Tan cerca como queda, aún no habíamos dado un paseo por el Barranco del río Poqueira, esa inmensa cárcava que desciende desde las alturas del Mulhacén, salpicada de huertas y bosquecillos, con la guinda de sus pueblos blancos. Había que hacerlo por muchas y buenas razones y mi mujer y un servidor salimos en pos de las múltiples sensaciones que regala este entorno casi edénico. Abandonamos el coche en el concurrido aparcamiento de Pampaneira y tiramos de piernas, pues el paseo es bastante llevadero y transcurre, casi siempre, lejos de la carretera.
Miryang, mi mujer, entre mantas alpujarreñas. |
Dejando atrás la pequeña Marbella, comenzamos a ascender hacia Bubión por un camino algo empinado pero encantador. El ambiente era templado y, según las previsiones, antes o después iba a caer una fina llovizna, lo cual no nos preocupaba. El sol no molestaba, entretenido como estaba en jugar al escondite con las nubes y eso permitía obtener magníficas fotografías. Del camino, pegado a un talud verde, surgían de tanto en tanto fuentecillas con agua de deshielo que salpicaban las huertas. Resultó un tramo encantador, con la iglesia de Bubión casi siempre a la vista y un mulo blanco espiando nuestra subida, encantado de ver a alguien. Hasta dio la impresión que posaba con coquetería cuando mi objetivo apuntaba hacia él.
La iglesia de Bubión parecía contemplar nuestra llegada |
Nade Favreau, en su telar, a lo suyo que es hacer ropa preciosa. |
Otra joya de Bubión es su pequeña iglesia, que conserva aún parte de la mezquita nazarí (siglo XIV), el cuerpo inferior de su torre, lo cual la convierte en uno de los tesoros monumentales de la Alpujarra. Desde allí se aprecia una de esas envidiables panorámicas que regala este barranco.
Tras bajar a visitar las eras, donde los sonidos que suben del río y los que bajan del pueblo confluyen (excelente aviso para no pillar desprevenidas a las parejas), retomamos el camino en dirección a Capileira. Al principio la senda se presenta más árida pero regala envidiables vistas de Capileira. A mitad de tramo, las lluvias han arrancado al camino un pedazo, difícil de transitar, por lo que es recomendable buscar la carretera, que queda a la derecha, para luego retomar la senda en su parte final. Ya cerca de Capileira, su vega nos acompaña y el camino vuelve a ser refrescante.
Capileira, asomada al tajo. |
Al entrar a Capileira por una cuesta empinada eran las tres y el estómago gruñía pidiendo unas cervezas y unas tapas, que nos bastaron para recuperarnos. Por cierto que pedimos una cerveza de cáñamo (del de antes, del que no coloca, ojo) que hacen en Bubión y que sabía a gloria, muy recomendable. Tras el café, nos dimos un garbeo por el pueblo, también plagado de turistas, aunque no tanto, nos pareció, como Pampaneira. No tardamos en recorrerlo, internándonos por sus cuidado aunque ya no tan genuino dédalo de callejuelas, para disfrutar de las vistas que desde allí se ofrecen: de un lado, la parte alta del barranco y el Mulhacén y, de otro, los tres pueblos superponiéndose y blanqueando el verdor que les rodea.
Antes de bajar, nos acercamos al Servicio de Interpretación de Altas Cumbres, magníficamente atendido por un joven de Antequera, según nos dijo. Supimos que hay autobuses que suben a las cumbres para, una vez allí, emprender distintas rutas a pie. Una oferta interesante que no habremos de olvidar.
En primer término, Bubión, y abajo Pampaneira. |
Esta vez apenas nos detuvimos en Bubión, por lo que empleamos en el descenso menos de una hora y no dos y media, como en el ascenso.
Al llegar a Pampaneira, en efecto, encontramos todo más sosegado, aunque todavía había bastante trasiego y echamos de menos Bubión. Pero fue sólo un instante, pues enseguida comprobamos que este pueblo es también encantador.
Visitamos sus calles bien acicaladas, antes de tomar un par de mostos de Albondón en una taberna repleta de extranjeros, en su mayor parte afincados en la Alpujarra. Un perro negro chiquito pero muy flamenco nos hizo compañía buscando alguna golosina, que él tomaba con una elegancia propia de un séneca canino.
Eran las ocho largas cuando regresamos a Granada con la sensación de haber aprovechado muy bien el sábado y con las ganas de volver a esta Alpujarra que pivota entre el cielo y el mar.
Pampaneira, en primer término, arriba a la derecha, Bubión y aún más arriba, a la izquierda, Capileira. |
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