martes, 3 de enero de 2017

Otoño en Corea (XVII)



Tras dejar Miryang, nuestro objetivo ahora es alcanzar el río Seomjin, en el punto en que sus aguas dividen las dos provincias más meridionales de Corea: Gyeongsang del Sur y Cholla del Sur. En este lugar existe uno de los mercados más peculiares y antiguos de Corea: el Hwagye Jangteo. Está situado en una de las laderas del inmenso monte Jirisan, quizás el más emblemático de Corea del Sur y el mejor conservado. 
Monte Jirisan. Fuente: http://www.viaggioincorea.it/
Oso negro asiático del monte Jirisan. Fuente: http://en.gurye.go.kr/

En él habitan todavía osos negros y había tigres hasta 1925. También es un lugar plagado de templos budistas que pueden visitarse únicamente a pie. Esta medida pretende asegurar la conservación de su rica biodiversidad.


río Seomjin, con el puente que divide Gyeongsang y Cholla.

Nosotros no teníamos tiempo en esta ocasión de recorrer el Jirisan, pero no era poco contemplar su mole sobrecogedora desde el valle del Seomjingang. Las aguas de este río discurren entre bosques y pequeñas ciudades, como ésta de Hwagye en la que nos encontrábamos. Colonias de ánades viven al ritmo de sus agitadas aguas que desembocan en el extremo sur de la península.


Ánades chapotean en el río.
El mercado de Hwagye se halla a sus orillas, todavía en la provincia de Gyeongsang meridional, pero sólo a unos cientos de metros, cruzando el puente, de Cholla del Sur. Precisamente la peculiaridad de este zoco es que a él coincidan vendedores de ambas provincias. Para entender esto hay que aclarar que ambas zonas mantienen una fuerte rivalidad desde hace siglos. La diferente personalidad de sus gentes, conservadores los de Gyeongsang, progresistas los de Cholla, convierte Hwagye en un saludable punto de encuentro para olvidar diferencias. Esto es lo que asegura mi mujer, que nació en Cholla.




En el mercado se puede encontrar prácticamente todo tipo de puestos con alimentos tradicionales, enseres domésticos y tiendas de baratijas y ropa. También hay numerosos restaurantes y es la hora de comer. Así que pedimos a una tendera que nos recomiende alguno que ofrezca comida de Cholla, que tiene, con razón, fama de ser la mejor de Corea (ya pude comprobarlo en mi anterior viaje). 



Nos indica un lugar que finalmente no localizamos, así que volvemos a preguntar. Pero esta vez, nos dirigimos a otra mujer que, contrariada, nos contesta que allí se come bien en cualquier sitio. Sin duda, es de Gyeongsang y se ha sentido celosa, a lo que mi esposa replica: “No cambian, siempre tan agrios”. Parece que la rivalidad está tan viva como siempre.




Una vez hemos comido, atravesamos el puente y recorremos su margen derecha, por un tramo salpicado de gyngkos. Tras el paseo y un café, retomamos el camino río arriba, internándonos ya en Cholla, camino de alguna de sus maravillosas ciudades históricas. 



Sin pensar muy bien a dónde dirigirnos para hacer noche, llegamos de oscurecida a la ciudad de Jeonju. No podíamos escoger mejor lugar para rememorar la historia de la última dinastía del país, los Joseon, que partieron de este lugar en 1392 para conquistar toda Corea.

2 comentarios:

Mark de Zabaleta dijo...

Siempre bien narrado...

Buen 2017 !

Jesús Cano Henares dijo...

Muy agradecido. Tu siempre tan atento.

Alhambra inadvertida: Al borde del Extasis

Sueño, fantasía, visión maravillosa, belleza indescriptible... son algunas de las palabras que pueden pasar por la mente de quien contempla,...