martes, 19 de diciembre de 2017

Navidad en Alsacia (II)


Restaurante Kammerzell, junto a la catedral.
Como suele sucederme cuando visito un lugar nuevo, mi mente se muestra confusa, demasiado preocupada por asimilar y ordenar aquel caos de nuevas sensaciones. No podía ser de otra manera al llegar a aquella ciudad tan recargada de luces y referencias navideñas. Ya en la plaza de la catedral de Notre Dame, el mercado más visitado no me pareció muy diferente a otros que había conocido en España, diseñados a imagen de estos alsacianos, los originales, que se remontan a cinco siglos atrás. Quizás el de la catedral, adulterado inevitablemente por el turismo de masas, podría haber perdido gran parte de su esencia. 


No obstante, junto a puestos de baratijas, adornos de pascua o figuritas de belén sobreviven despachos de comida que para nosotros siguen siendo un exotismo: crepes salados, chucrut de col especiada con carne, rebanadas de pan con jamón y queso fundido del país, pan de especies, pastas de canela o jengibre (entre ellas el famoso hombrecito de jengibre) y, sobre todo, vino caliente. 

Kit para elaborar hombrecitos de pan de jenjibre.
En algún puestecito más modesto se servía una deliciosa y casi hirviente sopa de verduras, ideal para combatir el frío y la lluvia, que comenzaba a aparecer.
En un lento peregrinar, nos fuimos acercando al principal atractivo turístico de Estrasburgo: la Petite France. Se trata del barrio situado al oeste de la Gran Isla del río Ill, afluente del Rin, un promontorio donde se ubica el centro histórico de la ciudad. Nada más llegar, al atravesar el viejo puente de saint Martin, encontramos un puesto de control de la policía. Será lo mismo durante todo el viaje, para entrar en la zona turística, la guirilandia de Estrasburgo. Hay rumores de un atentado terrorista durante la Navidad en algún lugar emblemático. Y pocas ciudades representan como ésta el papel de capital de la Navidad europea. Además, por doquier se ven voluntarios de protección civil y patrullas de policías, algunos fuertemente armados. La pregunta es si tanta vigilancia servirá para algo, porque, por ejemplo, es posible acceder al centro en tranvía sin ser registrado.

Vigilantes patrullan un mercado navideño

Volviendo a la Petite France, este arrabal histórico conserva un maravilloso conjunto de casas alsacianas de los siglos XVI y XVII. Pegadas unas a otras como piezas de un juego infantil, algunas se aprecian visiblemente combadas, tal vez por estar asentadas sobre suelo sedimentario. En ocasiones, tres o cuatro de estas maisons se suceden con tejados que van progresivamente rebajando su altura, creando un efecto catarata, escenario perfecto para una  fantasía. Aunque hoy casi todas ellas son lujosos hoteles y restaurantes, antaño albergaban talleres artesanales o molinos. Su genuina arquitectura y su cuidado estado de conservación le confieren el grado de patrimonio universal de la Unesco.
La Petite France está a rebosar. Ante tanto bullicio, los habitantes de la ciudad siempre pueden buscar entre los muelles algún tranquilo refugio.

Universitarios estudian bajo el sol y junto al río en un tranquilo muelle.

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