sábado, 23 de julio de 2011

El mundo en llamas y los 4 jinetes




El mundo estaba en llamas y las personas, en su gran mayoría, presas de la desolación. La miseria, el hambre, la enfermedad, la rapiña campaban a sus anchas por los miserables campamentos en que se habían convertido las ciudades. Aquella crisis, que al principio fue calificada simplemente como recesión, se había enquistado como un cáncer que, tras una primera cura, degenera en metástasis. Los niveles de desempleo eran tan vergonzantes que las noticias ya no hablaban de ello; millones de familias andaban por las calles en busca del sustento de cada día. Además de sus casas, los bancos les habían robado la esperanza. Muchos morían de hambre o de enfermedades desconocidas, causadas por la contaminación, el agua contaminada o los alimentos adulterados. Era aquél un verdadero valle de lágrimas, un escenario propio del Apocalipsis para todos, menos para un pequeño grupo de privilegiados, los únicos vencedores de una tragedia que ellos mismos habían iniciado a golpe de especulación. Mientras los demás, pobres desgraciados, malvivían sin poder siquiera protestar, si no era ante las porras policiales, ellos, la élite, se enriquecía todavía más, a costa de los restos del naufragio.
En ese barrio exclusivo, en la torre más alta y el piso superior, vivían los llamados 4 jinetes, especie de nazgul, espectros que se ocultaban tras un embozo y de quienes se afirmaba que no tenían, en realidad, rostro, al menos no rostro humano. Desde su atalaya, observaban deambular a la muchedumbre hambrienta, como haría una bandada de buitres que espera pacientemente ver caer a quienes se pierden en el desierto. De tanto en tanto, estos 4 jinetes, esclavos del Señor del Pecunio subían a sus diabólicas monturas, bestias aladas que graznaban espeluznantemente, para planear sobre la muchedumbre indefensa, disfrutando al ver cómo con cada pasada desataban a sus pies una oleada de terror. Los nombres de esos cuatro jinetes eran Finch, Moody’s, Standard and Poor.





2 comentarios:

Pepe Morales dijo...

Pero la mayor de las plagas era que esos cuatro jinetes, junto a sus señores, eran los únicos especímenes humanos cuyos cráneos no habían sido aún violentados para que sus cerebros sufriesen la estirpación de la zona creativa y pensante.

Fue una de las mejores inversiones de Wall Street: con un despreciable porcentaje del dinero invertido en I+D+i, unos científicos habían descubierto -más por azar que por dedicación- la zona cerebral que, convenientemente sajada, eliminaba la razón sin dañar un ápice la capacidad impresionable y manipulable del ser humano.

El homo sapiens habia sido sabiamente domesticado y sustituido por una raza consumidora de ideología y mercancías. Ésta era la razón principal de por qué las llamas siempre iluminaban la sórdida parte del mundo en la que no habitaban los especuladores.

Fragmento perteneciente a un documento hallado durante el rescate de un disco duro del siglo XXI en el laboratorio tecnológico del mítico MIT de Massachusses (o como se escriba) en el año del calendario Golen de 2358.

Jesús Cano Henares dijo...

Muy bien, Pepe, veo que no te falta creatividad. Si alguien quiere continuar, a tiempo está...

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