lunes, 27 de junio de 2011

La raíz andalusí del flamenco

NOTA PREVIA.- Rescato aquí un artículo publicado en el verano de 2001 en la revista "El legado andalusí". Este artículo ha sido publicado en varias webs posteriormente, casi siempre añadiendo mi nombre, aunque hay alguna excepción. Quiero volver a rescatarlo ahora, en este mi blog, para rendir un homenaje a los moriscos, cuya expulsión se produjo hace ahora 400 años (entre 1609 y 1614). Si las instituciones no se muestran proclives a recordar este hecho (y no hay nada de extraño en este olvido, dado que no es algo precisamente glorioso para el Estado español, sino todo lo contrario) yo me comprometo a aportar mi grano de arena con éste y otros artículos posteriores.



¿Qué hay de andalusí en el flamenco? La música de los gitanos llegados de Oriente y la árabe bebieron de las mismas fuentes, en Irán o Egipto. Además, durante un tiempo, moriscos y gitanos, pueblos perseguidos y por ello unidos en el infortunio, compartieron sus bailes y músicas junto al fuego para acallar sus penas.
La república de las dos orillas.
Moriscos danzando, ilustración de Peter Widitz, siglo XVI. Extraida de loff.it.

“Las vueltas en la sala las daban siguiendo la cadencia de la guitarra, además de lo cual las mujeres con los hombres marcábanla también con el son del pulgar y del dedo del centro, frotando juntos, a los que estaban atados ciertos pequeños chismes, castañetas hechas de madera o marfil, como conchas de San Miguel”. Bien podría haber sido escrito esto por cualquier romántico, de los tantos que visitaron nuestro país en el siglo XIX, que consideraban al flamenco primitivo uno de los mayores encantos, si no el mayor, de aquel oriente cercano que encontraban en España. Pero no, esta descripción fue escrita, en 1603, por el francés Bartolomé Joly; y no se refiere a gitanos, como cabría esperar.
Observemos ahora la ilustración que hay al inicio de este texto, obra de Joseph Weiditz, quien visitó nuestro país algunas décadas antes que Joly, durante el primer tercio del siglo XVI. Vemos dos figuras danzando al son de la música. A la izquierda, una mujer mueve los brazos y retuerce las muñecas para girar las manos, como si portara unas invisibles castañuelas. Frente a ella, un hombre baila también. Con las manos totalmente alzadas, juega con su ropa en pleno baile como haría un gitano.
Zambras moriscas
Pero no son gitanos. Lo que Weiditz y, posteriormente, Joly contemplaban era un grupo de moriscos ejecutando una zambra, una fiesta con música y danza para celebrar acontecimientos familiares: bodas, bautizos, nacimientos o celebraciones religiosas. A algunos podría extrañar que el término zambra aparezca referido a los moriscos, cuando comúnmente se cree algo exclusivo de los gitanos. Pues bien, lo cierto es que tal denominación fue tomada por éstos de la tradición musical andalusí. La zambra no es gitana hasta finales del siglo XVIII. Es, entonces, cuando aparece citada por los primeros viajeros románticos. Antes de eso, era una palabra aplicada exclusivamente a bailes moriscos.
Referencias a estas primitivas zambras hay, al menos, desde el final del Emirato Nazarí y, posteriormente, siguieron siendo una costumbre muy arraigada entre los mudéjares y moriscos de Granada. Después, se produjo una especie de trasmigración de la palabra, desde la cultura morisca que se extinguía a la de los gitanos recién llegados. Desde luego, no resultaría difícil a los calós o gitanos adaptar el término, cuando sus bailes resultaban, como hemos señalado, tan similares a los de los moriscos.
El préstamo lingüístico de la palabra “zambra” no es sino un ejemplo de lo que fue un encuentro inevitable, un trasvase cultural que a la postre, se convertiría en uno de los puntos de partida del flamenco. Sin embargo, el mestizaje entre la música gitana y andalusí tiene raíces más hondas ya que se había iniciado siglos atrás, en Oriente. Tanto una tradición como otra bebieron, por avatares históricos, tanto de la música persa como de la bizantina. 
Carromatos en la Península
