fotos, vídeos, audios, comentarios, desatinos, juicios lúcidos, críticas literarias, psicalípticas, paroxísticas y apocalítipticas, improperios, desafueros, absurdas declamaciones, relatos cortos o largos, poemarios, desahogos para la rabia, para la euforia, declamaciones, declaraciones, entrevistas, reportajes y noticias... cuestiones verbales varias caben en esta bitácora, como en uno de aquellos viejos blocs de rayas que llevábamos a la escuela.
viernes, 29 de julio de 2022
PEQUEficción de Ángel Olgoso, en la voz de un mejicano
jueves, 21 de julio de 2022
Alhambra inadvertida: Niños y Agua
Son muchos los niños que disfrutan la Alhambra, de todas las edades, de todos los países del Mundo, como sus padres. Me atrevería a decir que a ellos, que la contemplan con unos ojos especiales, más limpios, el agua les fascina más que a los adultos. Miran alucinados su tranquilo borboteo en la boca de la taza nazarí del patio del Cuarto Dorado; la tocan y ríen entusiasmados ante su mansedumbre en los surtidores llave del patio de Arrayanes o frente a las piruetas de los surtidores del patio la Acequia; en el claroscuro del patio de los Cipreses abren extasiados la boca al verla caer desde la fuente como lluvia transida por el sol. Algunos, sentados en una silla de tijera para descansar, contemplan el espejo del estanque de Comares como si esperaran ver brotar a un ser de agua, dispuesto a contarle una leyenda. He visto a algún pequeño desear que los leones de la fuente, que ladran agua, se conviertan en dóciles perros para poder acariciar sus melenas de mármol.
¿Alguien sabe a qué esta fascinación de los más pequeños por el Agua? ¿Será que, desde su prístina naturaleza, entienden que es pura, como ellos mismos, será que su instinto, abierto de de par en par a todos los conocimientos, sabe que es el origen de todo, de la vida misma? Quizás, con esa osadía propia de ellos, la contemplan no como un simple elemento, sino como a un personaje de cuento que aviva su imaginación y sus deseos en flor de jugar con ella, de disfrutar de su pureza como no pueden o no quieren ya quienes han perdido casi toda la inocencia.
martes, 19 de julio de 2022
Alhambra inadvertida: Introducción
Basta una sola visita a la Alhambra para saberse en un lugar especial donde explotan los sentidos. Mires donde mires (o donde huelas, oigas y hasta toques) un impulso interior te impele a gozar de un pequeño e íntimo éxtasis, a bordear eso que alguien definió como síndrome de Sthendal, que, en casos extremos, puede causar espasmos y taquicardia. En apariencia, uno tropieza con esta implosión de emociones sobre todo, en los espacios más nobles, los palacios árabes, donde cada detalle es un micro universo estético. Así una frase en árabe cúfico modelada en yeso puede revelarse como un fragmento de bosque galería en un río; una techumbre de piezas geométricas (o ataujeles) perfectamente engarzadas, parecernos un fragmento de cielo; una fina azulejaría, la superficie de un estanque levemente mecida por el viento y a la que el sol arranca destellos dorados; un alero finamente tallado, un macizo de plantas del mismísimo Edén o las columnas del palacio de los Leones, un palmeral que brota milagrosamente en el desierto más ignoto.
Pero, además, hay una Alhambra más difícil de captar en un paseo primerizo. Si se trabaja en ella de guía, como es mi caso, la ciudad palatina se descubre como un caleidoscopio inagotable. Por ejemplo, sus numerosas inscripciones árabes han hecho que se defina al monumento nazarí como el libro más bello y lujoso jamás editado. No menos impactantes son sus jardines, que albergan incontables especies vegetales y algunas animales; en ellos, los macizos de arrayanes y cipreses imitan la arquitectura palaciega. Y qué decir del agua, tan del gusto de los niños, que circula en canales, fuentes, pilares y acequias por doquier, la sangre transparente que dota a la ciudad palatina de su más contrastable singularidad.
Pero hay detalles que pasan aún más desapercibidos porque tienen que ver con la gente que o bien trabaja en ella o bien la visita. Por ejemplo, siempre se puede ver en alguna parte a jardineros, restauradores, albañiles o acequieros enfrascados en su trabajo discreto pero imprescindible; no menos impresionante resulta percibir la emoción interior que embarga a algunos visitantes ante la experiencia estética de sentir la Alhambra.
