domingo, 9 de diciembre de 2018

Una visita galáctica al universo Gorlob o exposición de Guillermo Rodríguez de Lema (y III)




Seña distintiva del Universo Gorlob es su bien desarrollada ironía. “La máquina para destruir el Mundo”, por ejemplo, está repleta de ella. Obra cachivachesca, al leer sus instrucciones de uso en francés, resulta inevitable esbozar una sonrisa: “N’actionner ce dispositif que s’il est ABSOLUMENT  nécessaire. L’utilisation non justifiée sera punie. Utilisez avec moderation. Ne convient pas aux enfants sauf surveillace d’un adult”. Sin embargo, esa sonrisa se hiela cuando el autor aclara que el contador del artefacto es para víctimas del Apocalipsis.



Muy gorlobiano es también el amor por las cosas inútiles. Como el dispensador automático de papel higiénico, ese poco práctico aunque encantador artilugio. Lo mismo se puede decir de, qué maravilla, la máquina que fabrica el mejor café del mundo quemando libros.
Sus cuadros con figuritas que cuentan una historia o simplemente la dejan a medias para que la termine el espectador son de una pulcritud formal y conceptual exquisita. Como ese cuadro donde una máquina de arar siembra en los surcos notas musicales de “La Vi en rose”. En esta obra, y en general en todas las piezas gorlobianas, una idea genial es resuelta con una inspiración y pericia poco comunes. Eso ocurre también con el zapato de hombre y mujer, que recuerda, sin duda, a las viejas vanguardias.




Y hablando de vanguardias, la exposición de Gorlob dedica, cómo no, una esquina a la Pataphysica. Ubuescos resultan, por ejemplo, los pararañas  (pararaignées en francés) hechos con varillas de paraguas o el hombre libélula de madera. 

Hay un mostrador repleto de artilugios patafantásticos. Alguno de ellos ya los hemos visto en nuestras anárquicas reuniones, donde Guillermo (O Gorlob) nos sorprende siempre con una de sus criaturas. Así, el agua de iceberg que hundió al Titanic (con certificado de autenticidad). En ese expositor también están la bombilla que ha dejado de lucir por falta de ideas o la tabla de clavos doblados a los que hay que soplar para que se enderecen. Un objeto encantador que no conocía es la regadera anti sistema que echa agua sin pedir permiso. 


Patafísico es también el extintor que hay en el pasillo. Aunque el autor advierta en un cartel que no forma parte de la muestra, esa sarcástica advertencia ya lo convierte en otra pieza artística que nos recuerda los esnobismos del Arte Moderno.


Se podrían decir muchas más cosas sobre esta exposición y la visita que disfrutamos de la mano del esclarecido Gorlob, pero pararé aquí. No sin antes recomendar el blog de Gorlob, que se puede ver en este enlace. En él figuran, además, sus interesantes vídeo creaciones, de un Surrealismo genuino. Así el lector podrá seguir disfrutando de un autor y una obra que combaten “con absoluta rebelión la totalidad de la simpleza”, tal como ya expresó en su momento de manera preclara Alfred Jarry, el fundador de la Pataphysica.


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