jueves, 17 de septiembre de 2015

Los olores de la Alpujarra en otoño

Hemos vuelto al barranco del Poqueira este fin de semana. Acompañábamos a un amigo de Miryang (ahora también mi amigo), el fotógrafo y escritor Jongmo Byun, que compone un libro de viajes por España, Portugal y Marruecos. Qué suerte la de este hombre...
Calle de Pampaneira. Foto Jonmo Byun
En un día plomizo, dejamos atrás Pampaneira tras una ligera visita, para disfrutarla al final, impacientes como estábamos por coger trocha. Esta vez el camino entre Pampaneira, Bubión y Capileira (me da la impresión de que voy a conocer esta ruta al dedillo, ya explicaré en su momento por qué) estaba repleto de olores a fruta: granados, nogales, castaños, higueras perfumaban el ambiente y con ese olor inconfundible me recordaban los tiempos felices de la infancia cuando, en las primeras semanas de escuela, salíamos pitando de clase para "robar" frutas en las huertas.
El camino aparecía arrasado por los rigores de este verano, pero aún así seguía albergando gran belleza. Como siempre, la iglesia de Bubión asomaba tímidamente por un balate, bajo el cual sesteaba un burdégano blanco al que ya conocíamos.
Encontramos Bubión ensimismado, como siempre, como Nade en su taller textil, esa eremita francesa que un día de 1975 sin saber muy bien por qué huyó de la civilización y hasta hoy. En la casa museo de la Alpujarra regresaron los recuerdos perdidos de la infancia. Todos los aperos, las cuadras, el lagar, los atrojes para el trigo... todo lo conocía, pero nunca había visto una máquina de fabricar fideos. Tampoco un dormitorio para gallinas junto a la puerta, todo un detalle de los antiguos inquilinos que sus aves le devolverían con buenos huevos.

El que fuera dueño de la hoy casa museo. Foto: Jongmo Byun
De vuelta a la senda, camino de Capileira pasamos junto a una bonita casa donde vivía una estadounidense que ofrecía sus productos en un poyete, mientras trabajaba en su huerta. Compramos unas habicholillas francesas, de color morado y textura aterciopleda. Ya en el pueblo más alto del valle del Poqueira recorrimos el casco alto para regresar a una casa donde Miryang charló en un viaje anterior con una señora mayor. A la puerta de ese lugar esta vez había un anciano, probablemente el marido de la señora. Quise ser yo entonces quien departiera con él, en una réplica masculina del anterior encuentro. Gente encantadora, que viven rodeados de paz, belleza y gatos simpáticos como perros.
Miryang, en junio, charla con la dueña de la casa. Foto: Jesús Cano.
Yo, en septiembre, charlo ahora con el dueño. Foto: Jongmo Byun
Jongmo "charla" con un gato. Foto: Miryang Lee.
Dando un garbeo por el "centro" del pueblo escuchamos a unos flamencos y supimos enseguida donde íbamos a comer. Era un bar junto a la iglesia, de cuyo nombre no puedo acordarme, donde se respiraba buen rollito. Nos sentamos en una mesa junto a una pareja de holandeses de Eindhoven. Tenían un niño rubito muy vivaracho que enseguida atrajo la atención de toda la concurrencia, pues iba recogiendo por todas partes hojas secas y rogando a los comensales que le ayudasen en su obcecada tarea. 

La pareja holandesa con su niño. Foto: Jongmo Byun
Una comida estupenda y barata, unos cafés y a seguir la ruta, no sin antes visitar la parte baja de Capileira.
De vuelta al camino, la tarde amable y joven aún hizo que el regreso resultara exultante y bien breve, repleto de saludos a quienes se nos cruzaban; incluido mi amigo el burdégano, que salió a recibirnos. Le regalamos unos higos maduros que agradeció su cara, repleta de mosquitos..

Qué ricos los higos. Foto: Jongmo Byun
Ya en Pampaneira, nos deleitamos nuevamente con sus cuidadas calles por donde fluyen sábanas de agua y los viejos observan condescendientes a los turistas, el maná que les llega del cielo y debe asegurar el futuro de este pequeño rincón del cielo que cuelga de Sierra Nevada.

Los 3 pueblos desde Pampaneira. Foto: Jongmo Byun

PD.- Dos días después, volvimos a encontrarnos con la pareja de Eindhoven casualmente, junto a la Puerta de Elvira. Les habíamos recomendado que regresaran a Granada, pues, como tantos otros turistas, la habían visitado sólo para ver la Alhambra. Pero lo mejor de Granada, como saben quienes bien la conocen, es pasear por sus calles.

2 comentarios:

Mark de Zabaleta dijo...

Gracias por esta magnífica visita guiada...

Saludos

Jesús Cano Henares dijo...

Gracias a ti, Mark. Si alguna vez pasas por Granda (a sé que Suiza queda lejos) no dudes en llamarme. Conozco bien la ciudad y será un placer acompañarte una tarde. Un abrazo.

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