Los gitanos llegan a la Península Ibérica a mediados del siglo XV. Al-Andalus está siendo conquistada por los ejércitos cristianos. Cuando, finalmente, cae el Reino de Granada en 1492, sobreviene un largo periodo de intolerancia y persecuciones hacia los musulmanes que durará más de un siglo. Primero, se les obligará a renegar de su fe musulmana para convertirse al cristianismo y, luego, se les prohibirá ejercer sus costumbres, entre ellas la de cantar y bailar en zambras y leilas, éstas últimas fiestas parecidas a las zambras, pero que se celebraban por la noche. Los gitanos debieron de ser entonces meros espectadores de la persecución que sufrieron los moriscos. A esas alturas, aún no se había producido el encuentro, pero éste no iba a tardar en llegar, por pura inercia. 
La rebelión de la Alpujarra y la posterior derrota de los moriscos granadinos trajeron consigo el destierro de éstos desde el Reino de Granada hacia otros territorios de Castilla y Aragón. Muchos de ellos no terminaron de asentarse nunca y, en su desarraigo, permanecieron en una continua migración, huyendo de un lado para otro. Y en el camino coincidieron con los gitanos, tan desarraigados como ellos.
El encuentro
Este es el contexto en que se produjo el encuentro que hemos anticipado. Junto al fuego y bajo las estrellas, gitanos y moriscos compartieron y mezclaron sus tradiciones musicales, en un momento en el que la música y el baile les debieron servir para olvidar por un momento la difícil situación que les tocaba vivir. Pudieron intercambiar canciones de sus dos tradiciones musicales e incluso componer otras nuevas con savia de ambas. Esto último puede sonar a fantasía pero existen indicios de un repertorio compartido por ambas culturas. Esos indicios no están en los libros, sino en la música oral. Por ejemplo en la famosa canción “La tarara”, tan popular en España, de la que existe una melodía marroquí muy similar llamada “Bent Bladi”, que vendría a significar o bien “La niña de mi tierra” o, quizás también “La niña de mi pecho”, o de "mi corazón", tal que reza el estribillo de la tarara, una canción infantil. La versión marroquí fue al parecer rescatada del folklore popular tetuaní por el gran maestro de la música andalusí Abdessadak Chekara.
Pero, al margen de éstas u otras especulaciones más o menos afortunadas, lo verdaderamente cierto es que poco o nada sabemos del verdadero alcance de esa convivencia marginal entre moriscos y gitanos de la que hablábamos antes, ni de los términos en que pudo producirse tal intercam­bio o de si éste dio pie a un estilo más o menos definido (¿un protoflamenco?). Pero las noticias que los sitúan juntos durante décadas, incluso después de que se produjera la expulsión definitiva de los moriscos entre 1609 y 1613, son abundantes y bastante claras como para ignorarlas. 
¿Es acaso descabellado pensar que algo mestizo pudo surgir del contacto de ambas culturas, tan apegadas a la música? Afirmar eso sería ir demasiado lejos. Lo jondo es, sin duda, árbol de muchas raíces, cuyos frutos comenzaron a madurar hace tan sólo unos dos siglos Pero, sin duda, algo andalusí hay en el corazón de las guitarras, en el “quejío” de los cantaores, en el nervio de las bailaoras. Júntense flamencos y árabes y sus instrumentos se entenderán al momento. Y si no, aquí está esta simpática versión de la “Tarara/Bent Bledi” de la que hablaba antes. Mucho de lo dicho anteriormente se puede constatar de la mejor manera posible: escuchando la música, que habla mucho mejor que cualquier discurso.
 



4 comentarios:

volandovengo dijo...

Tus especulaciones, Jesús, están fundadas. Existe una unidad entre el flamenco y la música andalusí. El flamenco es mestizo y marginal. No sólo es la unión de los moriscos y los gitanos, sino un encuentro de minorías, entre las que también estaba el campesinado bajo andaluz, los judíos e incluso, según Félix Grande, el famoso bandolerismo de nuestras sierras.

Jesús Cano Henares dijo...

Gracias, amigo Jorge, me complace tu comentario y, cuando puedas, me dices por el fesibú o como quieras el título del libro de Félix Grande al que te refieres. Saludos.

volandovengo dijo...

El libro se llama "Memoria del flamenco", 2 volúmenes editados en Austral, en 1979, pero me temo que están descatalogados.

Jesús Cano Henares dijo...

Lo buscaré en la Biblioteca de Andalucía, a ver si hay suerte. gracias, compadre.

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