Al día siguiente, retomamos la visita por donde la habíamos
dejado, aún nos quedaba ver la Petite
France de día. Y para ello nada mejor que subirse a una terraza panorámica
que hay frente a sus ponts couverts, elemento
clave antaño en la defensa de la ciudad. Éstos en realidad ya no están
cubiertos, desaparecida la techumbre que unía sus tres torreones en el siglo
XVIII. Se ubican los tres puentes sobre otros tantos canales paralelos, con un
bastión adelantado donde se alza otra de esas delicadas viviendas alsacianas
que debió ser un molino. Junto a ellos, la contundente presencia de un cuartel de artillería
cierra el círculo de fuego que salvaguardó la seguridad de esta ciudad durante
siglos. El caserío alsaciano, colorido y amontonado, irregular pero
armonioso, y al fondo la aguda silueta
de la catedral, esculpida en arenisca roja del país, completan la vista más
representativa de Estrasburgo.
Pasamos el resto del día, de un lado para otro, recorriendo
de nuevo las calles de la Petite France,
donde todos los comercios, cómo no, visten de etiqueta navideña. Una farmacia
exhibe en su escaparate unas ositos de marioneta, fabricando dulces
estrellados, Estas cosas son como los belenes en España, pero en Alsacia.
Tienda de bicicletas, con diferentes modelos para el mal tiempo. |
Antes de abandonar la Petite
France, visitamos una iglesia protestante. Fue Alsacia plaza fuerte del
protestantismo francés, con todo lo bueno y, sobre todo, lo malo que ello
supuso para la región y, en especial para Estrasburgo. Aquí llegó exiliado
Calvino, se casó y pasó los 3 mejores años de su vida, esta ciudad fue su
catapulta para llegar a liderar una de las ramas más importantes del
protestantismo. Pero aquellos
buenos tiempos quedan lejos. Las iglesias protestantes brillan poco o nada, deslucidas por el abandono, sin ayuda
gubernamental, apenas sustentadas por un número cada vez menor de fieles.
Porque en eso, las iglesias protestantes se parecen a las mucho más lujosas
españolas, católicas y apostólicas (mantenidas con dinero público): apenas va
ya nadie a rezar, aquejadas unas y otras de una severa crisis de conciencias,
lastradas por escleróticos principios.
Fuente: erasmusu.com/es/erasmus-estrasburg |
Vamos parando de vez en cuando en alguna terraza para comer o simplemente descansar pero, eso sí, frente a una cerveza. Los alsacianos presumen de vino pero lo que de verdad hacen bien es la cerveza. La más famosa de sus marcas, Kronenburg, no se ve tanto como cabía esperar. Quizás sea porque los indígenas prefieren otras divisas locales, tan buenas o mejores que aquélla. Recuerdo, por ejemplo la bière blonde de Meteor. Nos la sirvieron en un castizo restaurante de la plaza Gutemberg, dedicada al inventor de la imprenta, otro personaje clave para la Historia que vivió en Estrasburgo. Adorna aquel restaurante una figura de porcelana que representa a un niño bebiendo cerveza, con lo cual podría pensarse que los alsacianos empiezan a beber cerveza casi cuando han dejado el biberón.
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