Seña distintiva del Universo Gorlob es su bien desarrollada ironía. “La máquina para destruir el Mundo”, por ejemplo, está repleta de ella. Obra cachivachesca, al leer sus instrucciones de uso en francés, resulta inevitable esbozar una sonrisa: “N’actionner ce dispositif que s’il est ABSOLUMENT nécessaire. L’utilisation non justifiée sera punie. Utilisez avec moderation. Ne convient pas aux enfants sauf surveillace d’un adult”. Sin embargo, esa sonrisa se hiela cuando el autor aclara que el contador del artefacto es para víctimas del Apocalipsis.
Muy gorlobiano es también el
amor por las cosas inútiles. Como el dispensador automático de papel higiénico,
ese poco práctico aunque encantador artilugio. Lo mismo se puede decir de, qué
maravilla, la máquina que fabrica el mejor café del mundo quemando libros.
Sus cuadros con figuritas
que cuentan una historia o simplemente la dejan a medias para que la termine el
espectador son de una pulcritud formal y conceptual exquisita. Como ese cuadro
donde una máquina de arar siembra en los surcos notas musicales de “La Vi en
rose”. En esta obra, y en general en todas las piezas gorlobianas, una idea genial
es resuelta con una inspiración y pericia poco comunes. Eso ocurre también con
el zapato de hombre y mujer, que recuerda, sin duda, a las viejas vanguardias.
Y hablando de vanguardias,
la exposición de Gorlob dedica, cómo no, una esquina a la Pataphysica. Ubuescos
resultan, por ejemplo, los pararañas
(pararaignées en francés)
hechos con varillas de paraguas o el hombre libélula de madera.
Hay un
mostrador repleto de artilugios patafantásticos. Alguno de ellos ya los hemos
visto en nuestras anárquicas reuniones, donde Guillermo (O Gorlob) nos
sorprende siempre con una de sus criaturas. Así, el agua de iceberg que
hundió al Titanic (con certificado de autenticidad). En ese expositor también
están la bombilla que ha dejado de lucir por falta de ideas o la tabla de
clavos doblados a los que hay que soplar para que se enderecen. Un objeto
encantador que no conocía es la regadera anti sistema que echa agua sin pedir
permiso.
Patafísico es también el extintor que hay en el pasillo. Aunque el
autor advierta en un cartel que no forma parte de la muestra, esa sarcástica
advertencia ya lo convierte en otra pieza artística que nos recuerda los esnobismos del Arte Moderno.
Se podrían decir muchas más
cosas sobre esta exposición y la visita que disfrutamos de la mano del esclarecido
Gorlob, pero pararé aquí. No sin antes recomendar el blog de Gorlob, que se
puede ver en este enlace. En él figuran, además, sus interesantes vídeo
creaciones, de un Surrealismo genuino. Así el lector podrá seguir disfrutando
de un autor y una obra que combaten “con absoluta rebelión la totalidad de la
simpleza”, tal como ya expresó en su momento de manera preclara Alfred Jarry,
el fundador de la Pataphysica.
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