jueves, 22 de marzo de 2018

El soldado, la garza y la tortuga (II)


Para reponerse de esa humillación, le gustaba huir del mundo, refugiándose en los parajes que rodeaban la capital, Hanseong[1]. Sin embargo, ni siquiera en soledad podía sustraerse de la rabia que, ineludible, emponzoñaba su mente. En cierta ocasión caminaba cabizbajo por un pequeño valle flanqueado por abruptas colinas, pero tan errático, tan dominado por los mil pensamientos que le acosaban que apenas disfrutaba del espléndido paraje: un bosque con su un arroyo saltarín, flanqueado por árboles que lucían sus galas otoñales, desde el rojo de los áceres, al predominante naranja de las hayas, pasando por el elegante amarillo de los gynkos o el verde apagado de los pinos… Pero, por más que buscase el abrazo de la Naturaleza, apenas disfrutaba de ese salutífero aire, obsesionado con la idea de demostrar de nuevo su valía y volver a ser comandante.
De alto abolengo, era demasiado orgulloso; y también demasiado terco como para renunciar a su afán de liderar algún día un gran ejército. En su fuero interno, se sabía más capacitado para esa misión y más eficiente que nadie de los que había conocido, incluidos esos generales de gabinete, que eran casi todos. Y, también, por más que intentase evitarlo, le impulsaba un malsano afán de venganza contra quienes le habían puesto a los pies de los caballos. Deseaba una oportunidad para lavar su honor en el campo de batalla, para volver a mirar a la cara con orgullo a su rey, necesitaba ver la expresión contrariada de sus difamadores ante su rehabilitación. Pero ¿cómo lograrlo, como obtener el mando necesario para proteger Corea del hierro y el fuego de Japón y de la ineficacia de sus generales?


Absorbido por éste y otros dilemas estratégicos, de tanto en tanto, se detenía enfervorecido para dibujar supuestas batallas sobre la arena del río. Con furia marcaba círculos y cuadros, trazaba líneas en todas direcciones, incluso en zigzag, hasta que todo concluía en un punto, el culmen de una batalla que tal vez sucediera algún día.





[1] Hanseong es el antiguo nombre de Seúl, o mejor dicho, de una de las áreas de la megalópolis actual.

2 comentarios:

Mark de Zabaleta dijo...

Muy bueno ...

Jesús Cano Henares dijo...

Muchas gracias, Mark. Un saludito desde Granada.

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