Miryang frente a una bonita casa alsaciana. |
Al día siguiente, iniciamos la que sería la jornada más
intensa de nuestro viaje. Habíamos resuelto visitar algún lugar cercano a
Estrasburgo, quizás en Alemania o Suiza, países cercanos a Alsacia. Sin
embargo, el tiempo que podíamos perder entre ir y volver nos decidió a escoger
un destino alsaciano: Colmar. Esta pequeña ciudad, capital del
departamento de la Alta Alsacia, está apenas a media hora en tren de
Estrasburgo. Muy pronto descubriríamos el acierto de nuestra decisión.
Para empezar, decidimos comer en el primer restaurante que
encontramos. Allí pedimos el típico chucrut,
col fermentada y puré de patatas con salchichas y tacos de panceta.
Chucrut alsaciano. |
Observando a algunas personas
hablar un idioma que no identifico, pregunto a la camarera. Ella me responde,
con orgullo, que hablan en alsaciano, que no es ni alemán ni francés. Toda una
declaración de identidad. En realidad es un conjunto de lenguas muy diferentes,
de origen alemán, que se hablan en
Alsacia y también en la vecina Lorena, situada al noroeste, cerca de Bélgica. Así puede resultar
que hablando dialectos emparentados un alsaciano del sur no se entienda bien con un lorenés del valle del Mosela.
Mientras comemos me viene a la mente la turbulenta historia
de Alsacia y Lorena, aprendida pero no demasiado comprendida en mis libros escolares. En los últimos 150 años pasaron dos veces de ser
parte de Francia a ser conquistadas por Alemania. Ambas regiones se integraban en el Sacro Imperio Romano hasta que fueron incorporadas a Francia, por Luis XIV,
en la segunda mitad del siglo XVII. Una afrenta para la vecina Alemania, que las conquistó por las armas primero en 1871, tras la derrota francesa ante Prusia. Después las perdió al término de la primera guerra mundial (1918), para reconquistarlas en 1941, con la victoria nazi en Francia. Finalmente, tras finalizar
la segunda guerra mundial, Alsacia y Lorena volvieron a manos francesas.
Desde la época de Luis XIV
y hasta hoy mismo la identidad alsaciana y lorenesa han sufrido la presión
cultural e idiomática de los franceses, primero, y después la más brutal de los
alemanes, que perpetraron matanzas para alemanizar el territorio. En este contexto, resultan comprensibles las
palabras contundentes de la camarera, defendiendo su genuina identidad
alsaciana.
Alsacia y Lorena, cuando eran parte del II Reich alemán, entre 1871 y 1918. Fuente: m.forocoches.com |
Colmar, de apenas 70.000 habitantes nos iba a resultar más interesante que la propia Estrasburgo. Tras un pequeño paseo por el casco
histórico, desembocamos en la llamada plaza de la catedral, que en realidad no es
tal sino colegiata de saint Martin, aunque fue sede episcopal en un breve
periodo, durante la Revolución francesa.
Aprovechamos para entrar al templo, de estilo gótico, con
algunos toques renacentistas, pues comienza a llover y hace frío. En su
interior resaltan, sobre todo, ciertas esculturas, como una delicada virgen con
el niño de estilo gótico tardío; o un relieve de la santa cena, con influencias
del Renacimiento alemán. A principios del siglo XVI un joven Alberto Durero pasó
por esta ciudad para formarse.
Virgen gótica. |
Relieve de la santa cena, al fondo. |
Muy interesantes son también las vidrieras de
tema bíblico que ocupan los grandes vanos. Armadas en el siglo XIII, retrotraen al viajero a una época oscura, cuando fue erigido el edificio, y legiones de legos aprendían las escrituras al trasluz de estos cristales.
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