Al llegar a Ronda doy rienda suelta a un impulso
inevitable: pararme en el famoso puente, colgar la mirada y dejarla volar desde
sus casi cien metros de altura para confirmar que estoy en esa ciudad mágica
que tanto alaban los viajeros. En el lado oeste, el tajo, espectacular, termina bruscamente en un barranco
por el que discurre el Guadalevín, el cuello de botella de una gran hondonada
que un día fue un lago. Como telón, la serranía traza en el horizonte su
frontera azul. En el otro lado del puente, el tajo se convierte en espectáculo
para la vista. Las casas cercanas, los jardines aterrazados se acoplan
perfectamente a la piedra y la ciudad se mira, íntima, a sí misma. Al fondo
descubro otros dos puentes: el llamado viejo o puente cristiano, y otro apenas
perceptible que hay más abajo, el puente árabe. Estas dos miradas son sólo las
primeras que ofrece esta ciudad, que siempre ha hecho virtud de su aislamiento y que, por eso, parece más fantástica que real, continuo descubrimiento para el que pasea por sus calles.
El tajo
divide la ciudad y también determina el desarrollo de su historia. Hay una
Ronda Vieja y una Ronda Nueva a cada lado de la garganta. La primera es la que
se encuentra al sur y hacia ella me dirijo en primer lugar, porque me he
propuesto descubrir o, al menos intuir, el aspecto que podía tener la antigua
ciudad musulmana que un día fue llamada Takarunna. Para ello contaré con la
mejor ayuda posible, la de los arqueólogos José Manuel Castaño y Pilar Delgado.
Pilar Delgado me hace notar que la zona donde se encontraba la medina es
llamada en la actualidad barrio de la ciudad (medina es ciudad en árabe). Nada
más cruzar el puente torcemos a la derecha en busca de la plaza del
Ayuntamiento, donde se ubicaba la mezquita mayor. Para llegar allí atravesamos
una zona de casonas nobiliarias, algunas de las cuales, esconden tras su
fachada cristiana, viviendas de época musulmana. Este el caso de la Casa del
Gigante, llamada así por tener la escultura de un gigante de época íbera. Se
trata de la típica vivienda con un patio central del que parten todas las
estancias, una concepción doméstica heredada de la villa romana (1).
(1) Este artículo fue publicado originalmente en la revista El legado andalusí, nº 19. Esta versión contiene ligeras variaciones, pero no es una reescritura.
4 comentarios:
Realmente magnífico....
Saludos
Gracias, Mark, el artículo continúa hoy y durante unos días. Saludos.
Hermosa ciudad la de Ronda con un pasado histórico digno de estudio y con unos paisajes para volver locos a pintores y artistas en general. Tampoco hay que olvidar su deliciosa y vasta gastronomía, de la cual seguro que un andorrero serrano como es usted, dió buena cuenta. Salud.
Así es, amigo Javier, hay que verlo para creerlo. Saludos.
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