jueves, 6 de agosto de 2015

Ronda, la ciudad de las cien miradas (I)




Vista desde el puente del borde de la Alameda del Tajo. Foto del autor.
Al llegar a Ronda doy rienda suelta a un impulso inevitable: pararme en el famoso puente, colgar la mirada y dejarla volar desde sus casi cien metros de altura para confirmar que estoy en esa ciudad mágica que tanto alaban los viajeros. En el lado oeste, el tajo, espectacular, termina bruscamente en un barranco por el que discurre el Guadalevín, el cuello de botella de una gran hondonada que un día fue un lago. Como telón, la serranía traza en el horizonte su frontera azul. En el otro lado del puente, el tajo se convierte en espectáculo para la vista. Las casas cercanas, los jardines aterrazados se acoplan perfectamente a la piedra y la ciudad se mira, íntima, a sí misma. Al fondo descubro otros dos puentes: el llamado viejo o puente cristiano, y otro apenas perceptible que hay más abajo, el puente árabe. Estas dos miradas son sólo las primeras que ofrece esta ciudad, que siempre ha hecho virtud de su aislamiento y que, por eso, parece más fantástica que real, continuo descubrimiento para el que pasea por sus calles.

El Puente Nuevo, desde la Alameda del Tajo. Foto del autor.

El  tajo divide la ciudad y también determina el desarrollo de su historia. Hay una Ronda Vieja y una Ronda Nueva a cada lado de la garganta. La primera es la que se encuentra al sur y hacia ella me dirijo en primer lugar, porque me he propuesto descubrir o, al menos intuir, el aspecto que podía tener la antigua ciudad musulmana que un día fue llamada Takarunna. Para ello contaré con la mejor ayuda posible, la de los arqueólogos José Manuel Castaño y Pilar Delgado. Pilar Delgado me hace notar que la zona donde se encontraba la medina es llamada en la actualidad barrio de la ciudad (medina es ciudad en árabe). Nada más cruzar el puente torcemos a la derecha en busca de la plaza del Ayuntamiento, donde se ubicaba la mezquita mayor. Para llegar allí atravesamos una zona de casonas nobiliarias, algunas de las cuales, esconden tras su fachada cristiana, viviendas de época musulmana. Este el caso de la Casa del Gigante, llamada así por tener la escultura de un gigante de época íbera. Se trata de la típica vivienda con un patio central del que parten todas las estancias, una concepción doméstica heredada de la villa romana (1).
Valle del Guadalevín, desde el Puente Nuevo. Foto del autor.


(1) Este artículo fue publicado originalmente en la revista El legado andalusí, nº 19. Esta versión contiene ligeras variaciones, pero no es una reescritura.

4 comentarios:

Mark de Zabaleta dijo...

Realmente magnífico....


Saludos

Jesús Cano Henares dijo...

Gracias, Mark, el artículo continúa hoy y durante unos días. Saludos.

Javier Carrasco dijo...

Hermosa ciudad la de Ronda con un pasado histórico digno de estudio y con unos paisajes para volver locos a pintores y artistas en general. Tampoco hay que olvidar su deliciosa y vasta gastronomía, de la cual seguro que un andorrero serrano como es usted, dió buena cuenta. Salud.

Jesús Cano Henares dijo...

Así es, amigo Javier, hay que verlo para creerlo. Saludos.

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