De éstos y otros detalles que configuran eso que yo llamo la Alhambra inadvertida quiero hablar en esta nueva sección que abro hoy en este mi pequeño blog de anillas.
viernes, 1 de mayo de 2020
¿QUÉ ES LA OBSOLESCENCIA PROGRAMADA?
miércoles, 25 de marzo de 2020
Voltaire, avant la lettre
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Retrato de Evelyn Beatrice Hall, alias S.G. Tallentryre. Obra de Alfred Agache. |
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La muerte de Voltaire, según Samuel Perry. |
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Mercado de esclavos (con aparición del busto invisible de Voltaire), obra de Dalí. |
sábado, 11 de enero de 2020
SICILIA, GUÍA DE SENSACIONES: Completando el círculo
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Pila bautismal en el Duomo de Siracusa. |
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El volcán Etna. |
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Vista parcial de Calascibetta y su entorno. |
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Entrada a Villa Palagonia. |
viernes, 10 de enero de 2020
SICILIA, GUÍA DE SENSACIONES: Il giro a Sicilia
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Una bella en el Valle (dei Tempi), Agrigento. |
Fue verdaderamente al siguiente cuando empecé a sospechar en qué ciudad de las mil sensaciones me hallaba. Gozoso fue descubrir en la Galleria Regionalle Della Sicilia un jarrón nazarí, parecido al de las gacelas. Me agradó que estuviera situado en un pasillo, bajo una escalera y frente a un patio porticado. Es donde probablemente lo hubiera colocado un rey de la Alhambra.
Llegado el tercer día, salimos de ruta, dejando aparcada Palermo en su magnífica bahía. Lo hicimos con cierta nostalgia, pero sin sospechar aún que acabaríamos rindiéndonos a sus pies. Me puse al volante sin mayores preocupaciones (hay que ser muy ingenuo para lanzarse sin más ni más a las carreteras sicilianas). Como la trinacria, que camina imaginariamente siempre hacia occidente, seguimos la dirección del sol, en dirección a la punta oeste.
Destacaría, sin embargo, sus salinas, donde creí notar aún el remoto aliento de los fenicios. En ese armonioso paisaje la tierra, el mar y el cielo se suceden en estratos. Los diques hechos de toba se alternan con lenguas de agua desbravada. Sobre la piedra porosa se proyecta la sombra de molinos de tejado rojo y medran plantas halófitas (2). Por encima de este paisaje a bandas, y no demasiado lejos, la ciudad de Trápani apunta con su dedo de atlante a las islas Égadas.
Al día siguiente tocaba Agrigento y su afamado Valle de los Templos, que en realidad no es un valle sino una suave loma. Este parque arqueológico, con cinco templos griegos, o apenas sus quijadas, se halla es verdad en un paisaje de égloga.
Pero esta ciudad pequeña pero de gran enjundia, ofrece algo más, mucho más. Remontando las cuestas de su casco viejo, es inevitable acordarse del Albaicín. Su trazado no es arborescente sino más bien, y al estilo griego, cuadriculado. Pero en él, como en el arrabal granadino, se descubren callejones particulares que terminan en un rincón ciego, como en los barrios árabes o en las juderías.
En la jornada siguiente nos adentramos en la Sicilia profunda por carreteras deslavazadas, camino de Catalgirone. Es ésta la ciudad alfarera de Sicilia por antonomasia. Para recorrer su interesante casco viejo (desde ya lo llamaré medina griega), lo lógico es subir su interminable Scalinatta de Maria del Monte. Sin embargo, regidos por nuestra propia lógica, en lugar de subirla, terminamos más bien bajándola, después de rodearla por la derecha. En alguno de esos rincones que a mí me gustan lucían macetas de cabeza de moro (mori testa) que han dado notoriedad a Catalgirone.
A esas alturas, comenzaba a llover en serio, así que, tras cenar bastante bien en un pequeño restaurante familiar, decidimos retirarnos a nuestros aposentos.
Alhambra inadvertida: Al borde del Extasis
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