lunes, 1 de agosto de 2022

Alhambra inadvertida: Gatos (I)





Esta mañana, mirando a una gata vieja que se ha asentado junto al palacio de Carlos V, un empleado del Monumento me ha dicho que ella y sus congéneres son los verdaderos reyes de la Alhambra. Sí, ya lo había pensado antes y, conmigo, muchos turistas que los ven cada día durante esa aventura que es visitar la ciudadela nazarí. El empleado ha añadido que se les alimenta bien. De hecho hay varios comederos, alguno de los cuales está cuidado por voluntarios de la Cruz Roja. 




El Patronato paga a un veterinario que se ocupa principalmente de ellos, de curarlos y, en el fondo por su bien, de castrarlos para que no se multipliquen como conejos. 




Además, cuidadores espontáneos les dan de beber en la palma de la mano, de modo que de pequeñas bestias salvajes pasan a dóciles gatiperros. También he observado a algún felino al acecho de los peces que pululan por la alberca de Comares, siempre frente al sol para que su sombra no lo delate.

Qué tendrán los gatos para haberse convertido, creo yo, en uno de los principales atractivos del Monumento... Es como si, por su delicado porte, sus movimientos sigilosos y su consabida elegancia, por ese celo en preservar su intimidad, se emparentaran de manera natural con la misma Alhambra, que también gusta de esconder su belleza tras sus murallas. 



Yo creo que, por esos muros infranqueables a prueba de intrusos, la Alhambra no necesitó nunca perros. Pero, eso es especular mucho, porque, por desgracia, no sabemos nada ni de perros ni de gatos en la época nazarí ni tampoco en la posterior etapa cristiana. Lo que no impide que yo siga pensando que el monumento, visto desde el Albaicín, pueda parecer una gran leona sesteando durante siglos sobre su colina roja y verde. 




No hay comentarios:

Alhambra inadvertida: Al borde del Extasis

Sueño, fantasía, visión maravillosa, belleza indescriptible... son algunas de las palabras que pueden pasar por la mente de quien contempla,...