Este mediodía, en una terraza en Zahara, perla serrana de
Cádiz, en un día huevo frito, mitad sol, mitad nubes, me ha cagado un pájaro en
la cara. Natural. El animal había salido a tomar el sol, después del chubasco
de anoche y alegremente ha evacuado. Lo malo es que ha sido sobre mí. Imperceptible, camuflado entre los
rayos de sol, el hediondo proyectil ha ido derecho al centro del ojo, tal que
hizo aquel meteorito de los dinosaurios sobre la Tierra. Tras el impacto, la
mierda lo ha tapado todo y ha sobrevenido el invierno nuclear.
Ascos, coñas y risas aparte, no ha sido para tanto. El sol ha
vuelto a salir cuando me he quitado las gafas. El palomino sólo ha impactado en
mi cristal izquierdo, convertido
en cuadro abstracto, galaxia en expansión, o mejor aún: ojo de huracán.
Sin gafas, hubiera sido una hecatombre. Alguna ventaja ha de tener
llevarlas siempre colgando.
1 comentario:
Realmente interesante ...
Saludos
Mark de Zabaleta
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