Cuanto más me adentro en ella más fascinante me resulta Corea. Se podrían haber escrito unas “Mil y Una noches" de Extremo Oriente con un Simbad de ojos rasgados viajando de China a Japón atravesando sin remedio el puente natural de esa ruta. Escenario de
uno de esos cuentos podría haber sido el Poseokjeong (literalmente “pabellón de
la caracola de mar”).
Para sí hubieran querido en la corte
bagdadí de Harun al Rashid o en la Medina Azahara de al Hakam II este sofisticado
tablero de juego para combinar, como se sabe que hacían con gusto, poesía y
vino. Y hacerlo, además, con la bendición del agua, tan venerada por
la cultura islámica
El
poseokjiong era una más que peculiar acequia alrededor de la cual se reunían el
rey y sus íntimos para organizar justas literarias. Su forma y funcionamiento
bien podría haber nacido de un sueño, por lo que no dudo en calificarlo de
artilugio surrealista, Digo más. A Dalí le hubiera encantado incluirla en alguno
de sus cuadros, junto a sus lánguidos relojes.
Pero,
expliquemos que clase de juegos se desarrollaban en ella.
Una vez reunidos a su
alrededor el rey y su selecta concurrencia, un copero real, se supone, escanciaba
algún tipo de bebida alcohólica (vino de arroz, aguardiente de soju…) en unos
vasos de extrañísimos diseños, acordes al juego del que iban a formar parte.
Lejos de ir a la mano de cada uno de los invitados, los recipientes eran entregados
al agua, botados como peculiares barquitos de cristal. La leve pendiente de la
acequia, que brotaba de una gárgola con forma de tortuga (hoy desaparecida),
permitía la navegación de las copas en el flujo incesante de la corriente. En su errático periplo,
los vasos debían pugnar por no quedar atrapados en meandros y remolinos. Cuando esto sucedía, el primer participante
frente al cual quedaba flotando un vaso tenía la severa responsabilidad, tras beber de un solo trago el licor, de iniciar la competición literaria recitando un
verso. A continuación el vaso era llenado de nuevo y devuelto a la corriente
mientras el poeta introductor retaba a otro de los invitados a que continuara
la poesía. Éste último tenía la obligación de componer un verso que
continuara al primero de forma digna, con una composición y rima adecuada. En
caso de que otra copa se detuviese ante él y no hubiese terminado su tarea, tendría que beber el licor de una sentada tantas veces como fuese necesario.
Mientras tanto, a medida que las copas iban deteniéndose frente a otros
invitados, surgían nuevos poemas de la acequia, composiciones que, es de suponer, resultarían
cada vez más jocosos a medida que el alcohol calentaba la imaginación de
los contertulios, sobre todo la de los menos inspirados.
La velocidad
a la que fluían las copas en este insólito circuito dependía tanto de la
grotesca forma de éstas, como de si estaban más o menos llenas o del caudal con
que se regulase la corriente de agua. De este modo, se podrían establecer
distintos niveles de competición, de mayor o menor dificultad según los parámetros
antes citados.
El
poseokjeong se puede visitar en la actual ciudad de Gyeongju, al sureste de la
península coreana, y formaba parte de la que dicen las crónicas antiguas ha
sido la más hermosa villa real construida jamás en Corea. De este palacio
apenas ha sobrevivido esta acequia casi de milagro, tal vez por estar formado
por 63 bloques de granito tallados a mano y primorosamente engarzados entre sí
para componer esta suerte de oreja de piedra del país de las maravillas.
No se sabe
muy bien cuándo se construyó, posiblemente a finales del siglo VII, o quizás
mejor en el siglo VIII, en pleno esplendor del Reino de Silla Unificado (668-935). Hoy es posible visitarla en la que fue capital de Silla, Gyeongju, un lugar imprescindible si se viaja a Corea.
1 comentario:
Muy interesante...
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