Edito en mi blog un artículo de mi apreciado Fernando de Villena, sobre la deriva de la Cultura de la Subvención, abocada irremediablemente a la mediocridad. Según su autor, su deseo es que se difunda lo más posible. Por eso, pido a quien lo lea y esté más o menos de acuerdo con sus términos que le dé la máxima difusión posible en internet o por cualquier otro medio.
CULTURA Y MEDIOCRIDAD
Recientemente,
la segunda cadena de Televisión Española viene programando algunas películas
francesas actuales. Bastantes de las mismas, ya sean comedias o dramas, poseen
una gran calidad e incluso alguna de ellas como “Joyeux Noël”, del director Christian Carion,
puede calificarse como obra maestra.
Después
de ver estas cintas, cualquier español con espíritu crítico llegara a la
conclusión de que existe una abismal diferencia entre ese cine realizado más
allá de los Pirineos y la mayor parte del que se hace en España. Aquí faltan
ideas, sobra grosería y mediocridad, y los ejemplos más representativo de
cuanto afirmo son las películas de
Pedro Almodóvar.
Pero
lo verdaderamente grave del asunto es que ese tipo de cine español (tan lejano,
¡ay!, del que rodaron Barden, Berlanga, Buñuel , Martín Patiño o Saura) esté
tutelado, mimado, subvencionado por el Ministerio de Cultura.
Como
se puede leer en un lúcido artículo publicado en la revista LITERATURAS.COM, la alta cultura española de las seis
últimas décadas ha estado alentada por la CIA (antes de la Democracia) o por
los Servicios Secretos del Estado (en la etapa democrática). No sé si esto será
cierto, aunque existen libros que lo demuestran de manera palmaria como el de Frances Stonor o el de Olga Blondys (ambos demoledores),
pero lo que resulta meridianamente claro es que desde los numerosos organismos
gubernamentales dedicados a la cultura se apoya y se mima la mediocridad, la
falta de crítica, la sumisión, lo insípido, y ello no sólo en cine, sino en
todas las artes y las letras. Todo
lo cual se lleva a cabo mediante el bochornoso sistema de premios corruptos y
subvenciones, mediante los suplementos y páginas culturales de los diarios
vinculados a los dos partidos mayoritarios y mediante el silenciamiento de toda
disidencia.
Esta
nefasta política ha llenado el panorama cultural de falsos valores. Nunca en
nuestra historia existió una distancia mayor entre lo que verdaderamente posee
calidad y lo que se nos ofrece como paradigma. Los creadores valiosos hoy
permanecen en el anonimato, salvo en algunas contadas ocasiones como los casos
de Alejandro Amenábar o Arturo Pérez Reverte. Este último une espíritu crítico,
calidad y reconocimiento. ¿Cómo es que no se lo silenció al igual que al resto
de quienes cultivan con dignidad y con estilo propio su arte o su literatura?
Sencillamente: porque Pérez Reverte fue muy conocido como corresponsal de
guerra y como presentador televisivo antes que como novelista. Con ello puenteó
la férrea censura española de nuestro tiempo.
Y
como ejemplo máximo de esa mediocridad elevada artificialmente desde el poder
está la obra de J. M. Caballero Bonald, ganador este año del premio Cervantes,
un premio cada día más desprestigiado. Pero está claro: no nos vamos a exiliar
a Francia a pesar de que en nuestro país la gente, cada vez más manipulada,
siga aplaudiendo el traje nuevo del emperador. Aquí tenemos el rioja, el sol,
los amigos…
Fernando
de Villena.
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