martes, 19 de julio de 2022

Alhambra inadvertida: Introducción




Basta una sola visita a la Alhambra para saberse en un lugar especial donde explotan los sentidos. Mires donde mires (o donde huelas, oigas y hasta toques) un impulso interior te impele a gozar de un pequeño e íntimo éxtasis, a bordear eso que alguien definió como síndrome de Sthendal, que, en casos extremos, puede causar espasmos y taquicardia. En apariencia, uno tropieza con esta implosión de emociones sobre todo, en los espacios más nobles, los palacios árabes, donde cada detalle es un micro universo estético. Así una frase en árabe cúfico modelada en yeso puede revelarse como un fragmento de bosque galería en un río; una techumbre de  piezas geométricas (o ataujeles) perfectamente engarzadas, parecernos un fragmento de cielo; una fina azulejaría, la superficie de un estanque levemente mecida por el viento y a la que el sol arranca destellos dorados; un alero finamente tallado, un macizo de plantas del mismísimo Edén o las columnas del palacio de los Leones, un palmeral que brota milagrosamente en el desierto más ignoto.




Pero, además, hay una Alhambra más difícil de captar en un paseo primerizo. Si se trabaja en ella de guía, como es mi caso, la ciudad palatina se descubre como un caleidoscopio inagotable. Por ejemplo, sus numerosas inscripciones árabes han hecho que se defina al monumento nazarí como el libro más bello y lujoso jamás editado. No menos impactantes son sus jardines, que albergan incontables especies vegetales y algunas animales; en ellos, los macizos de arrayanes y cipreses imitan la arquitectura palaciega. Y qué decir del agua, tan del gusto de los niños, que circula en canales, fuentes, pilares y acequias por doquier, la sangre transparente que dota a la ciudad palatina de su más contrastable singularidad. 

Pero hay detalles que pasan aún más desapercibidos porque tienen que ver con la gente que o bien trabaja en ella o bien la visita. Por ejemplo, siempre se puede ver en alguna parte a jardineros, restauradores, albañiles o acequieros enfrascados en su trabajo discreto pero imprescindible; no menos impresionante resulta percibir la emoción interior que embarga a algunos visitantes ante la experiencia estética de sentir la Alhambra.

De éstos y otros detalles que configuran eso que yo llamo la Alhambra inadvertida quiero hablar en esta nueva sección que abro hoy en este mi pequeño blog de anillas. 




No hay comentarios:

Alhambra inadvertida: Al borde del Extasis

Sueño, fantasía, visión maravillosa, belleza indescriptible... son algunas de las palabras que pueden pasar por la mente de quien contempla,...