Suelo escuchar algo siempre
mientras escribo, hoy no será necesario. Inicio esta nueva crónica
viajera justo cuando entra por mi ventana el refrescante sonido del piano de mi
vecino, un desconocido que lo mismo pulsa las teclas que tañe su violín.
Porque la cosa va esta vez
de música, del pequeño y precioso (collejo se diría en Granada) festival de
Música en Segura (de la Sierra), que este año cumple su VI edición.
Este certamen es anunciado como “un festival de delicatessen musicales” y eso es exactamente lo que allí se ha ofrecido. No sólo por las actuaciones, de pequeño formato. También por sus novedosas y delicadas propuestas que suelen tener como protagonistas a jóvenes prodigios. Y además, valga el tópico, por el marco incomparable donde tienen lugar: Segura de la Sierra, que figura por méritos propios en la lista de los pueblos más bonitos de España.
una de las actividades del Festival Música en Segura. Fuente: www.horajaen.com.
|
Fuente: www.horajaen.com |
Pero no sólo de música
clásica vive el festival. Hay también flamenco o jazz, exposiciones para agitar
la mente a partir de sonidos, citas donde se come al son de la música, yoga,
conciertos para niños y en residencias de ancianos y algunas otras cosas. Todo,
gracia a la extraordinaria imaginación y encomiable empeño de sus
organizadores.
Y, hablando de eso, el
principal promotor de este festival es Daniel Broncano. Sí, eso es, el hermano
del mediático David Broncano quien, por cierto, se marcó el primer día un monólogo musical y arrimó después el hombro de voluntario.
Afortunadamente para él, no tuvo que sufrir el acoso de los asistentes, más
interesados en la música que en la farandula televisiva. Aquí el verdadero
“moztruo” es su hermano, excelente persona y reconocido solista de clarinete en
los círculos de música clásica. Y nacido en Orcera, como yo, aunque algunos, bastantes años después.
Los dos hermanos Brocano. Fuente: elpais.es |
Como ya he señalado antes,
el programa de la sexta edición de Música en Segura es variado y jugoso. Yo
sólo me voy a referir a los dos conciertos a los que asistimos mi padre, mi
esposa y yo. Ambas tuvieron como escenario la iglesia de los jesuitas, un
templo desacralizado de impresionante acústica, adecuado para grupos de poco
calado. No sé si serán las perfectas dimensiones, tal vez la piedra de toba con
que está hecha la iglesia, pero la sonoridad es inigualable.
La primera actuación,
denominada con razón “El violín de Einstein”, giraba en torno al poco conocido dato
de que el genio físico tocaba, con mayor o menor fortuna, el violín. El
repertorio incluía obras de su preferencia, escritas por J. S. Bach, W. A.
Mozart, J. Brahms y B. Martinu, que interpretaron el violinista Miguel Colom y
el pianista Antonio Galera. Entre pieza y pieza el escritor Ernesto Rodríguez
Abad leía textos sobre la relación de Einstein con la música y también con la
literatura. Por ejemplo, su libro de cabecera fue El Quijote.
Nos encantó esta
sesión, pero no tanto como la del día siguiente en el mismo escenario. Comparecía ante una
audiencia relajada y nada emperifollada (algo extraño en este tipo de eventos
clásicos) el Natalia Ensemble. Este grupo de músicos jóvenes, en este caso
nueve, conforman una orquesta reducida a su mínima expresión: cada sección
orquestal queda representada por un único instrumento. A saber: violín, viola,
cello, contrabajo, flauta, oboe, clarinete, fagot y trompa. Como informal director, ejerce el violinista, sustituyendo la batuta imposible con cabeceos e
indicaciones faciales. La idea es recuperar una tradición en boga durante el siglo
XIX: que una pequeña orquesta compareciese en espacios reducidos interpretando sinfonías
pensadas para grandes formaciones. De ahí que la
actuación se denominase Sinfonías de salón.
Con más músicos que el día
anterior, pero tampoco demasiados, la acústica del antiguo templo jesuítico resultaba
aún más adecuada. Y el programa muy apetitoso. Para abrir boca, un entremés delicioso:
la obertura, también llamada sinfonía, de El barbero de Sevilla de G. Rossini. Aquí una grabación casera de los primeros momentos:
A Rossini, tan aficionado a
la gastronomía, le hubiera placido estar allí, sobre todo porque después, en el
entreacto, con el botellín de cerveza servían ricas tapas serranas. A saber,
fritao (pisto de tomate y pimiento y buen aceite segureño) y ajoatao (un
híbrido de ali oli y puré de patatas con huevo crudo).
Y para llamar al público a la sala, en vez de la consabida campanilla sonaba un rústico pero bien afinado cencerro.
La segunda pieza de este
concierto fue la Sinfonía en Re menor de J. C. Arriaga. Conocía de oídas a este
compositor bilbaíno, al que han llamado el Mozart español. Pude comprobar, una
vez oída su música, que se merece sobradamente tal epíteto. Lástima que
falleciese con sólo 19 años, víctima, al parecer, de agotamiento provocado por
sus innumerables compromisos en París. La última parte del programa era la
tercera Sinfonía de L. van Beethoven, la llamada “Heroica”. Menos conocida que
otras, se considera que esta obra cambió el rumbo de la música clásica. Por su
novedoso estilo y su mayor duración, se la clasifica como la primera sinfonía
romántica. Para quien tenga un buen rato, pongo aquí la Heroica al completo, por esta formación en otro escenario:
Una vez finalizado el
concierto, el público lo agradeció con un largo aplauso. Por ello, Natalia Ensemble
nos regaló una pieza de regalo: el Capricho 24 de N.
Paganini, quizás la composición más famosa del violinista genovés. Y como el
resto del programa, obra también del primer cuarto del siglo XIX. Esta vez el
malabar compositivo era a la inversa: los jóvenes músicos ofrecían no una obra
en origen orquestal sino otra ideada para un solo instrumento, el violín,
adaptada igualmente para una camerata. Esta era la única pieza no arreglada por
la propia Natalia Ensemble, sino por José Luis Turina, nieto del más famoso
Joaquín Turina.
En fin, todo un banquete
este viaje, ubérrimo en música, historia y naturaleza, la que regala la simpar
Sierra de Segura, donde se crían caballos tan preciosos como éste de la foto que cierra esta crónica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario