Restaurante Kammerzell, junto a la catedral. |
Como suele sucederme cuando visito un lugar nuevo, mi mente
se muestra confusa, demasiado preocupada por asimilar y ordenar aquel caos de
nuevas sensaciones. No podía ser de otra manera al llegar a aquella ciudad tan
recargada de luces y referencias navideñas. Ya en la plaza de la catedral de
Notre Dame, el mercado más visitado no me pareció muy diferente a otros que
había conocido en España, diseñados a imagen de estos alsacianos, los
originales, que se remontan a cinco siglos atrás. Quizás el de la catedral,
adulterado inevitablemente por el turismo de masas, podría haber perdido gran
parte de su esencia.
No obstante, junto a puestos de baratijas, adornos de
pascua o figuritas de belén sobreviven despachos de comida que para nosotros
siguen siendo un exotismo: crepes salados, chucrut de col especiada con carne,
rebanadas de pan con jamón y queso fundido del país, pan de especies, pastas de canela o
jengibre (entre ellas el famoso hombrecito de jengibre) y,
sobre todo, vino caliente.
Kit para elaborar hombrecitos de pan de jenjibre. |
En algún puestecito más modesto se servía una
deliciosa y casi hirviente sopa de verduras, ideal para combatir el frío y la lluvia, que comenzaba a aparecer.
En un lento peregrinar, nos fuimos acercando al principal
atractivo turístico de Estrasburgo: la Petite
France. Se trata del barrio situado al oeste de la Gran Isla del río Ill, afluente del Rin, un promontorio donde se ubica el centro
histórico de la ciudad. Nada más llegar, al atravesar el viejo puente de saint Martin, encontramos un puesto de
control de la policía. Será lo mismo durante todo el viaje, para entrar en la zona turística, la guirilandia
de Estrasburgo. Hay rumores de un atentado terrorista durante la Navidad en
algún lugar emblemático. Y pocas ciudades representan como ésta el papel de
capital de la Navidad europea. Además, por doquier se ven voluntarios de
protección civil y patrullas de policías, algunos fuertemente armados. La
pregunta es si tanta vigilancia servirá para algo, porque, por ejemplo, es
posible acceder al centro en tranvía sin ser registrado.
Vigilantes patrullan un mercado navideño |
Volviendo a la Petite
France, este arrabal histórico
conserva un maravilloso conjunto de casas alsacianas de los siglos XVI y XVII.
Pegadas unas a otras como piezas de un juego infantil, algunas se aprecian visiblemente
combadas, tal vez por estar asentadas sobre suelo sedimentario.
En ocasiones, tres o cuatro de estas maisons
se suceden con tejados que van progresivamente rebajando su altura, creando un
efecto catarata, escenario perfecto para una
fantasía. Aunque hoy casi todas ellas son lujosos hoteles y
restaurantes, antaño albergaban talleres artesanales o molinos. Su genuina
arquitectura y su cuidado estado de conservación le confieren el grado de
patrimonio universal de la Unesco.
La Petite France está a rebosar. Ante tanto bullicio, los habitantes de la ciudad siempre pueden buscar entre los muelles algún tranquilo refugio.
La Petite France está a rebosar. Ante tanto bullicio, los habitantes de la ciudad siempre pueden buscar entre los muelles algún tranquilo refugio.
Universitarios estudian bajo el sol y junto al río en un tranquilo muelle. |
1 comentario:
Muy bueno ...
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