A la mañana siguiente,
decidimos ver a la luz del día los alrededores de nuestro emplazamiento. El
barrio, ordenado en torno al estadio de fútbol que se construyó para el Mundial
de 2002, es, sobre todo una gran residencia universitaria. Y como tal goza de
una activa vida nocturna. Por eso, a primeras horas de la mañana, sus calles
presentaban un aspecto de día después de un carnaval. Nada que envidiar a
España en ese aspecto.
Aunque era sábado, en la
Universidad Hong Ik se veían algunos estudiantes. Esta institución académica
privada es conocida por sus reputados ingenieros y sobre todo por su facultad
de Bellas Artes y Diseño, la más prestigiosa del país. Y eso se nota por todas
partes. Por ejemplo, en su cafetería, un grupo de jóvenes preparaban un trabajo
en común sobre cine, según me tradujo mi mujer.
Aunque lo que me resultó más llamativo fue su
fabulosa tienda de menaje para las artes. Mi sobrina Masuma, consumada
acuarelista, hubiera flipado en colores (nunca mejor dicho) con tantos
anaqueles rebosantes de lienzos, caballetes, pinturas de toda clase, pinceles y
otras herramientas. También había multitud de abalorios, desde tierra a
lentejuelas, para crear pintura matérica, o pellas de barro y materiales de lo
más diverso para hacer esculturas.
Al salir de la
Universidad, nos fumamos un cigarrillo en un área restringida por una especie
de perímetro policial. Si te pasas un centímetro de la raya, multa o, como
mínimo, malas caras de la gente. Están locos estos coreanos con las cosas del
fumar.
No te pases, no te pases... |
Continuamos el paseo por
la margen izquierda del cercano río Han. Hay un paseo por el cual pueden ir
indistintamente coches, ciclistas y peatones. Los grandes pilares que sostienen
los puentes solapan la vegetación que medra a orillas del agua.
Al otro lado, se
adivina el paisaje más urbano que quepa imaginar. Digo se adivina porque en
Seúl no hay boina de contaminación, hay toda una manta. Y no por las fábricas
de Corea, sino de la cercana China cuyos malos humos arrastran los vientos
continentales. Por cierto, que muchas de esas fábricas son de capital coreano.
Con la globalización y para orillar costes, industrias de todo el Mundo se
deslocalizaron, es decir se reubicaron en China. Y las consecuencias resultan
ahora perniciosas.
El río está sucio no
sólo por los detritus de siempre. Hace unos años, el Gobierno, codo con codo con
las grandes corporaciones, impulsó a la fuerza una serie de canales para
comunicar los grandes ríos y permitir el tráfico marítimo ininterrumpido de
grandes buques desde las costas. Esas obras faraónicas, a las que se oponía
gran parte de la ciudadanía, están provocando un deterioro medioambiental sin
precedentes y la pérdida de caudal y biodiversidad de muchos cursos fluviales. En
nuestro periplo por Corea, ya notamos grandes heridas en su portentoso entorno
natural, mastodónticas urbanizaciones, flujos interminables de asfalto que hace
años no estaban. Estas obras, seguramente innecesarias, tienen su última razón de ser, según mi esposa, en la amistad del anterior presidente con las
grandes constructoras y corporaciones surocorenas. Si Confucio levantase la cabeza...
1 comentario:
Gran reportaje...
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