jueves, 21 de julio de 2022

Alhambra inadvertida: Niños y Agua




Son muchos los niños que disfrutan la Alhambra, de todas las edades, de todos los países del Mundo, como sus padres. Me atrevería a decir que a ellos, que la contemplan con unos ojos especiales, más limpios, el agua les fascina más que a los adultos. Miran alucinados su tranquilo borboteo en la boca de la taza nazarí del patio del Cuarto Dorado; la tocan y ríen entusiasmados ante su mansedumbre en los surtidores llave del patio de Arrayanes o  frente a las piruetas de los surtidores del patio la Acequia; en el claroscuro del patio de los Cipreses abren extasiados la boca al verla caer desde la fuente como lluvia transida por el sol. Algunos, sentados en una silla de tijera para descansar, contemplan el espejo del estanque de Comares como si esperaran ver brotar a un ser de agua, dispuesto a contarle una leyenda. He visto a algún pequeño desear que los leones de la fuente, que ladran agua, se conviertan en dóciles perros para poder acariciar sus melenas de mármol. 





¿Alguien sabe a qué esta fascinación de los más pequeños por el Agua? ¿Será que, desde su prístina naturaleza, entienden que es pura, como ellos mismos, será que su instinto, abierto de de par en par a todos los conocimientos, sabe que es el origen de todo, de la vida misma? Quizás, con esa osadía propia de ellos, la contemplan no como un simple elemento, sino como a un personaje de cuento que aviva su imaginación y sus deseos en flor de jugar con ella, de disfrutar de su pureza como no pueden o no quieren ya quienes han perdido casi toda la inocencia. 




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