viernes, 15 de diciembre de 2017

Navidad en Alsacia (I)





Hace poco estuvimos en Alsacia, de vacaciones. Su capital, Estrasburgo, ciudad universitaria y sede europea, es también muy navideña. Nunca he sido demasiado entusiasta de la Navidad, pero tengo que reconocer que no podíamos llegar en mejor momento.
La vieja ciudad, enclavada en una isla fluvial del adolescente Rin, bullía ya azuzada por la cercana celebración de las Pascuas. Las plazas del centro estaban tomadas por mercados navideños muy sui generis, los más viejos de Europa. Sus más bellas casas parecían de juguete: de armazón de madera, con fachadas de vigas entrecruzadas sobre relucientes paños blancos y tejados apuntados, cubiertos con lágrimas de pizarra. Envueltas en un amasijo de espumillones luminosos y otros adornos navideños, resultaban recargadas pero encantadoras, tartas de merengue, galleta y chocolate, o, con sus ventanas de colores, casitas de muñecas. Con la debida imaginación, sus puertas deberían da paso a una fantasía; o mejor aún, a un cuento navideño.
En Alsacia, como en gran parte de Europa, la Navidad se celebra de un modo bastante diferente a como se hace en España. Puede que se deba a la tradición protestante, tan diferente en muchos aspectos a la católica, una tramoya que hemos visto en la películas pero que nos resulta bastante ajena, sin belenes pero con mucho árbol de navidad, muérdago y papanoeles hasta en la sopa.

Mama Nóel es para hombres.

Nada más comenzar nuestra visita, a pocos metros de la catedral de Notre Dame de Strasbourg, una tienda de bebidas llamó mi atención. En su escaparate todo el espacio era para una cerveza, de marca surrealista, llamada Mamá Nöel. Era ésta promocionada por una señorita muy ligerita de ropa, como sacada de un anuncio de los 50. Lucía la chica un minúsculo conjunto de santa Claus, para atraer a hombres muy machos. Ni los americanos lo hubieran igualado. De hecho, pareciera que en la vetusta ciudad europea, antiguo limes romano, se hubiera transustancido el espíritu de la América más hortera.
Tras llegar a la sabia conclusión de que en época navideña todo es posible, continuamos nuestra singladura de ese día por el casco viejo, camino de la catedral. Aunque estábamos a finales de noviembre, hacía ya varios días que la capital europea desplegaba su particular horror vacui navideño.




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