persona podría ir desde Almanjáyar o desde la Chana hasta el Zaidín o hasta la Avenida de Cervantes en bicicleta en muy poco tiempo. Pero hacerlo ahora entre coches y autobuses es jugarse la vida. Hace unos años se remodeló la Gran Vía. Era el momento de haber realizado allí un carril-bici. Los bordes de las aceras se han levantado peligrosa y absurdamente y ese espacio hubiera servido para crear dicho carril. Tal vez habría que haber prescindido de los arbolitos, que podrían haber sido colocados en las calles adyacentes. Nadie me acuse de ir contra la vegetación pues yo mismo, en otro artículo, he denunciado la desaparición injustificada de los árboles casi centenarios de la calle Palacios. No, nadie me acuse de ello, pero es que, siendo la calle Reyes Católicos y la Gran Vía el único paso entre la Granada del este y la del oeste , hay que aprovechar al máximo cada centímetro cuadrado para facilitar la vida de los granadinos.
                  Nuestro alcalde no comprende que llegan nuevas generaciones ávidas de un nuevo modelo de ciudad más acorde con las urbes de toda la Europa de hoy, una ciudad más ecológica, más cómoda y más culta. ¿A qué levantar un edificio tan feo como un embudo para el Centro García Lorca cuando existen palacios maravillosos en la ciudad como la Casa de los Vargas que se están viniendo abajo? ¿A qué pagar el Ayuntamiento alquileres de pisos y locales cuando no sabe qué hacer con palacios como el de la Cuesta de Santa Inés?
                  Otro problema es el de la estación de ferrocarril. Yo me pregunto: ¿Habrá leído alguna vez el señor Torres Hurtado el capítulo de “Granada, la bella” que Ganivet dedica a nuestra estación de trenes? Desde luego, yo se lo recomiendo.
                  Hablaba antes de las ciudades europeas. Pienso en Roma, en París, en Florencia, en Ámsterdam… donde las estaciones ferroviarias (y también las de autobuses) se ubican en el mismo centro con toda la comodidad que ello supone y no consigo explicarme qué intereses tiene el Ayuntamiento en llevarse la nuestra a las afueras de la ciudad.
                  En el lugar donde se halla nuestra estación, cuando el viajero llega puede ya contemplar una primera magnífica estampa de la ciudad, de San Jerónimo, de la catedral y de la torre de la Vela… Y esas primeras impresiones son muy importantes.


                  Pero es que aquí parece que nos molestan los turistas. Hay que gobernar para los de la calle Recogidas, pero también para todos los que viven del turismo en Granada, que son muchos, y lo que resulta bochornoso es que los autobuses que llevan a la Alhambra parezcan pequeñas cámaras de gas donde los visitantes se hacinan sin poder mover ni un pie. No es que esos pequeños autobuses constituyan un mal medio de transporte, no; lo que ocurre es que la oferta no se corresponde con la demanda. En lugar de salir uno cada quince minutos, tendrían que hacerlo cada tres. Y no hablemos de otras líneas de la “Rober”. Desde luego, no conozco nada tan nefasto como los monopolios. Si existieran varias empresas de autobuses urbanos no habría estos problemas.
                  ¿Y del aeropuerto, qué decir? Hace unos años gozábamos conexión con numerosas ciudades del exterior. A la alcaldía incluso se le hicieron ofertas para contar con muchas más, pero a Torres Hurtado no le pareció bien. Málaga hace veinticinco años era un poblachón cuando se la comparaba con Granada. Hoy es una ciudad dinámica que compagina con acierto tradición y modernidad. Y no es que allí gobierne éste o el otro partido. Se trata de las personas, de políticos que tengan amor a su ciudad, buen gusto y que escuchen a quienes entienden Eso es lo necesario y lo que aquí se echa de menos.
                  Antes de finalizar, quiero sugerir dos medidas sociales que considero muy necesarias para Granada: la creación de albergues para que los sin hogar sobrelleven el rigor del invierno, y la de piscinas públicas muy económicas para que los niños de familias humildes también disfruten del verano.


                  He escrito todo esto porque yo sí amo a Granada y me duele verla en las actuales circunstancias y no me vale que un mes antes de las elecciones el alcalde inaugure por todo lo alto la nueva imagen del Camino de Ronda después de que se hayan arruinado el setenta por ciento de los negocios que había allí.
                  Antenoche, hablando con un amigo mío muy culto, granadino de adopción, él me comentaba que aquí lo verdaderamente necesario sería un debate ciudadano en el que participaran personas de toda laya y en el que no todo se quedase en palabras, sino que a través del mismo se establecieran las bases para forjar la ciudad que todos queremos en las próximas décadas. Esa tal vez fuese la solución.


                                                                           Fernando de Villena
                                                De la Academia de Buenas Letras de Granada

Alhambra inadvertida: Al borde del Extasis

Sueño, fantasía, visión maravillosa, belleza indescriptible... son algunas de las palabras que pueden pasar por la mente de quien contempla,...